Daniel Lizárraga
Inviertan en México, inviertan en México, inviertan en México... El estribillo fue la tónica, la súplica en la primera gira por Europa del presidente Felipe Calderón. Con su país de Power Point en la computadora, el mandatario se desvivió invitando a los grandes dueños del dinero a que lo inviertan aquí, “la tierra de la gran promesa”... Esa tierra que –mientras él viajaba y le picaba la cresta a los gobiernos de Brasil, Bolivia y Venezuela– protestaba por la carestía de los productos básicos y los fiascos alcistas de su gobierno.
DAVOS, SUIZA.– A un vertiginoso ritmo de trabajo –45 reuniones en siete días–, Felipe Calderón buscó afanosamente enganchar a México en los trenes del libre mercado mundial y en las economías abiertas.
En ese lapso, el mandatario dijo ante sus interlocutores que el país cuenta con una fuerza laboral juvenil creciente y abundante, con 11 mil kilómetros de litorales y 142 millones de hectáreas forestales, y les presumió incluso que somos el cuarto productor mundial de petróleo.
Aún no tenía dos meses en Los Pinos y Calderón ya estaba prometiendo a los ejecutivos y socios de los consorcios de Alemania, Suiza, Gran Bretaña y España un “plan maestro de infraestructura” para que inviertan en México en carreteras, aeropuertos, ferrocarriles y puertos; en suma, en todo lo que permitan la Constitución y las leyes nacionales.
Para garantizar las inversiones, Calderón omitió mencionar las restricciones. Fiel a las reglas del libre mercado, se encargó personalmente de garantizar a los hombres de negocios “impuestos más simples y competitivos”, así como simplificar los trámites para establecer empresas.
De buen talante, el presidente repetía un estribillo en cada uno de los hoteles, recintos oficiales y auditorios que pisaba en su primera gira por Europa: “México no es la tierra prometida, sino la tierra del futuro”. También lo hizo en Davos, Suiza, durante su intervención en el Foro Económico Mundial 2007, que reúne cada año a más de 2 mil líderes empresariales, políticos, así como a jefes de Estado, académicos, representantes de la sociedad civil y personajes del mundo de la cultura y los espectáculos.
Y fue precisamente en ese foro donde Calderón recibió aplausos. Presentó la ponencia México, un país con futuro, en la que incluyó un apartado titulado “Plena aplicación de estado de derecho”; en éste puntualizó que, para dar certidumbre jurídica, su gobierno puso en marcha operativos militares para combatir el tráfico de drogas, extraditó a 15 narcotraficantes a Estados Unidos y, sobre todo, hará cumplir la ley.
En la sesión plenaria llamada Conversación con Felipe Calderón Hinojosa, presidente de México, enfatizó: “Y no he escatimado esfuerzos ni vamos a escatimar recursos públicos para hacer valer toda la fuerza del Estado para rescatar la seguridad de los mexicanos y de quien invierte, apuesta y cree en México. Por eso hemos puesto un hasta aquí al control que capos de la droga tenían en muchas cárceles del país y que eran demandados por la justicia americana”.
Antes, en Berlín, y acompañado de la canciller federal alemana Angela Merkel, marcó una frontera entre los derechos humanos y la estricta aplicación de la ley:
“(…) Seré además respetuoso de los derechos humanos, y todas las observaciones que se hagan a este respecto van a tener un puntual seguimiento e investigación, pero no debe confundirse la vigencia de los derechos humanos con la ausencia de la ley, o la incapacidad o la imposibilidad de que el Estado cumpla con su deber”.
Y así, mientras a grandes empresarios como Bill Gates les mostraba la mano dura de su gobierno, ante los dirigentes de las potencias europeas se presentó como el nuevo líder de América Latina, dispuesto a ser un contrapeso del modelo populista impulsado por el venezolano Hugo Chávez.
De nuevo, el recurso del miedo
Desde que aterrizó en medio de una nevada en el aeropuerto de Tegel de la capital alemana el 25 de enero, hasta que despegó del aeropuerto de Barajas, en Madrid, el 30 de enero, Calderón recurrió a la estrategia utilizada en su campaña electoral contra Andrés Manuel López Obrador, su principal adversario.
