Abascal: Mitad monje, mitad soldado
Álvaro Delgado
México, D.F., 31 de octubre.- Carlos Abascal quiere ser fiel a su estirpe: Mitad monje y mitad soldado, como postulaba su padre, Salvador Abascal Infante, cuando dirigía con ímpetu de cruzado medieval las huestes de la Unión Nacional Sinarquista.
Así es, también, el nieto de don Salvador, el cachorro Rodrigo Abascal Olascoaga, incrustado en el equipo de Felipe Calderón. Es, ni más ni menos, mano derecha --literalmente-- de Josefina Vázquez Mota.
Para que no se diga que la derecha, la extrema derecha, ignora la herencia de la sangre y no paga las conductas de devoción y guerra en las campañas electorales.
El secretario de Gobernación, en el ocaso de un periodo sexenal estéril, da lustre a la mano firme y el apego al catecismo convenenciero: el uso inmoral de Jesús como alcahuete de fechorías.
En la tribuna de la Cámara de Diputados, reconvenido por las ansias de sangre, recurre a la invocación espiritual y, el martes 3 de octubre, jura al referirse a Oaxaca: “En el nombre de Dios, no haremos absolutamente ninguna represión.”
En el campo de lo terrenal es otra la acción, desdoblada su doble personalidad: Abascal actúa como soldado, un guerrero que usa la tropa vestida de policía para, con la complicidad del coro mediático, ejercer la fuerza y “recuperar” territorio enemigo, al costo que sea.
Hasta en el lenguaje Abascal encarna al soldado y, por supuesto, al monje.
Vendrá después el ridículo de quien formalmente es el jefe, Vicente Fox, para aplaudir que “chiquillos y chiquillas” regresen a clases y el anuncio falso de millonarias inversiones para rescatar Oaxaca de la postración. Con todo y gobernador Ulises Ruiz, nomás eso faltaba, y hasta los greñudos --“ve nada más qué facha de nacos”-- de la APPO.
Desde las catacumbas pintadas de azul emerge, también, la voz de Manuel Espino --otro personaje también mitad monje y mitad soldado-- para aplaudir “la decisión valiente” del gobierno y para elogiar la decisión del Congreso federal de solicitarle a Ulises Ruiz que, por favor, deje el cargo de gobernador.
Menos mal que los cruzados medievales, Abascal y Espino --y claro, Calderón--, reconocen que la caída de Ruiz no resolverá el conflicto de Oaxaca, sobre todo porque a ellos no les ha sido funcional, sino sólo a los priistas: ha sido el espantajo para la toma de posesión del gerente impuesto al país, que todo apunta a que será en el Auditorio Nacional.
De los muertos, ni hablar. Los de piel morena, o en general, de producción nacional, valen menos que una vaca: Hubo 56 en la mina Pasta de Conchos, dos en la siderúrgica Lázaro Cárdenas y otros dos en Atenco.
De no haber sido estadunidense el caído en Oaxaca --y de sobra periodista--, nadie en el gobierno lamentaría nada, hondo el racismo en todos los ámbitos.
No, el país no anda bien.
Apuntes
Los cachorros de la derecha se aferran a la ubre del erario con Calderón: Además de Abascal Olascoaga, están en la nómina de 150 millones de pesos Carlos Castillo López, hijo de Carlos Castillo Peraza, quien en la contienda interna del PAN maldijo a quien ahora le pagará un sueldo; Lía Limón, hija de Miguel Limón Rojas, exsecretario de Educación con Ernesto Zedillo, quien fue por unos meses esposa de Luis Carlos Ugalde, presidente del IFE y que, gracias a su amistad con Margarita Zavala, es flamante militante panista; también Patricia Flores Elizondo, sobrina de Rodolfo Elizondo, secretario de Turismo…
Fuerte es el silencio de Cuauhtémoc Cárdenas, ya no sobre la incursión de las tropas en Oaxaca enviadas por su patrón Fox, sino por las acusaciones contra quien le manejaba sus negocios, Porfirio Barbosa. Ya se supo por qué tres años después de conocido el ilícito se consigna ahora: Para que Cárdenas presente su plan de trabajo como organizador de las fiestas del centenario de la Revolución y el bicentenario de la Independencia en un día muy especial: El 20 de noviembre, justo cuando Andrés Manuel López Obrador tome protesta como “presidente legítimo” de México y para que no se haga pública la relación de él y de su cachorro, Lázaro Cárdenas, con Carlos Ahumada, que súbitamente enmudeció.
