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03 febrero 2007

Es de verdad triste lo que pasa con muchas personas.

Lectora MJ manda lo siguiente:

Hoy que el PAN está en pie de lucha (lucha sucia, por supuesto) para ir “con todo” contra los que creemos que un México mejor es posible y que hay que cambiar, sí, cambiar desde nosotros mismos, muchas personas que votaron por AMLO y el PRD hoy reniegan de ambos y se han convertido en el mejor caldo de cultivo para que se desarrolle el virus del fascismo.

Empezando por los oportunistas de siempre:

Hay un doctorcito que vive en la calle de Abasolo en el centro de Coyoacán, que fue perredista a morir; tenía en su casa propaganda, camisetas, mantas, carteles, etc. Todo mundo creía que hasta exageraba; pues bien, hoy no es más perredista. Algunos vecinos le preguntaron que por qué había cambiado y él les contestó que porque el PRD no le había dado el puesto que quería. Entonces, hoy va gente del PAN a comer a su casa, anda en tratos y pláticas con los panfascistas, a ver si ahora que el PAN “va a ir con todo” para hacerse gobierno en el distrito federal, él logra su deseado puesto en ese gobierno que da por hecho en el futuro.

Y así hay muchos; muchos que cuando los medios se dignaban publicar las encuestas que favorecían a AMLO, se volvieron perredistas y amlistas. ¡Qué gentuza! Ni siquiera se tomaron la molestia de leer el Proyecto Alternativo de Nación…

Hay otros que no iban por cargo alguno, pero que simpatizaban con AMLO. Como no ganó (porque le robaron la elección, entiéndase), ya no lo quieren y se hacen eco de las mentiras sucias e idiotas que andan pregonando los panistas: que si López Obrador ya no vive en Copilco porque se compró un palacete en las Lomas; que si AMLO tiene casas y ranchos en Tabasco, es más, que él y su familia son dueños de la mitad del estado tabasqueño; que qué anda haciendo recorriendo el país de pueblo en pueblo en vez de levantar a la gente para derrocar a Calderón (como dijo en mala hora Julio Hernández, que “AMLO anda gira y gira” ¡QUE MALHORA EL TAL Julio!, la verdad).

Hay también (lo que son las cosas) mujeres de la tercera edad que odian a AMLO por “populista” como “bien nos dicen en la televisión” (sin preguntarse por qué ser populista es nefasto), pero que no tienen reparo en recibir los $750.00 de pensión alimenticia que hoy obtienen gracias al Peje.

Y ¡claro!, padrecitos que regañan a sus feligreses desde el púlpito por haber votado por AMLO que no era otra cosa que un peligro para México y que no cree en Dios y que por lo tanto, ya no hay que hacerle caso, pues ahora lo único que anda haciendo es estorbar al “buen presidente Calderón”.

Podríamos pensar, sin reflexionar mucho, que nuestro país está podrido. Pero no, los podridos son los que detentan el poder en complicidad con los empresarios, las televisoras y los apátridas que no faltan, aquellos cuya patria es la ganancia, el dinero.

Estos podridos de siempre se han encargado, desde hace años, de mantener en la ignorancia a la gente, a los pobres de las ciudades, a los campesinos, a las amas de casa que sólo están pendientes de las telenovelas.

Ejemplo de esto: si vas al campo y le preguntas a algunos: ¿por quién votaste? Te responderán que por el PRI. ¿Y por qué? les dices. Y ellos contestan: porque los del PRI sí vienen a nuestro pueblo y porque el PRI tiene los colores de mi bandera y de mi virgencita de Guadalupe.

De esto se van a aprovechar ahora los del PAN, o mejor dicho, los del PRIAN. De la ignorancia, de la pobreza, de la indefensión de la gente.

Y nosotros, los que más o menos sabemos cómo son las cosas ¿qué hacemos?

Hay escritores, gente de saber, articulistas, que escriben cosas muy sesudas (no lo digo con sarcasmo), que explican o tratan de explicar la realidad mexicana: que si los energéticos, que si el agua, que si la deforestación, que si la seguridad social, que si la corrupción de los funcionarios, la corrupción de la justicia, la corrupción de los legisladores, de los líderes sindicales, que si el desempleo, que si el insultante aumento al salario mínimo, que si el maíz y la tortilla, que si la cultura, la ciencia y la tecnología, que si los gringos, que si la guerra, etcétera, etcétera, etcétera.