Cuando Calderón atacó a López Obrador, pintándolo como “un peligro para México” por su proclividad a los modelos económicos populistas, lo comparó precisamente con el mandatario venezolano.
Ahora, ya como presidente, Calderón intentó dar tranquilidad a los inversionistas en Davos, al criticar las políticas de nacionalizaciones y expropiaciones recientes en Venezuela y en Bolivia impulsadas por los presidentes Chávez y Evo Morales, respectivamente.
“Nuestro dilema no está entre izquierdas y derechas –dijo–. Tenemos que decidir si volvemos a la época de las nacionalizaciones o fortalecemos las democracias, que es el camino del futuro, o decidimos por medio de regímenes dictatoriales del pasado. O vamos a promover mercados cada vez más rápidos y cada vez más diversos, inversiones cada vez más globales, o vamos a volver a regímenes del pasado, a economías cerradas y centralmente planificadas, controladas por el gobierno a través de expropiaciones”.
Optimista, Calderón aderezó su discurso ante empresarios con pasajes bíblicos, en los que se comparó con el profeta Moisés. Durante la sesión plenaria titulada América Latina amplía sus horizontes, organizada también en Davos, expuso: “Después de dos o tres décadas de reformas la gente está cansada, porque la pobreza sigue ahí, porque se está deteriorando el medio ambiente. Eso me recuerda un poco el pasaje del éxodo de Moisés y su pueblo después de cruzar el Mar Rojo. Todavía estaban en el desierto, no habían visto nada de tierra prometida y estaban pensando seriamente si no sería mejor vivir otra vez bajo el yugo del faraón”.
Y, después de esa reflexión, volvió al discurso político. “Me parece que la discusión es decidir entre el pasado y el futuro. El problema es si apostamos por la democracia o vamos hacia atrás y permitimos que regresen a América Latina dictaduras personales vitalicias”, dijo durante el debate con el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Inzulsa.
Sin embargo, esas críticas de Calderón contra los mandatarios que nacionalizan capitales extranjeros no son nuevas. Las ha repetido desde hace varios meses. El pasado 16 de enero, por ejemplo, en su visita a El Salvador el presidente advirtió: “Qué lástima que en otras partes del mundo se apliquen medidas que impliquen la pérdida de patrimonio y que se haya hecho de manera arbitraria”.
A pesar de los ataques de Calderón al mandatario venezolano, éste le respondió el 29 de enero, cuando lo llamó “caballerito” y le exigió respeto. El equipo calderonista, aún de gira por Europa, no se inmutó; por el contrario, parecía que estaba esperando esa reacción al grado de que, fuera de agenda, alquiló un pequeño salón en el hotel Dorchester –uno de los más caros del mundo– a fin de que el mandatario mexicano replicara al sudamericano, a quien comedidamente invitó a dialogar.
Ese día, por la mañana, poco antes de su breve alocución, Calderón vigiló personalmente la logística: pidió que el micrófono estuviera colocado a su altura; incluso les dijo a los técnicos que se pusiera una pequeña mampara con el escudo nacional en un lugar visible para las cámaras de televisión.
Fue tal el esmero que mostró que cuando se percató de que la grabación fue interrumpida durante unos segundos por el sonido de un celular, Calderón hizo una pausa y repitió los últimos dos párrafos, “para evitar el desconcierto”.
Geopolítica calderonista
En su presentación en Power Point, ofrecida en inglés en el seminario sobre Oportunidades de la inversión con la Confederación de Industrias Británicas y la UK Trade and Investment, Calderón aseguró que México está ubicado exactamente en el centro del mundo.
Y así lo demostró al presentar en una pantalla un mapa en el cual el territorio mexicano aparece, efectivamente, en el centro. En esta singular configuración geográfica, Norteamérica se ubicaba arriba, seguida de Centro y Sudamérica; sin embargo Asia quedaba a la izquierda, mientras Europa se localizaba a la derecha.
