Este larguito correo llega a nuestro buzón, saludos!!!
Tengo la gran fortuna de estar en Paris desde enero de este año trabajando en una Escuela Superior francesa, pero la inmensa infortuna de ver a mi país, desde el otro lado del Atlántico, sumido en un conflicto político por causa del fraude electoral instrumentado por quien precisamente tenía que ser garante de las elecciones del pasado 2 de julio, el IFE. Y como no hay otra cosa que se pueda hacer desde acá, cuando menos escribo estas líneas para opinar yo también.
Durante algunos meses alquilé un departamento en una calle llamada Castillo del Agua, cercana a la Plaza de la República, plaza que alberga una imponente estatua que simboliza la gloria de la república francesa desde 1880, año donde llegaron al poder los republicanos de la mano de Jules Grévy. Un día de junio, vino a tocarme a mi puerta una mujer muy hermosa. Venezolana ella. Vengo a recoger unas cosas que me pidió Francisco, me dijo nomás abrí la puerta (Francisco es el dueño del departamento que por entonces andaba de viaje en Nueva York). Claro que la pasé. Siéntate, le pedí y le ofrecí algo de tomar. Le di las cosas que fue a buscar, se medio tomó lo que le di y me regaló una sonrisa de aquellas. Platicamos un rato de fútbol, pues el mundial estaba en su apogeo. Brasil jugaba esa noche. También platicamos de lo que hacía ella en Paris y de lo que hacía yo. Y después, salió el tema obligado, el asunto de las elecciones en México. Y me soltó: la verdad, espero que gane el candidato de la derecha, un tal Calderón. ¿Qué? Pregunté abriendo los ojos. Sí, me confirmó, yo soy de derecha. ¿De plano? Sí, de plano, ¿tú a quién le vas? Preguntó. Yo al del otro lado, le dije. ¿Sí? Mmh, yo antes era de izquierda, pero ya me cambié. Mira lo que está pasando en Francia, continuó, con esos holgazanes que salen a la calle a protestar porque no quieren el CPE (el Contrato del Primer Empleo, ley que el Primer Ministro de Francia, Villepin, propuso y el congreso aprobó, pero que el Presidente Chirac tuvo que enviar al cesto de la basura por las fuertes presiones en las calles: más de cinco millones en toda Francia). Y apoyas tú el CPE, le pregunté. Claro, me dijo. Los empresarios están en su derecho de cesar a sus empleados cuando lo consideren. Le miré su mirada azul, tomé aire y me quedé esperando a que se fuera.
Confieso, que cuando se fue esta mujer de la que ya ni recuerdo el nombre, me quedé abatido. Por primera vez en mi vida alguien me había dicho sin pelos en la lengua, y en mi cara, que era de derecha. He escuchado por todos lados: yo soy apolítico, yo soy cristiano, yo creo en el Señor, yo vengo de una familia de gente trabajadora, yo soy del PAN, yo no leo libros, etc. etc. Pero … ¡soy de derecha! Jamás. Así, con esa convicción que mostró esa venezolana tan linda.
Yo soy de izquierda sí he escuchado decir a medio mundo. Por la justicia, por ética, por humanismo, cada quién da su razón. ¿Y tú que eres, papá? Me preguntaban mis hijos cuando eran chicos: y el papá respondía, pues de izquierda, ¿qué más puedo ser? Pero siempre me quedaba pensando: ¿por qué uno es como es? ¿Por qué razón hay gente de derecha en todo el mundo? ¿Qué mueve a la gente a votar por un Berlusconi en Italia, por un Bush en EU, o por un Calderón en México? Digamos que el uno por ciento de la población mexicana vote por la derecha. Pues eso está bien. De eso se trata, ¿no? De poner a alguien en el poder para defender los privilegios.
