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22 febrero 2007

La Nueva Dirigencia del PRI

Por Alfredo Velarde

Es un lugar común, desde la izquierda social y de abajo, el planteamiento reiterado que múltiples voces autorizadas han exteriorizado, consistente en señalar que, si algo caracteriza al sistema político mexicano, es, por encima de cualquier otro rasgo , la crisis que habita prácticamente a todos los partidos políticos sin excepción.

Dichos “institutos políticos” -como suelen denominarlos chocantemente muchos que persiguen ofrecer una visión “académica” de los mismos- resultan ser, en un porcentaje importante, los responsables directos de la fuerte escisión existente en México, entre los gobernados y los gobernantes . De manera que el comprensible hastío que siente la ciudadanía por la política es, en parte, el resultado del pésimo desempeño que prácticamente todos los partidos políticos han exhibido para comprender, suscribir y defender los intereses de la ciudadanía.

Tildo de “pésimo” el desempeño de los partidos políticos, porque lejos de amplificar las voces que formalmente tendrían que recoger, en cuanto que “agregadotes de intereses” que formalmente hablando los partidos son, a fin de defender el cúmulo inconmensurablemente grande de demandas y reivindicaciones sociales, civiles y ciudadanas, muy frecuentemente los partidos dejan de lado, las soslayan y, en el peor de los escenarios posibles, incluso han contribuido en forma por demás eficaz a mediatizarlas , pese a que los políticos profesionales, de ordinario, finjan que son sensibles a los reclamos populares, viven trabajando en la gestión de los asuntos que les interesan y funcionan como una suerte de “correas de transmisión” entre los problemas de la gente y la ubicación de las vías de solución a la cada día que pasa más engordada agenda de reclamos al Estado, sus gobiernos y todos los ámbitos de autoridad que funcionan para servir a la lógica del poder, pero escasa o nulamente, para favorecer los intereses de la gente común y corriente, de a pie, como usted y yo, amigo lector, a quienes los partidos nos ignoran olímpicamente.

El sistema de partidos que sufrimos en México, por eso, en poco o en nada contribuye al ensanchamiento de las libertades ciudadanas, por mucho que desde el poder y la institucionalización de la política tanto se afirme que, sin partidos políticos (hoy fuertemente burocratizados), la vida democrática de una determinada formación social, llanamente planteadas las cosas, simplemente no sería posible.

Cierto es que, si se comparan los tiempos actuales, frente a los de la dictadura del sistema presidencialista, del partido único o prácticamente único de Estado, de años todavía no tan lejanos de nuestro pasado histórico, pareciera que los avances democráticos en materia política, incluso parecerían sorprendentes. Infortunadamente, en la actualidad, sólo parece que ha habido avances inequívocos, cuando en realidad no es así.

El sistema de partidos en México, pasó del prácticamente incuestionable monopolio del otrora partido de Estado, hacia un “pluripartidismo”, que no resulta exagerado definir, desde la izquierda, como un sistema de partidos propio de un régimen tripartidista de derechas, en donde los actores principales son, sin duda, el PAN, el PRI y el PRD, más la morralla bonsái de la chiquillada que existe como “fauna de acompañamiento”, pero que escasa o nulamente influye en el curso sustantivo de los acontecimientos propios de la política nacional.

En general, una crisis de representación los significa a todos, y la creciente burocratización y deshonestidad general de los políticos profesionales, no podría comprenderse sin las propias estructuras autoritarias de los mismos partidos.

De ahí que no pueda sino mover a risa, más que a sorpresa, el auténtico sainete de presuntas elecciones “democráticas” que caracterizó al reciente proceso de “elección” interna de la “nueva dirigencia política” para el PRI. Dirigencia que, a partir de los anómalos comicios del pasado domingo 18 de febrero, estará representada por la fórmula ganadora de la dupla Beatriz Paredes y Jesús Murillo Karam , ante su par opuesto derrotado de Enrique Jackson y Sara Latife . La conclusión de dicho proceso, no hizo sino mostrar la verdadera imposibilidad reestructuradora del PRI en un sentido elementalmente democrático. Y es que ninguna de las tres fórmulas contendientes, en rigor, se pudo enterar de lo obvio: para democratizar a un partido político, la primera exigencia es que exista ese partido a democratizar.

Pero los contendientes para dirigir al PRI, desconocen que el PRI, actualmente, y desde hace mucho tiempo atrás, ni siquiera es un partido político. ¿Qué es entonces? Algunos creemos que un sindicato del crimen y la corrupción ; una corrupta y nefasta organización corporativa y clientelar apenas apuntalada para no derrumbarse definitivamente y que, dado que nació como partido de Estado, nunca aprendió a ser realmente oposición y vive en el limbo de un interregno que no podrá, más tarde que temprano, por hacerlo desaparecer. Es muy probable, por cierto, que eso sea lo que más convenga a las genuinas y profundas aspiraciones sociales y populares de México. Porque desde la “socialdemocracia” de “centro-izquierda” a que aspira a convertirse, su hermano menor, el PRD, poco a poco le gana la convocatoria y las mañas, los cuadros y la gente; y desde la derecha, más explícitamente conservadora, el PAN no sólo le arrebató el poder sin el cual el PRI resulta hoy incomprensible, sino que se apropió del discurso neoliberal que el PRI de principios de los ochenta introdujo con sus renos tecnocráticos a la política económica del nuevo capitalismo salvaje de credo neoliberal en México.

¿Tiene remedio el PRI, bajo la nueva gestión? Francamente lo dudamos. Pero habría que dudar algo mucho más importante de la actual crisis del conjunto del sistema político nacional: ningún partido, de entre los existentes, está representando la alternativa para un país cada vez más injusto y autoritario. Las alternativas, entonces, tendrán que provenir de abajo; de la gente, la ciudadanía, si se quiere de la multitud consciente, pero no de ésos lamentables partidos políticos que sufrimos.

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