Calderón aseguró que dicho reordenamiento estaba plenamente justificado desde el punto de vista económico: “tenemos 11 mil kilómetros de costa con el Pacífico, y también con el Atlántico”, dijo. Por lo tanto, añadió, hay maneras fáciles de conectarse con las economías asiáticas emergentes, así como con Europa y Latinoamérica.
Y fue incisivo cuando pidió a los empresarios invertir en México: “Hay muchos productos británicos que pagan impuestos cuando se exportan a Estados Unidos; pero los productores establecidos en México no pagan esos impuestos y eso les permitiría tener una ventaja muy importante a ustedes”.
Y repitió el estribillo ante los inversionistas de la HSBC Holdings –el segundo grupo financiero más poderoso del mundo– y de la British American Tobbaco –la primera tabacalera en el ámbito internacional. Además, les habló de lo atractivo que sería llevar capitales a México, que cuenta con una rica biodiversidad.
“Tenemos desde desiertos, zonas tropicales, montañas, playas. México es un país impresionante, con mucho potencial desde el punto de vista de recursos naturales”, manifestó.
La vehemencia de sus discursos motivó elogios entre empresarios y los líderes políticos europeos, así como de la prensa de los países que visitó.
También, la tarde del 29 de enero en Londres, en perfecto inglés y vestido con un impecable traje azul, les dijo a los inversionistas que México tiene una población mayoritariamente joven. “Y se trata de un punto clave –expresó–. ¿Por qué? Las personas que trabajan en México, las personas activas, serán mayores que los jóvenes y las personas mayores combinadas. Esto significa que en México hay un gran potencial en las próximas dos décadas para reforzar el crecimiento”.
La canciller alemana, Angela Merkel, dijo: “México es el socio comercial más importante dentro de la Unión Europea para Alemania, y ahora México está entre las primeras 15 economías más importantes del mundo. México –repitió– se ha dedicado a la apertura económica y eso refleja la visión que tengo con América Latina”.
De manera similar se expresó el primer ministro británico, Anthony Blair: “Sin faltar al respeto de otros países, las políticas que el presidente Calderón está adoptando, las referentes al reforzamiento de la economía, el atraer inversiones y el asegurarse de mejores servicios a la población llevan a la prosperidad”.
Y también el presidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero: “México tiene el liderazgo en Iberoamérica para la construcción de esa integración de la región. Lo tiene por peso demográfico, por peso económico, por peso cultural y, sobre todo, por voluntad en torno a Iberoamérica. Y siempre España ha visto a México como la referencia del liderazgo para la construcción de Iberoamérica, y por supuesto que ese liderazgo va seguir en esta etapa con el presidente Calderón. Así lo reconocemos desde España y así trabajaremos conjuntamente con México”.
Y es que buena parte de esos respaldos los consiguió Calderón haciéndose pasar como el mandatario indicado para detener el avance del populismo, tal como lo hizo al derrotar a su principal adversario en los comicios presidenciales: Andrés Manuel López Obrador.
Ante los empresarios y jefes de Estado reunidos en el Foro Económico Mundial de Davos, Calderón advirtió que esa batalla –en contra de los regímenes del pasado– es la decisión que tuvo que tomar México el pasado 2 de julio en las elecciones.
Para tranquilizar a ejecutivos y dueños de las automotrices transnacionales en Alemania, destacó que aunque se trató de unos comicios muy cerrados, al final del camino México está en paz.
“El resultado fue una muestra de la solidez, de la fortaleza de nuestras instituciones democráticas, aunque debo aclarar que yo gané por un margen de votos superior al de la señora Angela Merkel… es importante hacer esa aclaración”, comentó en una rueda de prensa conjunta con la canciller alemana.
Y, en otra rueda de prensa, ahora en Davos, le preguntaron si Luiz Inácio Lula da Silva podría convencerlo de no tener miedo a Hugo Chávez y a Evo Morales. Respondió: “Yo no tengo en lo absoluto miedo a ningún funcionario… pero el asunto es qué opinan los inversionistas respecto a los gobernantes de esos países”.
Y agregó: “Hablé con directivos de Siemens-Alemania, he hablado con directivos de Daimler-Chrysler (y ellos dijeron) que no sólo van a continuar las inversiones por varios cientos de millones de dólares que tienen en curso, sino que están pensando incrementarlas incluso.
