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09 octubre 2008

Para pensarse

Rosaura Barahona
9 Oct. 08

Las malas noticias continúan apareciendo como alud y nosotros no podemos sino desear que no nos mate. No nos dañará (Carstens dixit); ya nos está dañando.

Pero a pesar de todo, el ciclo de la vida continúa ignorante de las paces, las guerras, las devaluaciones, las luchas políticas y la violencia incontrolable. Los seres humanos siguen naciendo, creciendo, reproduciéndose y muriendo. Déjeme darle un ejemplo tomado de las páginas de EL NORTE.

Estados Unidos tiene leyes que permiten a un padre o a una madre entregar, en una institución hospitalaria y sin ser castigados, a sus bebés no deseados. Ni sus fotos salen en la prensa, ni son calificados de desnaturalizados, ni se les señala el resto de sus días por haber hecho lo que creyeron mejor para su hijo.

Nebraska decidió adoptar una ley similar, pero sus legisladores extendieron al niño (child) el beneficio de esa protección creada para bebés (infants). La definición de infant es "Cualquier persona en la primera etapa de su vida, que todavía no pueda caminar". Child varía según quien lo defina, pero predomina: "Cualquier persona de 18 años o menos".

Pero la nueva ley trajo sorpresas: Un padre viudo entregó en un hospital de Omaha a nueve de sus 10 hijos, entre 1 y 17 años. Desde la muerte de su esposa, dijo, ha sido incompetente para cuidarlos y educarlos.

Una abuela entregó a su nieto de 14 años porque le era imposible controlar su rebeldía y deseaba que el adolescente recibiera más oportunidades para ser una persona útil y no una amenaza para la sociedad.

Y siguieron llegando padres que entregan a sus tres, cuatro o seis hijos porque la vida es muy difícil, ellos están desempleados y ya no pueden con la carga.

Corie Russell, columnista, escribió: "Las actas de nacimiento no son recibos que sirvan para devolver la mercancía y recuperar su dinero. Me niego a respetar o a admirar las decisiones de tales padres porque son crueles e irracionales".

El Senador republicano Arnie Stuthman, quien contribuyó a redactar la ley, explica que decidieron cambiar la palabra "infant" a "child" para aumentar un poco la edad de los niños entregados voluntariamente, pero "jamás se nos ocurrió pensar que esto sucedería. Abrimos una lata de gusanos y ahora no sabemos qué hacer con todo este caos".

El impacto ha sido de tal magnitud que el Gobernador y la Cámara de Senadores exigieron revisar la ley para limitar las edades de los niños como en otros estados. Pero ya surgió la resistencia: ¿Es sano que un padre conserve a un hijo no deseado, si no tiene cómo mantenerlo y menos puede ocuparse de él? ¿No se estará condenando a esas criaturas a sufrimientos y vejaciones evitables?

Esas leyes estatales se originaron para evitar a los llamados "niños de basurero", tan frecuentes en muchos países. Son niños abandonados por sus madres o padres para ocultar su nacimiento o para deshacerse de ellos porque no pueden o no quieren mantenerlos y para evitar la persecución de la justicia, dado que muchas leyes en el mundo condenan el abandono voluntario.

En Estados Unidos la idea de la ley es recoger a esos niños y, si están bien, dejarlos temporalmente con una familia sustituta hasta que encuentren padres adoptivos; si no están bien, el Estado se hace cargo de ellos mientras se recuperan (si se van a recuperar).

Sin embargo, esas familias sustitutas están preparadas para recibir bebés o niños en sus casas. ¿Pero quién puede recibir, de un sopetón, a nueve niños de 1 a 17 años o a tres hermanitos o a adolescentes rebeldes? Ya están pensando en crear otro programa para resolver eso porque el concepto original del programa ha sido rebasado.

El problema no son los niños no deseados, sino la mala educación que lleva a la gente a tener hijos sin detenerse a pensar en sus implicaciones. Engendrar y parir son tareas animalescas; responsabilizarse y educar, humanas.

Todos esos programas luchan constantemente contra las crisis económicas para salvar y dignificar a los niños abandonados. Por eso me parece importante analizar la dimensión y la índole de los problemas. Muchos como los que nos ahogan hoy están fuera de nuestro control.
Pero muchos otros no. En ésos debemos concentrarnos.

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