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02 octubre 2006

::: Análisis político :::

"De perogrullo"

Carlos Acosta Córdova

México, D.F., 2 de octubre (apro).- De Perogrullo: no es lo mismo hablar como candidato en campaña que como presidente electo. El candidato, cuando busca el voto, es agresivo y hasta innovador en sus propuestas; cuando quiere convencer, diagnostica lo que está mal, lo mucho que falta por hacer y promete que lo hará, pésele a quien le pese. El presidente electo, ya inminente su arribo al poder, matiza lo que dijo; sereno, no se arriesga ni se mete en camisa de once varas. Le baja el tono, pues.

Esto último es lo que hace Felipe Calderón en su documento Temas legislativos para la agenda nacional, que entregó a los dirigentes de todos los partidos políticos. Salvo las propuestas concretas del capítulo sobre la democracia efectiva –unificar fechas electorales en todo el país; revisar el número y la forma de integración de las cámaras legislativas; reducir el costo financiero de los procesos electorales; regular la elección consecutiva de legisladores, regidores, síndicos y presidentes municipales, y establecer como garantía individual el acceso a la información pública gubernamental--, el resto del documento es, ya que hablábamos de Perogrullo, un verdadero canto a ese ser mítico que se la pasaba hablando de verdades que, por obvias y sabidas, las convertía en necedad al sólo decirlas.

Desde el principio incurre en ello. Descubrió el presidente electo que en México faltan empleos productivos y crecimiento económico; que hay que abatir la pobreza, procurar una mejor justicia social y garantizar mayor seguridad pública a los ciudadanos. Qué bien. Lo malo es que desde hace décadas todas esas son las prioridades de cada gobierno entrante. Otro debió haber sido el tono para plantear las “prioridades del nuevo gobierno”.

Después, punto por punto, tema por tema, se incurre en lo mismo. Para que se respete el estado de derecho y haya más seguridad pública, el presidente electo plantea cosas tan novedosas como las que han planteado los gobierno anteriores: hay que depurar y profesionalizar los cuerpos policiacos; darle más atribuciones a las policías preventivas para hacer más eficaz la persecución de los delitos; establecer procedimientos más ágiles de justicia penal; penas más severas para los delitos que más agravien a la sociedad; crear ministerios públicos y jueces especializados y, sorpresa, restructurar el sistema carcelario para garantizar el respeto a los derechos humanos de los reclusos.

Pero donde de veras descubre el hilo negro es en la parte económica. Resulta que, para tener una economía competitiva y generadora de empleos, el presidente electo considera que –aparte de otras muchas obviedades-- hay que “impulsar reformas que permitan reducir la evasión fiscal, aumentar la eficiencia recaudatoria del Estado y al mismo tiempo hagan más pequeña la carga tributaria a la generación de empleos y a la inversión productiva”.

Y, como se planteaba desde el sexenio de López Portillo, “hay que simplificar el marco legal para el pago de impuestos y propiciar su cumplimiento generalizado. Con ello se busca que los impuestos sean simples, generales y competitivos”.

Muy lejos quedó la enjundia del candidato Calderón cuando, en campaña, siempre en encendidos discursos, decía que iba a bajar el Impuesto sobre la Renta y que –como el “presidente de las soluciones”-- establecería una tasa única para el mismo, tanto para personas físicas como para personas morales, con el fin de hacerla más competitiva y propiciar altas tasas de crecimiento económico. Aunque, a decir verdad, el candidato se hacía bolas con esa propuesta: un día decía que la tasa del ISR, que hoy tiene un límite máximo de 29%, la bajaría a entre 15% y 20%; otro día decía que al 23% y luego daba otra cifra.

Lo mismo pasa con el tema de “igualdad de oportunidades” para todos los mexicanos. Para lograr un desarrollo integral y equilibrado de la sociedad, el presidente electo propone “una nueva política social de diversos objetivos”. Tan nueva como impulsar reformas al ordenamiento territorial, para que la expansión urbana esté mejor planeada; iniciativas legales que favorezcan la incorporación al empleo formal; hacer adecuaciones a la ley del ISSSTE no sólo para que dé une cobertura mejor, sino para que el instituto tenga más solvencia para cumplirle a jubilados y pensionados; promover una educación de mayor calidad y… en fin, cosas igual de nuevas que esas.

No se diga en los temas que propone el presidente electo para lograr un desarrollo sustentable: procurar combustibles más limpios, vehículos automotores equipados con tecnología más avanzada; regular la disposición de desechos sólidos y peligrosos; estimular la preservación de selvas y bosques, y establecer mecanismos legales para estimular el pago de servicios ambientales. Otra vez: qué bien.

Insisto: Perogrullo estaría orgulloso de este homenaje. Pero ¿dónde quedó la enjundia del candidato? ¿Dónde está el arrojo del “candidato de las propuestas”?

Si, este documento –“agenda” le llamó-- es “el inicio de un proceso plural de diálogo y de construcción de acuerdos por México”. Era mejor hacer propuestas, como en el tema de la democracia efectiva, para incentivar en serio el debate, la discusión de los temas nacionales. Así, nos vamos a aburrir todos.

Aunque, en descargo, habrá que reconocer que Calderón hace una crítica –la única explícita-- a la gestión de Vicente Fox: la tendencia a un bajo crecimiento económico se debió a la insuficiencia de las políticas públicas, que hicieron perder oportunidades al país y no le permitieron hacer frente a un mundo de competencia global ineludible.

Entonces, habrá qué esperar a que asuma el cargo para conocer realmente sus propuestas de cambio. Si es que las tiene.

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