“Y la verdad estoy muy contento. Tan sólo las empresas globales con las que me he reunido tienen proyectos para el primer trimestre del año de más de 4 mil millones de pesos y, desde luego, esto seguramente se incrementará a lo largo del año”.
Pero su propio secretario de Economía, Eduardo Sojo, lo desmintió horas después en Londres, cuando negó que esos 4 mil millones de pesos anunciados por Calderón como futuras inversiones fueran producto de esta gira. Y explicó que dicho monto fue acordado con directivos de empresas transnacionales que visitaron Los Pinos el pasado 18 de enero.
Entrometido
En su recorrido por Berlín, Londres y Madrid, Calderón tuvo que enfrentar los actos de protesta por su política de violación de los derechos humanos en Oaxaca y por el controvertido resultado electoral que finalmente le favoreció. Sin embargo, el presidente se mostró desdeñoso. Sólo hizo referencia a una de esas expresiones de repudio, en Berlín, cuando dijo que ni siquiera estuvo enterado del asunto. Iba acompañado por la canciller Merkel.
Una reportera de la agencia EFE hizo una pregunta sobre la cancelación de una reunión con industriales en la Casa de la Economía Alemana:
–¿Me gustaría saber si fue una decisión exagerada o estamos ante un Idomeneo?
–¿Un qué? –preguntó Calderón a la reportera, lazándole una dura mirada.
–Idomeneo... pero la pregunta va dirigida a la señora canciller –atajó.
–Pero yo también le voy a contestar. Nada más quiero saber qué es eso –insistió Calderón.
–Idomeneo fue una ópera de Mozart cancelada por miedo a la amenaza integrista –explicó rápidamente la reportera.
Antes de que la canciller contestara, Felipe Calderón negó que el evento hubiera sido cancelado. “Simplemente le informo a la canciller que mi programa se desarrolló ciertamente en un lugar distinto al originalmente previsto, ignoro por qué razones, pero me fue bastante bien”, añadió. Merkel permaneció callada.
Inviertan en México, inviertan en México, inviertan en México... El estribillo fue la tónica, la súplica en la primera gira por Europa del presidente Felipe Calderón. Con su país de Power Point en la computadora, el mandatario se desvivió invitando a los grandes dueños del dinero a que lo inviertan aquí, “la tierra de la gran promesa”... Esa tierra que –mientras él viajaba y le picaba la cresta a los gobiernos de Brasil, Bolivia y Venezuela– protestaba por la carestía de los productos básicos y los fiascos alcistas de su gobierno.
DAVOS, SUIZA.– A un vertiginoso ritmo de trabajo –45 reuniones en siete días–, Felipe Calderón buscó afanosamente enganchar a México en los trenes del libre mercado mundial y en las economías abiertas.
En ese lapso, el mandatario dijo ante sus interlocutores que el país cuenta con una fuerza laboral juvenil creciente y abundante, con 11 mil kilómetros de litorales y 142 millones de hectáreas forestales, y les presumió incluso que somos el cuarto productor mundial de petróleo.
Aún no tenía dos meses en Los Pinos y Calderón ya estaba prometiendo a los ejecutivos y socios de los consorcios de Alemania, Suiza, Gran Bretaña y España un “plan maestro de infraestructura” para que inviertan en México en carreteras, aeropuertos, ferrocarriles y puertos; en suma, en todo lo que permitan la Constitución y las leyes nacionales.
Para garantizar las inversiones, Calderón omitió mencionar las restricciones. Fiel a las reglas del libre mercado, se encargó personalmente de garantizar a los hombres de negocios “impuestos más simples y competitivos”, así como simplificar los trámites para establecer empresas.
De buen talante, el presidente repetía un estribillo en cada uno de los hoteles, recintos oficiales y auditorios que pisaba en su primera gira por Europa: “México no es la tierra prometida, sino la tierra del futuro”. También lo hizo en Davos, Suiza, durante su intervención en el Foro Económico Mundial 2007, que reúne cada año a más de 2 mil líderes empresariales, políticos, así como a jefes de Estado, académicos, representantes de la sociedad civil y personajes del mundo de la cultura y los espectáculos.
