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22 octubre 2006

:: Maestra nos envía colaboraciones ¡QUÉ ERROR!

Sin dudarlo esta labor la hacemos todos y cada segundo que invierten nuestros lectores no solo en leer SINO EN MOVERSE TAMBIÉN AL NIVEL DE COLABORADORES. ESA ES LA ACTITUD CORRECTA PORQUE LA INVERSIÓN ES POR LA DEMOCRACIA, seguiremos así, organizados y decididos a cambiar México. ¡S I SE PUEDE, SE PUEDE CUANDO SE QUIERE!

Los encontré en el sendero del peje, y con mucho gusto les envío algunos textos sobre los acontecimientos que despertaron la indignación del pueblo de México. Soy maestra y dejé de laborar en el sistema educativo nacional porque me harté de tanta burocracia, creo, como ustedes, que hay otros espacios para enseñar y aprender. ¿Cómo no renegar de las instituciones corruptas si gracias a ellas el país está como está? Cuenten conmigo, y yo con ustedes para lograr un cambio verdadero.

Atentamente.

Patricia Romana Bárcena
Subdirectora de la revista Al Margen
www.almargen.net




VA EL PRIMER TEXTO DE CUATRO QUE ENVIÓ, LOS ESTAREMOS PUBLICANDO EN LA SEMANA.


¡QUÉ ERROR!


Fue un grave error no atender a las palabras de uno de los hombres que se ha ganado un prestigio entre los mexicanos por su congruencia y su espíritu didáctico, me refiero a lo que escribió Lorenzo Meyer el día 6 de julio en su columna del periódico Reforma, y que fue ignorado por Felipe Calderón y sus seguidores. El maestro Meyer inició con un pensamiento referido a Stalingrado durante el enfrentamiento de la izquierda contra una derecha recalcitrante.

“Si cuando despertemos de esta pesadilla la derecha sigue donde ha estado -en el poder- le conviene no confrontar a una izquierda que mantenga vivos agravios vistos como legítimos por una parte importante de la sociedad”.

Si es grave la utilización del aparato del gobierno para perpetrar un fraude electoral, más aún lo es mantener una actitud prepotente ante los millones de mexicanos que no elegimos a Felipe Calderón como presidente de México. Nuestra respuesta obligada era un rechazo contundente ante la imposición. El movimiento de resistencia civil pacífica que encabeza Andrés Manuel López Obrador ante el agravio al pueblo, no sólo a su persona, es una muestra de buena voluntad, aunque los periodistas y analistas políticos digan lo contrario. Menospreciar la movilización y la determinación de una Convención Nacional Democrática surgida de las bases es la declaración de una guerra ideológica que puede desembocar en brotes de violencia incontrolables. ¿O acaso los orquestadores del fraude se han creído ellos mismos sus mentiras? La ofensa sube de tono todos los días ante cada acción de los prianistas y sus voceros. Los medios de comunicación, en su mayoría, se alinearon y mantienen la cabeza en un agujero, como el avestruz, pero eso no significa que desaparezca la protesta ni los millones de inconformes.


Los legisladores afinan sus posiciones ante la privatización de los energéticos, la educación, la salud y el agua, entre otras que traen entre manos. Los posibles integrantes del gabinete empiezan a hacer efectivos sus cheques en blanco. Los empresarios afilan las uñas, los políticos salientes están al pendiente de que no se les toque ni con el pétalo de una rosa, empezando por la familia presidencial que se lleva la gran tajada. Suponían que, mientras tanto, nosotros nos chuparíamos el dedo o nos consolaríamos unos a otros por la supuesta derrota. Pasaron ya los tiempos de los arreglos en lo oscurito para legitimar un fraude. El fenómeno social que generó Andrés Manuel, por su inquebrantable honestidad, va de menos a más. Por cierto, el artículo del maestro Meyer al que me referí al principio se titula: “La guerra no ha terminado”.
Efectivamente, la guerra no ha terminado, si acaso podemos temporalizarla diremos que apenas comienza. Felipe Calderón sigue sin reconocer que el daño que provocó a la sociedad con una campaña tan sucia se revertirá en su contra. Para los mexicanos comprometidos con la deuda histórica que se tiene con los pobres del país resulta indignante que el presidente electo se presente en una comida dominguera con la pareja presidencial, en un lujoso hotel de la capital con representantes de distintas elites de la sociedad, en una entrevista frívola de televisión o en reuniones a puerta cerrada con empresarios e inversionistas extranjeros, y que deje para después, o nunca, el contacto con el pueblo poniendo como pretexto su seguridad personal mediante operativos de seguridad y vallas metálicas. En todas sus reuniones cerradas declara tontamente que habrá acuerdos con los que estén dispuestos a olvidar la contienda electoral que ya forma parte del pasado, para él, y que se interesen por el México triunfador que sigue prometiendo como si estuviera todavía en campaña.


