Por: Edna Lorena Fuerte
Cd. Juárez, Chihuahua
El reciente aniversario de la Revolución Mexicana va más allá de un festejo conmemorativo, es un hecho que nos conduce a la reflexión sobre el actual escenario nacional y la vigencia que el pensamiento revolucionario tienen dentro de las acciones de nuestra vida pública.
Si atendemos a la naturaleza íntima de las revoluciones sociales, esa que dicta que todo cambio es inherente a la evolución y el desarrollo, podemos ver a los movimientos revolucionarios como hechos históricos necesarios en la vida de las naciones, y más aún, como requisitos de su avance y transformación.
Sin embargo, el hecho revolucionario, siempre ha estado ligado a la idea de la revuelta y la violencia, al caos y la crisis que conllevan los grandes cismas a los que se enfrenta una sociedad que se levanta contra condiciones que ya no son soportables por la mayoría de sus miembros.
¿Cómo podríamos ligar, entonces, la necesidad de revolucionar el trayecto de una Nación, sin que ello implique poner en riesgo las garantías individuales y la seguridad de sus habitantes? ¿Cómo lograr un cambio rotundo de condiciones y dinámicas adversas, sin una ruptura fratricida en las entrañas de nuestro país?
La idea del pensamiento revolucionario puede contribuir a esta reconciliación entre el hecho revolucionario y el bienestar general. Esta idea aparece como una forma de acción, un ímpetu propositivo que tome los elementos que pudieran dar origen a una revolución y los transforme en insumos de construcción, atenuando el impacto de choque que todo cambio implica.
Hablar de revolución social, política, económica o de sectores es algo que no podemos evitar en el marco de las necesidades apremiantes de nuestro país; pero será necesario precisar el término: ser revolucionario es proponer, buscar soluciones, engrandecer a México con nuestras acciones.
Los mecanismos que han estado ligados con las Revoluciones no son un requisito para la realización del pensamiento revolucionario, pensar en las luchas armadas, actos de terrorismo o cualquier forma que violente los derechos humanos es, en muchos sentidos, echar por tierra los actuales paradigmas de la convivencia social y los mecanismos democráticos por los que tanto se ha luchado.
Ahora corresponde a todos los sectores buscar los nuevos mecanismos para revolucionar, porque el pensamiento revolucionario está vigente en cada uno de los reclamos sociales, en los rezagos y las injusticias, en está inminente necesidad de cambios de fondo en la vida de este país.
Aprovechamos este espacio, saliéndonos de la temática que hoy nos ocupa, para manifestar nuestra preocupación entorno a los aumentos de días pasados en la leche liconsa y el combustible. Sin duda estas medidas encontrarán su justificación en argumentos de modelo económico y prácticas financieras, pero lo cierto es que no atienden a las preocupaciones sociales, ni al clima de malestar generalizado e inquietud que enfrentamos millones de mexicanos. Rechazamos no sólo el aumento, sino la falta de sensibilidad y oficio público de sus gestores.
Soy Edna Lorena Fuerte y mi correo es edna_fuerte@yahoo.com , para sus comentarios. Gracias.
Cd. Juárez, Chihuahua
El reciente aniversario de la Revolución Mexicana va más allá de un festejo conmemorativo, es un hecho que nos conduce a la reflexión sobre el actual escenario nacional y la vigencia que el pensamiento revolucionario tienen dentro de las acciones de nuestra vida pública.
Si atendemos a la naturaleza íntima de las revoluciones sociales, esa que dicta que todo cambio es inherente a la evolución y el desarrollo, podemos ver a los movimientos revolucionarios como hechos históricos necesarios en la vida de las naciones, y más aún, como requisitos de su avance y transformación.
Sin embargo, el hecho revolucionario, siempre ha estado ligado a la idea de la revuelta y la violencia, al caos y la crisis que conllevan los grandes cismas a los que se enfrenta una sociedad que se levanta contra condiciones que ya no son soportables por la mayoría de sus miembros.
¿Cómo podríamos ligar, entonces, la necesidad de revolucionar el trayecto de una Nación, sin que ello implique poner en riesgo las garantías individuales y la seguridad de sus habitantes? ¿Cómo lograr un cambio rotundo de condiciones y dinámicas adversas, sin una ruptura fratricida en las entrañas de nuestro país?
La idea del pensamiento revolucionario puede contribuir a esta reconciliación entre el hecho revolucionario y el bienestar general. Esta idea aparece como una forma de acción, un ímpetu propositivo que tome los elementos que pudieran dar origen a una revolución y los transforme en insumos de construcción, atenuando el impacto de choque que todo cambio implica.
Hablar de revolución social, política, económica o de sectores es algo que no podemos evitar en el marco de las necesidades apremiantes de nuestro país; pero será necesario precisar el término: ser revolucionario es proponer, buscar soluciones, engrandecer a México con nuestras acciones.
Los mecanismos que han estado ligados con las Revoluciones no son un requisito para la realización del pensamiento revolucionario, pensar en las luchas armadas, actos de terrorismo o cualquier forma que violente los derechos humanos es, en muchos sentidos, echar por tierra los actuales paradigmas de la convivencia social y los mecanismos democráticos por los que tanto se ha luchado.
Ahora corresponde a todos los sectores buscar los nuevos mecanismos para revolucionar, porque el pensamiento revolucionario está vigente en cada uno de los reclamos sociales, en los rezagos y las injusticias, en está inminente necesidad de cambios de fondo en la vida de este país.
Aprovechamos este espacio, saliéndonos de la temática que hoy nos ocupa, para manifestar nuestra preocupación entorno a los aumentos de días pasados en la leche liconsa y el combustible. Sin duda estas medidas encontrarán su justificación en argumentos de modelo económico y prácticas financieras, pero lo cierto es que no atienden a las preocupaciones sociales, ni al clima de malestar generalizado e inquietud que enfrentamos millones de mexicanos. Rechazamos no sólo el aumento, sino la falta de sensibilidad y oficio público de sus gestores.
Soy Edna Lorena Fuerte y mi correo es edna_fuerte@yahoo.com , para sus comentarios. Gracias.
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