¡Muy bien! Si todo lo que estos analistas escriben y publican en La Jornada, en Proceso, en los blogs, en El Universal, a veces, o lo hacen saber a través de RadioUnam y otros medios, si todo ese saber, repito, lo supieran los campesinos, los pobres de las ciudades, las amas de casa enajenadas, no habría nadie que votara por X partido sólo por los colores o por motivos religiosos, o por sacos de cemento, o por láminas, o por despensas (limosnas electorales, después de todo).

Si todo ese saber llegara a las mentes de los muchos que viven en la pobreza y en la ignorancia, otro sería nuestro México. Pero, ¿cómo hacérselos llegar, sin, por otro lado, atropellar sus costumbres, su visión del mundo, sus tradiciones?

Hay dos escollos principales:

A) Debido precisamente a la ignorancia ancestral que agobia a gran parte de la gente, ellos no entenderían las reflexiones de muchos de los analistas que escriben para otros analistas y para gente más o menos “leida y escrebida”.

B) No faltan quienes diciéndose “de izquierda” introducen en sus escritos ruido derechista y con eso provocan confusión. (Perdón, pero el ejemplo es Julio Hernández o el Sub) Y no digo que si eres de izquierda no puedas hacer críticas ¡oh, no! Pero hay de críticas a críticas y lugar y momento de hacerlas, y si no lo sabes, mejor cállate.

En fin, todo esto es sólo para invitar a quien quiera y pueda a hacer algo efectivo para aminorar, para acabar con la ignorancia que esclaviza a las personas.

¿Qué esperan, por ejemplo, los antropólogos sociales para ir a las comunidades y decir a la gente lo que en verdad está pasando?

¿Qué impide que los que saben de cuestiones económicas pongan frente al pueblo mexicano, en palabras simples y claras cuánto ganan los que sí ganan para que lo comparen con lo que cada quien tiene? No hablar de porcentajes, por favor, sino decir: “aquí están los sueldos del presidente, de los secretarios, de los diputados, de los senadores, de todos y cada uno de los especimenes de la fauna de la alta burocracia, y aquí esta lo que ganas tú, obrero, tú campesino, tú albañil, tú prestadora de servicios a domicilio, tú enfermera, tú médico del IMSS, del ISSSTE, del Hospital General, tú empleado de limpia, tú cartero, tú maestro de primaria. Ilustrar también (con fotos, por supuesto) la diferencia entre las residencias de los políticos, de los banqueros, de los grandes funcionarios, de los privilegiados que ganan por lo menos $40,000 pesos al mes y el departamentito del obrero, del empleado que tiene sólo dos recámaras pequeñas, un baño donde no funciona nada, una cocinita donde sólo cabe una persona, y la casa del campesino de un solo cuarto algo grande donde viven seis o siete personas, y la casucha que apenas se sostiene de cartón y láminas de las ciudades perdidas. Y ¿Por qué no preguntarles cuántas veces en su vida han ido con sus hijos a disfrutar unas vacaciones y mostrarles a dónde van los potentados y a dónde los políticos y quién paga sus costosos viajes?

Y los historiadores, ¿no tienen un tiempito para elaborar cuadernillos sobre la verdadera historia de México, sobre el capitalismo, sobre los pueblos hermanos de Iberoamérica, y ponerlos al alcance de la gente común y corriente?

Y los que saben de derecho, ¿no se les ocurre alguna manera de enseñar al popolo cuáles son sus derechos y cómo hacerlos valer?

Me cae que muchos sí estamos podridos porque sólo pensamos en nosotros mismos y los demás nos valen. ¡Qué triste este México de hoy! El colmo: ¡No se oye la voz de los estudiantes!

Sin embargo, desde el 31 de enero de 2007 ha comenzado a escucharse la poderosa voz de los obreros, de los campesinos, de la gente conciente y ferozmente luchona. ¡México tiene esperanzas!

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