No habrá México triunfador si las condiciones de injusticia, inseguridad, pobreza, educación y dignidad humana prevalecen tan descaradamente.


Cada paso que da Felipe Calderón y cada palabra que pronuncia siguen siendo una ofensa para esa mayoría que no lo eligió, y que está dispuesta a tomar otro camino. Felipe Calderón sabe perfectamente la capacidad de la gente para reclamar sus derechos, y más aún cuando se encuentra organizada. En todo caso lo primero que se requiere para transformar al país es organización. La fuerza puede ser resultado de la unión, no sólo del poder económico.


La izquierda en este país caminó a paso lento, pero mostró un gran avance en los últimos años. Se enriqueció al cumplir sus compromisos con la gente. Podrán decir misa los panistas y los priístas empecinados en descalificar la labor de Andrés Manuel como Jefe de Gobierno del Distrito Federal, pero el resultado fue significativo para los millones de ciudadanos beneficiados con los programas sociales que puso en marcha, porque la gente, además de recibir el beneficio, se sintió valorada. Experiencia muy distinta a la de recibir dádivas a cambio de un triste voto. La izquierda avanzó también porque se enriqueció con la incorporación de gente valiosa, pensante, sensible y humana. No me refiero a los cuadros atacados constantemente por los adversarios sino a esa gente que despertó de su letargo y que se decidió a tomar partido en la defensa de los derechos de otros, no sólo en su bienestar personal. De ese calibre es la gente que integra la resistencia civil pacífica y la Convención Nacional Democrática; profesionistas cansados de luchar contra las instituciones obsoletas y la corrupción de sus dirigentes, trabajadores que han dedicado su vida a empresas que no retribuyen su dedicación y su esfuerzo, intelectuales conscientes de la realidad e incrédulos de las mismas promesas, artistas comprometidos con la comunicación espiritual a la que conduce el arte, desempleados desprotegidos y orillados a subsistir con migajas, pequeños empresarios reventados por la burocracia y los impuestos, maestros convencidos de la educación de calidad cualitativa y no cuantitativa, ancianos olvidados, discapacitados discriminados, madres de familia preocupadas por el futuro de sus hijos, jóvenes expulsados del nivel medio y superior, indígenas menospreciados por el sistema, campesinos desplazados, enfermos desprovistos de ayuda profesional para mitigar su dolor, comerciantes informales acechados, en fin, la lista es interminable. Somos, cada uno, la representación de un pueblo humillado por la opulencia de sus gobernantes y la impunidad ante sus excesos.


Qué error de Felipe Calderón creer que lo que dicen los medios de comunicación (coludidos con los grandes intereses económicos) es la realidad de México. Esos aplausos en auditorios blindados no son más que la muestra de que los que ahí lo festejan están esperando su recompensa. La autoridad no la da el poder económico, señor Calderón, la autoridad se gana con el conocimiento, y usted no sabe lo suficiente para dirigir a un país rico en historia y cultura. Su frivolidad alcanza una gloria hecha de espuma que, en su esencia, no es más que un quedar bien unos con otros para conservar privilegios, mientras al pueblo se lo sigue llevando la chingada.


Qué error pensar en un futuro incierto (a 30 años) cuando no se tienen seguros, en el presente, una tortilla con frijoles, pan y café negro para más del 60% de los mexicanos. Es grande su ignorancia, pero eso no justifica su pretensión de arriesgar lo único que puede ayudarnos a seguir adelante: la paz social.



Y EFECTIVAMENTE TAMBIÉN ESTAMOS COLABORANDO EN EL SENDERO DEL PEJE, LO DIGO DE NUEVO GRACIAS A VICTOR HERNÁNDEZ POR LA INVITACIÓN, ES UN HONOR CONTRIBUIR EN ESE BLOG!!! ESTO SIGNIFICA UN PASO MÁS EN LO PERSONAL Y EN EL APOYO QUE MUCHA GENTE ME HA BRINDADO HASTA AHORA, SEGUIRÉ EN LA MISMA LINEA DE HACER ESTA LUCHA NO PARA QUE ME HAGAN UN MONUMENTO SINO PARA QUE ALGUN DIA TODOS LE HAGAMOS UN MONUMENTO A LA DEMOCRACIA Y LA PODAMOS GOZAR TODOS AL 100% ¡ASÍ SERÁ!

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