Y fue precisamente en ese foro donde Calderón recibió aplausos. Presentó la ponencia México, un país con futuro, en la que incluyó un apartado titulado “Plena aplicación de estado de derecho”; en éste puntualizó que, para dar certidumbre jurídica, su gobierno puso en marcha operativos militares para combatir el tráfico de drogas, extraditó a 15 narcotraficantes a Estados Unidos y, sobre todo, hará cumplir la ley.
En la sesión plenaria llamada Conversación con Felipe Calderón Hinojosa, presidente de México, enfatizó: “Y no he escatimado esfuerzos ni vamos a escatimar recursos públicos para hacer valer toda la fuerza del Estado para rescatar la seguridad de los mexicanos y de quien invierte, apuesta y cree en México. Por eso hemos puesto un hasta aquí al control que capos de la droga tenían en muchas cárceles del país y que eran demandados por la justicia americana”.
Antes, en Berlín, y acompañado de la canciller federal alemana Angela Merkel, marcó una frontera entre los derechos humanos y la estricta aplicación de la ley:
“(…) Seré además respetuoso de los derechos humanos, y todas las observaciones que se hagan a este respecto van a tener un puntual seguimiento e investigación, pero no debe confundirse la vigencia de los derechos humanos con la ausencia de la ley, o la incapacidad o la imposibilidad de que el Estado cumpla con su deber”.
Y así, mientras a grandes empresarios como Bill Gates les mostraba la mano dura de su gobierno, ante los dirigentes de las potencias europeas se presentó como el nuevo líder de América Latina, dispuesto a ser un contrapeso del modelo populista impulsado por el venezolano Hugo Chávez.
De nuevo, el recurso del miedo
Desde que aterrizó en medio de una nevada en el aeropuerto de Tegel de la capital alemana el 25 de enero, hasta que despegó del aeropuerto de Barajas, en Madrid, el 30 de enero, Calderón recurrió a la estrategia utilizada en su campaña electoral contra Andrés Manuel López Obrador, su principal adversario.
Cuando Calderón atacó a López Obrador, pintándolo como “un peligro para México” por su proclividad a los modelos económicos populistas, lo comparó precisamente con el mandatario venezolano.
Ahora, ya como presidente, Calderón intentó dar tranquilidad a los inversionistas en Davos, al criticar las políticas de nacionalizaciones y expropiaciones recientes en Venezuela y en Bolivia impulsadas por los presidentes Chávez y Evo Morales, respectivamente.
“Nuestro dilema no está entre izquierdas y derechas –dijo–. Tenemos que decidir si volvemos a la época de las nacionalizaciones o fortalecemos las democracias, que es el camino del futuro, o decidimos por medio de regímenes dictatoriales del pasado. O vamos a promover mercados cada vez más rápidos y cada vez más diversos, inversiones cada vez más globales, o vamos a volver a regímenes del pasado, a economías cerradas y centralmente planificadas, controladas por el gobierno a través de expropiaciones”.
Optimista, Calderón aderezó su discurso ante empresarios con pasajes bíblicos, en los que se comparó con el profeta Moisés. Durante la sesión plenaria titulada América Latina amplía sus horizontes, organizada también en Davos, expuso: “Después de dos o tres décadas de reformas la gente está cansada, porque la pobreza sigue ahí, porque se está deteriorando el medio ambiente. Eso me recuerda un poco el pasaje del éxodo de Moisés y su pueblo después de cruzar el Mar Rojo. Todavía estaban en el desierto, no habían visto nada de tierra prometida y estaban pensando seriamente si no sería mejor vivir otra vez bajo el yugo del faraón”.
Y, después de esa reflexión, volvió al discurso político. “Me parece que la discusión es decidir entre el pasado y el futuro. El problema es si apostamos por la democracia o vamos hacia atrás y permitimos que regresen a América Latina dictaduras personales vitalicias”, dijo durante el debate con el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Inzulsa.
