Sam VII - - A proposito de la nota en el blog sobre lo que cuestan nuestros diputados al pais, aqui les envio un texto sobre el tema que espero encuentren de interes. - - Saludos, - - Steve
Por regla general, la psicología de nuestros diputados, los de todos los países latinoamericanos, es lastimosamente desconsoladora. Obtusos por naturaleza, o por incultura, los diputados hispanoamericanos reducen toda su labor legislativa a asistir, más o menos irregularmente, a las sesiones; a leer periódicos insulsos, o su correspondencia particular en aquellos contados momentos en que debían tener fija su atención en los asuntos que son materia de estudio del Congreso, cuando no a contarse chistes, o a politiquear.
Alcides Argüedas, el viril escritor boliviano, con esa sagacidad psicológica que le caracteriza, ha hecho del diputado de su patria, que no es peor que el de nuestros otros pueblos, un retrato intelectual y moral que merece, por venir como de perlas, ser revelado «En pocas palabras». Escribe Argüedas—mutatis mutandi—:
“El diputado mexicano surge de centros absolutamente nulos para la acción, y no es el diestro conocedor de las necesidades del país; tampoco el estudioso erudito en la ciencia política y menos el agricultor o comerciante susceptible de hablar, pensar, discutir y gobernar mediante las sanas advertencias de un sentido patriótico y práctico, no; son abogadillos de vasta clientela mestiza; empleados o parientes de empleados oficiales; tinterillos vacuos y rimbombantes, cuya sola habilidad consiste en halagar los instintos de las muchedumbres y atraerse—por lo tanto—su simpatía. Una vez elegidos, ingresan a las Cámaras y comienza para ellos una vida distinta a su ordinaria vida: se les rodea de consideraciones a que no están acostumbrados; se les agasaja con banquetes; no se les quita el tratamiento de ‘honorables’; reciben toda clase de distinciones de las clases letradas, preocupadas de rendir vasallaje a quienes pueden hacerles un favor; se les adula y engríe, y si son locuaces, casi todos los son, (¡pero de qué manera!), se hacen aplaudir por las turbas, y esto les enorgullece y les hincha, porque se les figura que es consagración de sus méritos y justa valorización de sus hermosas cualidades.
Ignorantes de su nulidad, todo lo desdeñan salvo lo relativo a la política; y les gusta darse importancia cuando hablan de “los grandes intereses del partido.”
N.del E.— El retrato no puede ser más exacto, ni más magistralmente trazado. Lo anterior, y algo más, es el retrato de nuestros pobres diputados mexicanos, en su gran mayoría.
Alcides Argüedas, el viril escritor boliviano, con esa sagacidad psicológica que le caracteriza, ha hecho del diputado de su patria, que no es peor que el de nuestros otros pueblos, un retrato intelectual y moral que merece, por venir como de perlas, ser revelado «En pocas palabras». Escribe Argüedas—mutatis mutandi—:
“El diputado mexicano surge de centros absolutamente nulos para la acción, y no es el diestro conocedor de las necesidades del país; tampoco el estudioso erudito en la ciencia política y menos el agricultor o comerciante susceptible de hablar, pensar, discutir y gobernar mediante las sanas advertencias de un sentido patriótico y práctico, no; son abogadillos de vasta clientela mestiza; empleados o parientes de empleados oficiales; tinterillos vacuos y rimbombantes, cuya sola habilidad consiste en halagar los instintos de las muchedumbres y atraerse—por lo tanto—su simpatía. Una vez elegidos, ingresan a las Cámaras y comienza para ellos una vida distinta a su ordinaria vida: se les rodea de consideraciones a que no están acostumbrados; se les agasaja con banquetes; no se les quita el tratamiento de ‘honorables’; reciben toda clase de distinciones de las clases letradas, preocupadas de rendir vasallaje a quienes pueden hacerles un favor; se les adula y engríe, y si son locuaces, casi todos los son, (¡pero de qué manera!), se hacen aplaudir por las turbas, y esto les enorgullece y les hincha, porque se les figura que es consagración de sus méritos y justa valorización de sus hermosas cualidades.
Ignorantes de su nulidad, todo lo desdeñan salvo lo relativo a la política; y les gusta darse importancia cuando hablan de “los grandes intereses del partido.”
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N.del E.— El retrato no puede ser más exacto, ni más magistralmente trazado. Lo anterior, y algo más, es el retrato de nuestros pobres diputados mexicanos, en su gran mayoría.
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