¿Pero el resto? ¿Por qué hay gente que vota escindidamente por los candidatos de derecha aún cuando son asalariados mal pagados? ¿Por qué razón hay gente que está convencida que el PAN debe seguir gobernando, aun cuando gobierna para defender sólo un puñado de millonarios, y para hacer a otros de la nada, como los hijos de la mujer del presidente o los cuñados del candidato? Televisa y Televisión Azteca, y todos los spots reaccionarios, tienen parte de la culpa. Pero la gente que va al Zócalo también prende la tele. ¿No? Sabemos que la iglesia tiene otra parte de la culpa. Pero los que acampan en el Paseo de la Reforma también van a la iglesia. ¿No? Y entonces, ¿qué hace a millones de habitantes salir a las calles en la Ciudad de México para repudiar el fraude electoral? ¿Qué hace que miles de personas duerman en tiendas en el Paseo de la Reforma para protestar? Hace frío en el DF, sobre todo en las madrugadas. Y ahí están.
Pero todavía peor… ¿qué hace a siete dizque magistrados, otrora dizque académicos y jueces honestos e impolutos, convalidar un fraude clarísimo? ¿Qué cosa hay en la mente de Calderón que lo hace decir con amplia sonrisa que ganó en buena lid? ¿Qué hay ahí adentro, en la cabecita? López Obrador le dijo un día a Víctor Trujillo: es que del lado izquierdo está el corazón. ¿O sea que Calderón lo tiene en el lado derecho? Chaparrito, pelón y con lentes, y además con el corazón del otro lado.
A mí que me expliquen los que saben de esto. Otra vez. Por qué razón hay, en una misma familia, una Loeza (Guadalupe, la novelista) que seguro votó por AMLO y otra (Soledad, la del Colegio de México) que seguro votó por FECAL. ¿Por qué razón hay un abuelo Azuela, escritor y revolucionario, y un nieto Azuela, religioso, presidente de la Suprema Corte de Justicia, y que voltea los ojos hacia el cielo, o a la virgen que seguro tiene en su casa, para no ver la cochinada que ha hecho el IFE? ¿De dónde le salió a Madrazo (padre), el Madrazo (hijo)? Carajo, ¿por qué hay un Proceso y unas Letras Libres? ¿Por qué hay dos Cervantes, uno (Sergio Pitol) defendiendo con hombría sus convicciones y otro (Carlos Fuentes), calladito, sin opinar después del fraude. Nuestro otro Cervantes ya está muerto (Paz) pero también se hubiera callado o hubiera convalidado el fraude como su secretario Enrique Krauze. Mientras un Monsivais o alguien picudo como él, no me explique esto, con palabras sencillas, yo me quedo en las nubes. Pero como no me gusta eso, ni hacer preguntas en el aire sin contestarlas (para eso está Denise Dresser), recurro por lo pronto a una teoría evolucionista que encontré en un libro muy cuerdo e inteligente que compré hace poco. Andaba yo pajareando en una librería justo el día que le dieron el Cervantes a Sergio Pitol y lo vi (no a Pitol, uuuy, ese hubiera sido todo un honor, sino al libro). El libro se llama: La Naturaleza de la Felicidad, y su autor es Desmond Morris, el famoso etnólogo y zoologista inglés que escribió el Mono Desnudo y el Zoo Humano hace varias décadas. Confieso que este tipo de títulos de entrada me sacan un poco de roña, pero igual lo compré. Y después de una lectura, le di otra. Ahora creo comprender algunas cosas.