Sin embargo, esas críticas de Calderón contra los mandatarios que nacionalizan capitales extranjeros no son nuevas. Las ha repetido desde hace varios meses. El pasado 16 de enero, por ejemplo, en su visita a El Salvador el presidente advirtió: “Qué lástima que en otras partes del mundo se apliquen medidas que impliquen la pérdida de patrimonio y que se haya hecho de manera arbitraria”.
A pesar de los ataques de Calderón al mandatario venezolano, éste le respondió el 29 de enero, cuando lo llamó “caballerito” y le exigió respeto. El equipo calderonista, aún de gira por Europa, no se inmutó; por el contrario, parecía que estaba esperando esa reacción al grado de que, fuera de agenda, alquiló un pequeño salón en el hotel Dorchester –uno de los más caros del mundo– a fin de que el mandatario mexicano replicara al sudamericano, a quien comedidamente invitó a dialogar.
Ese día, por la mañana, poco antes de su breve alocución, Calderón vigiló personalmente la logística: pidió que el micrófono estuviera colocado a su altura; incluso les dijo a los técnicos que se pusiera una pequeña mampara con el escudo nacional en un lugar visible para las cámaras de televisión.
Fue tal el esmero que mostró que cuando se percató de que la grabación fue interrumpida durante unos segundos por el sonido de un celular, Calderón hizo una pausa y repitió los últimos dos párrafos, “para evitar el desconcierto”.
Geopolítica calderonista
En su presentación en Power Point, ofrecida en inglés en el seminario sobre Oportunidades de la inversión con la Confederación de Industrias Británicas y la UK Trade and Investment, Calderón aseguró que México está ubicado exactamente en el centro del mundo.
Y así lo demostró al presentar en una pantalla un mapa en el cual el territorio mexicano aparece, efectivamente, en el centro. En esta singular configuración geográfica, Norteamérica se ubicaba arriba, seguida de Centro y Sudamérica; sin embargo Asia quedaba a la izquierda, mientras Europa se localizaba a la derecha.
Calderón aseguró que dicho reordenamiento estaba plenamente justificado desde el punto de vista económico: “tenemos 11 mil kilómetros de costa con el Pacífico, y también con el Atlántico”, dijo. Por lo tanto, añadió, hay maneras fáciles de conectarse con las economías asiáticas emergentes, así como con Europa y Latinoamérica.
Y fue incisivo cuando pidió a los empresarios invertir en México: “Hay muchos productos británicos que pagan impuestos cuando se exportan a Estados Unidos; pero los productores establecidos en México no pagan esos impuestos y eso les permitiría tener una ventaja muy importante a ustedes”.
Y repitió el estribillo ante los inversionistas de la HSBC Holdings –el segundo grupo financiero más poderoso del mundo– y de la British American Tobbaco –la primera tabacalera en el ámbito internacional. Además, les habló de lo atractivo que sería llevar capitales a México, que cuenta con una rica biodiversidad.
“Tenemos desde desiertos, zonas tropicales, montañas, playas. México es un país impresionante, con mucho potencial desde el punto de vista de recursos naturales”, manifestó.
La vehemencia de sus discursos motivó elogios entre empresarios y los líderes políticos europeos, así como de la prensa de los países que visitó.
También, la tarde del 29 de enero en Londres, en perfecto inglés y vestido con un impecable traje azul, les dijo a los inversionistas que México tiene una población mayoritariamente joven. “Y se trata de un punto clave –expresó–. ¿Por qué? Las personas que trabajan en México, las personas activas, serán mayores que los jóvenes y las personas mayores combinadas. Esto significa que en México hay un gran potencial en las próximas dos décadas para reforzar el crecimiento”.
La canciller alemana, Angela Merkel, dijo: “México es el socio comercial más importante dentro de la Unión Europea para Alemania, y ahora México está entre las primeras 15 economías más importantes del mundo. México –repitió– se ha dedicado a la apertura económica y eso refleja la visión que tengo con América Latina”.
De manera similar se expresó el primer ministro británico, Anthony Blair: “Sin faltar al respeto de otros países, las políticas que el presidente Calderón está adoptando, las referentes al reforzamiento de la economía, el atraer inversiones y el asegurarse de mejores servicios a la población llevan a la prosperidad”.
