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08 octubre 2008

Miguel Ángel Granados Chapa, periodista de la sociedad

Marcelo Ramírez Ramírez

Xalapa, Ver.- La medalla Belizario Domínguez fue instituida en 1954 por el Senado de la República, para honrar a “los hombres y mujeres mexicanos que se hayan distinguido por su ciencia o sus virtudes en grado eminente, como servidores de nuestra patria o de la humanidad”. Resulta simbólico que este año la distinción recaiga en el periodista Miguel Ángel Granados Chapa y el simbolismo se acentúa con el otorgamiento post mortem en Febrero de 2009, de la misma presea, a otro periodista, Jesús Blancornelas. En ambos casos, es indudable que la presea fue discernida en razón de las virtudes, cívicas, para ser más precisos, que inspiraron el trabajo periodístico de Jesús Blancornelas y, esperamos, continúe inspirando por muchos años más la labor de Miguel Ángel Granados Chapa, analista lúcido y bien informado de la problemática del país.

El Senado de la República ha entendido muy bien la urgencia de fortalecer en nuestra sociedad la conciencia de los valores cívicos y éticos, hoy en franca decadencia, misma que ha llevado a la casi desaparición de la diferencia entre el bien y el mal. El pillo teme ser descubierto y castigado, no teme el fallo de su conciencia, porque ésta ha perdido la sensibilidad del juicio moral. Hablemos esta vez de Granados Chapa. En él, el Senado reconoce el esfuerzo de más de cuarenta años de luchar, con la palabra escrita, veraz, incisiva a veces, lúcida siempre, por ir al fondo de los problemas, sacar a la luz los intereses en juego, mostrar las falacias del poder y de quienes lo sirven, sin pudor y sin escrúpulos, deformando su práctica profesional.

Con Granados Chapa, el periodismo se revela en su esencia de compromiso con la sociedad a través de la defensa de sus legítimos intereses. El ejercicio de un periodismo de tal naturaleza requiere talento, investigación seria, perseverancia, pero sobre todo, espíritu de veracidad, cumplir cabalmente con la responsabilidad de ser el mediador entre los acontecimientos y los lectores, a los cuales se busca orientar, guiar e incluso educar, en lugar de manipularlos para que acepten aquello que resulta más conveniente a quienes compran la pluma del periodista. En un medio donde paga más difundir mentiras y las aún más peligrosas verdades a medias, Granados Chapa ha dado prueba de congruencia en situaciones difíciles. Con todo, no lo imaginemos como lo que no es; no se ha propuesto una misión contestataria; su tarea es mucho más seria y delicada, en tanto quiere clarificar los hechos, dar criterios para evaluarlos, enseñar al público lector a ponderar, a hurgar en las causas reales de los problemas. Su crítica se funda en argumentos y enseña a argumentar; su afán de servicio no interfiere con la objetividad de juicio de sus lectores. Periodista serio, cuenta con más prestigio que bienes o dinero; y esto habla de su honradez intelectual. Los títulos de dos de sus columnas más conocidas: Plaza pública e Interés público, expresan con claridad el propósito del periodista de analizar y debatir los asuntos de la polis.

La democracia, dicen sus teóricos, es un estado de cultura en el cual los ciudadanos, además de estar debidamente informados, han desarrollado la capacidad del debate inteligente. Pero llegar a tal estado de cultura no es nada sencillo y menos ante el dominio de la imagen sobre la reflexión, propia de los medios modernos. Se nos ahorra el esfuerzo de pensar, con la siguiente atrofia de esta capacidad distintiva del hombre. Quedamos así atrapados en la inmediatez del suceso, sin perspectivas de mayor alcance. Vemos hasta y en la dirección que se desea que veamos; la imagen nos hace espectadores de una realidad que se manifiesta con independencia de nuestras necesidades y deseos. La idea encerrada en la palabra, en cambio, puede llevarnos, como el caso de la buena literatura o el buen periodismo, a recuperarnos como parte consciente y por tanto corresponsable de la realidad. De esta virtud pedagógica participan los escritos de Miguel Ángel Granados Chapa.

Conocedor de las limitaciones del lenguaje coloquial, ha enseñado a sus lectores, como seguramente lo hace con sus alumnos de la UNAM, el manejo de los términos apropiados para alcanzar precisión y claridad en el análisis; y esto, sin caer en el otro extremo del especialista que escribe sólo para iniciados. De esta manera ha extendido su cátedra a la sociedad. El próximo ocho de Octubre, recibirá la medalla Belizario Domínguez un periodista que “es grande porque enseña lo que sabe” con humildad, constancia y generosidad.

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