Morris escribe que existen varios tipos de felicidades, pero aquí, vienen a cuento sólo dos: la felicidad competitiva y la felicidad cooperativa. La primera se obtiene al triunfar sobre un rival independientemente de cómo se haya vencido. La más perversa definición de felicidad que he encontrado, dice Morris, es: “La felicidad es una sensación agradable que surge al contemplar la desgracia ajena”. Y continúa, “generalmente la crueldad procede de lo más alto de la jerarquía social y termina en la parte inferior de la misma”. La felicidad cooperativa es la otra cara de la moneda. “Siempre hemos tenido que compensar la competitividad con la cooperación porque, como animales tribales que somos, pocas veces
habríamos logrado el éxito como individuos solitarios. Con el profundamente asentado impulso de triunfar hemos heredado también el instinto innato de ayudar al prójimo. Es un mérito que reclaman los
moralistas, cuando lo cierto es que ayudar a los demás forma parte de nuestra naturaleza. Y nos procura felicidad, no porque los hacedores del bien nos hayan inculcado un sentido moral de comportamiento, sino porque biológicamente estamos programados para el apoyo mutuo. El comportamiento cooperativo puede parecer altruista, pero en realidad es tan egoísta como el comportamiento competitivo. Si expresamos una sensación de felicidad por ejemplo ayudando a nuestros amigos, ellos es debido a que la evolución ha previsto que los miembros de la tribu se ayuden mutuamente como mecanismo de defensa contra el fracaso del grupo. Los miembros del grupo primitivo prosperaban exclusivamente gracias al éxito de la tribu, y esto exigía cooperación activa. La cooperación pasiva, obtenida con amenazas o intimidación, era insuficiente, y había que dar un paso más. En la actualidad, ese impulso de cooperación se observa en muy diversos contextos. El jefe despiadado (o corrupto, agregado mío) que, entre el palo y la zanahoria, siempre escoge el palo, suele ser un individuo desgraciado, incapaz por los motivos personales que sea de gozar de los placeres de la felicidad cooperativa.”
Ahora cuadran todas las cosas. ¿Por qué razón los que votaron por Calderón no salen a la calle a protestar? Porque la naturaleza les dio los genes que buscan la primera felicidad. Todo termina en el acto de votar. ¿Por qué los que votaron por AMLO salen a la calle? Por que benditos ellos, tienen el otro tipo de genes. Y entonces, me arriesgo a proponer las siguientes dos ecuaciónes: Los de derecha (Diego Cevallos, Manuel Espino, Santiago Creel, Abascal, Fox, Azuela, Calderón, etc., etc. ….) = mexicanos que
compiten para ser felices a costa de los demás. Los de izquierda (Sergio Pitol, Carlos Monsivais, Elena Poniatowska, Jesusa Rdz, AMLO … y millones de etcs.) = personajes mexicanos que cooperan para sacar adelante esa gran tribu que se llama México.
¡Un millón de éstos a la Convención Nacional!
Tengo la gran fortuna de estar en Paris desde enero de este año trabajando en una Escuela Superior francesa, pero la inmensa infortuna de ver a mi país, desde el otro lado del Atlántico, sumido en un conflicto político por causa del fraude electoral instrumentado por quien precisamente tenía que ser garante de las elecciones del pasado 2 de julio, el IFE. Y como no hay otra cosa que se pueda hacer desde acá, cuando menos escribo estas líneas para opinar yo también.
Durante algunos meses alquilé un departamento en una calle llamada Castillo del Agua, cercana a la Plaza de la República, plaza que alberga una imponente estatua que simboliza la gloria de la república francesa desde 1880, año donde llegaron al poder los republicanos de la mano de Jules Grévy. Un día de junio, vino a tocarme a mi puerta una mujer muy hermosa. Venezolana ella. Vengo a recoger unas cosas que me pidió Francisco, me dijo nomás abrí la puerta (Francisco es el dueño del departamento que por entonces andaba de viaje en Nueva York). Claro que la pasé. Siéntate, le pedí y le ofrecí algo de tomar. Le di las cosas que fue a buscar, se medio tomó lo que le di y me regaló una sonrisa de aquellas. Platicamos un rato de fútbol, pues el mundial estaba en su apogeo. Brasil jugaba esa noche. También platicamos de lo que hacía ella en Paris y de lo que hacía yo. Y después, salió el tema obligado, el asunto de las elecciones en México. Y me soltó: la verdad, espero que gane el candidato de la derecha, un tal Calderón. ¿Qué? Pregunté abriendo los ojos. Sí, me confirmó, yo soy de derecha. ¿De plano? Sí, de plano, ¿tú a quién le vas? Preguntó. Yo al del otro lado, le dije. ¿Sí? Mmh, yo antes era de izquierda, pero ya me cambié. Mira lo que está pasando en Francia, continuó, con esos holgazanes que salen a la calle a protestar porque no quieren el CPE (el Contrato del Primer Empleo, ley que el Primer Ministro de Francia, Villepin, propuso y el congreso aprobó, pero que el Presidente Chirac tuvo que enviar al cesto de la basura por las fuertes presiones en las calles: más de cinco millones en toda Francia). Y apoyas tú el CPE, le pregunté. Claro, me dijo. Los empresarios están en su derecho de cesar a sus empleados cuando lo consideren. Le miré su mirada azul, tomé aire y me quedé esperando a que se fuera.