Y también el presidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero: “México tiene el liderazgo en Iberoamérica para la construcción de esa integración de la región. Lo tiene por peso demográfico, por peso económico, por peso cultural y, sobre todo, por voluntad en torno a Iberoamérica. Y siempre España ha visto a México como la referencia del liderazgo para la construcción de Iberoamérica, y por supuesto que ese liderazgo va seguir en esta etapa con el presidente Calderón. Así lo reconocemos desde España y así trabajaremos conjuntamente con México”.
Y es que buena parte de esos respaldos los consiguió Calderón haciéndose pasar como el mandatario indicado para detener el avance del populismo, tal como lo hizo al derrotar a su principal adversario en los comicios presidenciales: Andrés Manuel López Obrador.
Ante los empresarios y jefes de Estado reunidos en el Foro Económico Mundial de Davos, Calderón advirtió que esa batalla –en contra de los regímenes del pasado– es la decisión que tuvo que tomar México el pasado 2 de julio en las elecciones.
Para tranquilizar a ejecutivos y dueños de las automotrices transnacionales en Alemania, destacó que aunque se trató de unos comicios muy cerrados, al final del camino México está en paz.
“El resultado fue una muestra de la solidez, de la fortaleza de nuestras instituciones democráticas, aunque debo aclarar que yo gané por un margen de votos superior al de la señora Angela Merkel… es importante hacer esa aclaración”, comentó en una rueda de prensa conjunta con la canciller alemana.
Y, en otra rueda de prensa, ahora en Davos, le preguntaron si Luiz Inácio Lula da Silva podría convencerlo de no tener miedo a Hugo Chávez y a Evo Morales. Respondió: “Yo no tengo en lo absoluto miedo a ningún funcionario… pero el asunto es qué opinan los inversionistas respecto a los gobernantes de esos países”.
Y agregó: “Hablé con directivos de Siemens-Alemania, he hablado con directivos de Daimler-Chrysler (y ellos dijeron) que no sólo van a continuar las inversiones por varios cientos de millones de dólares que tienen en curso, sino que están pensando incrementarlas incluso.
“Y la verdad estoy muy contento. Tan sólo las empresas globales con las que me he reunido tienen proyectos para el primer trimestre del año de más de 4 mil millones de pesos y, desde luego, esto seguramente se incrementará a lo largo del año”.
Pero su propio secretario de Economía, Eduardo Sojo, lo desmintió horas después en Londres, cuando negó que esos 4 mil millones de pesos anunciados por Calderón como futuras inversiones fueran producto de esta gira. Y explicó que dicho monto fue acordado con directivos de empresas transnacionales que visitaron Los Pinos el pasado 18 de enero.
Entrometido
En su recorrido por Berlín, Londres y Madrid, Calderón tuvo que enfrentar los actos de protesta por su política de violación de los derechos humanos en Oaxaca y por el controvertido resultado electoral que finalmente le favoreció. Sin embargo, el presidente se mostró desdeñoso. Sólo hizo referencia a una de esas expresiones de repudio, en Berlín, cuando dijo que ni siquiera estuvo enterado del asunto. Iba acompañado por la canciller Merkel.
Una reportera de la agencia EFE hizo una pregunta sobre la cancelación de una reunión con industriales en la Casa de la Economía Alemana:
–¿Me gustaría saber si fue una decisión exagerada o estamos ante un Idomeneo?
–¿Un qué? –preguntó Calderón a la reportera, lazándole una dura mirada.
–Idomeneo... pero la pregunta va dirigida a la señora canciller –atajó.
–Pero yo también le voy a contestar. Nada más quiero saber qué es eso –insistió Calderón.
–Idomeneo fue una ópera de Mozart cancelada por miedo a la amenaza integrista –explicó rápidamente la reportera.
Antes de que la canciller contestara, Felipe Calderón negó que el evento hubiera sido cancelado. “Simplemente le informo a la canciller que mi programa se desarrolló ciertamente en un lugar distinto al originalmente previsto, ignoro por qué razones, pero me fue bastante bien”, añadió. Merkel permaneció callada.
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