Confieso, que cuando se fue esta mujer de la que ya ni recuerdo el nombre, me quedé abatido. Por primera vez en mi vida alguien me había dicho sin pelos en la lengua, y en mi cara, que era de derecha. He escuchado por todos lados: yo soy apolítico, yo soy cristiano, yo creo en el Señor, yo vengo de una familia de gente trabajadora, yo soy del PAN, yo no leo libros, etc. etc. Pero … ¡soy de derecha! Jamás. Así, con esa convicción que mostró esa venezolana tan linda.
Yo soy de izquierda sí he escuchado decir a medio mundo. Por la justicia, por ética, por humanismo, cada quién da su razón. ¿Y tú que eres, papá? Me preguntaban mis hijos cuando eran chicos: y el papá respondía, pues de izquierda, ¿qué más puedo ser? Pero siempre me quedaba pensando: ¿por qué uno es como es? ¿Por qué razón hay gente de derecha en todo el mundo? ¿Qué mueve a la gente a votar por un Berlusconi en Italia, por un Bush en EU, o por un Calderón en México? Digamos que el uno por ciento de la población mexicana vote por la derecha. Pues eso está bien. De eso se trata, ¿no? De poner a alguien en el poder para defender los privilegios.
¿Pero el resto? ¿Por qué hay gente que vota escindidamente por los candidatos de derecha aún cuando son asalariados mal pagados? ¿Por qué razón hay gente que está convencida que el PAN debe seguir gobernando, aun cuando gobierna para defender sólo un puñado de millonarios, y para hacer a otros de la nada, como los hijos de la mujer del presidente o los cuñados del candidato? Televisa y Televisión Azteca, y todos los spots reaccionarios, tienen parte de la culpa. Pero la gente que va al Zócalo también prende la tele. ¿No? Sabemos que la iglesia tiene otra parte de la culpa. Pero los que acampan en el Paseo de la Reforma también van a la iglesia. ¿No? Y entonces, ¿qué hace a millones de habitantes salir a las calles en la Ciudad de México para repudiar el fraude electoral? ¿Qué hace que miles de personas duerman en tiendas en el Paseo de la Reforma para protestar? Hace frío en el DF, sobre todo en las madrugadas. Y ahí están.
Pero todavía peor… ¿qué hace a siete dizque magistrados, otrora dizque académicos y jueces honestos e impolutos, convalidar un fraude clarísimo? ¿Qué cosa hay en la mente de Calderón que lo hace decir con amplia sonrisa que ganó en buena lid? ¿Qué hay ahí adentro, en la cabecita? López Obrador le dijo un día a Víctor Trujillo: es que del lado izquierdo está el corazón. ¿O sea que Calderón lo tiene en el lado derecho? Chaparrito, pelón y con lentes, y además con el corazón del otro lado.
A mí que me expliquen los que saben de esto. Otra vez. Por qué razón hay, en una misma familia, una Loeza (Guadalupe, la novelista) que seguro votó por AMLO y otra (Soledad, la del Colegio de México) que seguro votó por FECAL. ¿Por qué razón hay un abuelo Azuela, escritor y revolucionario, y un nieto Azuela, religioso, presidente de la Suprema Corte de Justicia, y que voltea los ojos hacia el cielo, o a la virgen que seguro tiene en su casa, para no ver la cochinada que ha hecho el IFE? ¿De dónde le salió a Madrazo (padre), el Madrazo (hijo)? Carajo, ¿por qué hay un Proceso y unas Letras Libres? ¿Por qué hay dos Cervantes, uno (Sergio Pitol) defendiendo con hombría sus convicciones y otro (Carlos Fuentes), calladito, sin opinar después del fraude. Nuestro otro Cervantes ya está muerto (Paz) pero también se hubiera callado o hubiera convalidado el fraude como su secretario Enrique Krauze. Mientras un Monsivais o alguien picudo como él, no me explique esto, con palabras sencillas, yo me quedo en las nubes. Pero como no me gusta eso, ni hacer preguntas en el aire sin contestarlas (para eso está Denise Dresser), recurro por lo pronto a una teoría evolucionista que encontré en un libro muy cuerdo e inteligente que compré hace poco. Andaba yo pajareando en una librería justo el día que le dieron el Cervantes a Sergio Pitol y lo vi (no a Pitol, uuuy, ese hubiera sido todo un honor, sino al libro). El libro se llama: La Naturaleza de la Felicidad, y su autor es Desmond Morris, el famoso etnólogo y zoologista inglés que escribió el Mono Desnudo y el Zoo Humano hace varias décadas. Confieso que este tipo de títulos de entrada me sacan un poco de roña, pero igual lo compré. Y después de una lectura, le di otra. Ahora creo comprender algunas cosas.
Morris escribe que existen varios tipos de felicidades, pero aquí, vienen a cuento sólo dos: la felicidad competitiva y la felicidad cooperativa. La primera se obtiene al triunfar sobre un rival independientemente de cómo se haya vencido. La más perversa definición de felicidad que he encontrado, dice Morris, es: “La felicidad es una sensación agradable que surge al contemplar la desgracia ajena”. Y continúa, “generalmente la crueldad procede de lo más alto de la jerarquía social y termina en la parte inferior de la misma”. La felicidad cooperativa es la otra cara de la moneda. “Siempre hemos tenido que compensar la competitividad con la cooperación porque, como animales tribales que somos, pocas veces
habríamos logrado el éxito como individuos solitarios. Con el profundamente asentado impulso de triunfar hemos heredado también el instinto innato de ayudar al prójimo. Es un mérito que reclaman los
moralistas, cuando lo cierto es que ayudar a los demás forma parte de nuestra naturaleza. Y nos procura felicidad, no porque los hacedores del bien nos hayan inculcado un sentido moral de comportamiento, sino porque biológicamente estamos programados para el apoyo mutuo. El comportamiento cooperativo puede parecer altruista, pero en realidad es tan egoísta como el comportamiento competitivo. Si expresamos una sensación de felicidad por ejemplo ayudando a nuestros amigos, ellos es debido a que la evolución ha previsto que los miembros de la tribu se ayuden mutuamente como mecanismo de defensa contra el fracaso del grupo. Los miembros del grupo primitivo prosperaban exclusivamente gracias al éxito de la tribu, y esto exigía cooperación activa. La cooperación pasiva, obtenida con amenazas o intimidación, era insuficiente, y había que dar un paso más. En la actualidad, ese impulso de cooperación se observa en muy diversos contextos. El jefe despiadado (o corrupto, agregado mío) que, entre el palo y la zanahoria, siempre escoge el palo, suele ser un individuo desgraciado, incapaz por los motivos personales que sea de gozar de los placeres de la felicidad cooperativa.”
Ahora cuadran todas las cosas. ¿Por qué razón los que votaron por Calderón no salen a la calle a protestar? Porque la naturaleza les dio los genes que buscan la primera felicidad. Todo termina en el acto de votar. ¿Por qué los que votaron por AMLO salen a la calle? Por que benditos ellos, tienen el otro tipo de genes. Y entonces, me arriesgo a proponer las siguientes dos ecuaciónes: Los de derecha (Diego Cevallos, Manuel Espino, Santiago Creel, Abascal, Fox, Azuela, Calderón, etc., etc. ….) = mexicanos que
compiten para ser felices a costa de los demás. Los de izquierda (Sergio Pitol, Carlos Monsivais, Elena Poniatowska, Jesusa Rdz, AMLO … y millones de etcs.) = personajes mexicanos que cooperan para sacar adelante esa gran tribu que se llama México.
¡Un millón de éstos a la Convención Nacional!
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