Álvaro Delgado
México, D.F., 31 de octubre.- Carlos Abascal quiere ser fiel a su estirpe: Mitad monje y mitad soldado, como postulaba su padre, Salvador Abascal Infante, cuando dirigía con ímpetu de cruzado medieval las huestes de la Unión Nacional Sinarquista.
Así es, también, el nieto de don Salvador, el cachorro Rodrigo Abascal Olascoaga, incrustado en el equipo de Felipe Calderón. Es, ni más ni menos, mano derecha --literalmente-- de Josefina Vázquez Mota.
Para que no se diga que la derecha, la extrema derecha, ignora la herencia de la sangre y no paga las conductas de devoción y guerra en las campañas electorales.
El secretario de Gobernación, en el ocaso de un periodo sexenal estéril, da lustre a la mano firme y el apego al catecismo convenenciero: el uso inmoral de Jesús como alcahuete de fechorías.
En la tribuna de la Cámara de Diputados, reconvenido por las ansias de sangre, recurre a la invocación espiritual y, el martes 3 de octubre, jura al referirse a Oaxaca: “En el nombre de Dios, no haremos absolutamente ninguna represión.”
En el campo de lo terrenal es otra la acción, desdoblada su doble personalidad: Abascal actúa como soldado, un guerrero que usa la tropa vestida de policía para, con la complicidad del coro mediático, ejercer la fuerza y “recuperar” territorio enemigo, al costo que sea.
Hasta en el lenguaje Abascal encarna al soldado y, por supuesto, al monje.
Vendrá después el ridículo de quien formalmente es el jefe, Vicente Fox, para aplaudir que “chiquillos y chiquillas” regresen a clases y el anuncio falso de millonarias inversiones para rescatar Oaxaca de la postración. Con todo y gobernador Ulises Ruiz, nomás eso faltaba, y hasta los greñudos --“ve nada más qué facha de nacos”-- de la APPO.
Desde las catacumbas pintadas de azul emerge, también, la voz de Manuel Espino --otro personaje también mitad monje y mitad soldado-- para aplaudir “la decisión valiente” del gobierno y para elogiar la decisión del Congreso federal de solicitarle a Ulises Ruiz que, por favor, deje el cargo de gobernador.
Menos mal que los cruzados medievales, Abascal y Espino --y claro, Calderón--, reconocen que la caída de Ruiz no resolverá el conflicto de Oaxaca, sobre todo porque a ellos no les ha sido funcional, sino sólo a los priistas: ha sido el espantajo para la toma de posesión del gerente impuesto al país, que todo apunta a que será en el Auditorio Nacional.
De los muertos, ni hablar. Los de piel morena, o en general, de producción nacional, valen menos que una vaca: Hubo 56 en la mina Pasta de Conchos, dos en la siderúrgica Lázaro Cárdenas y otros dos en Atenco.
De no haber sido estadunidense el caído en Oaxaca --y de sobra periodista--, nadie en el gobierno lamentaría nada, hondo el racismo en todos los ámbitos.
No, el país no anda bien.
Apuntes
Los cachorros de la derecha se aferran a la ubre del erario con Calderón: Además de Abascal Olascoaga, están en la nómina de 150 millones de pesos Carlos Castillo López, hijo de Carlos Castillo Peraza, quien en la contienda interna del PAN maldijo a quien ahora le pagará un sueldo; Lía Limón, hija de Miguel Limón Rojas, exsecretario de Educación con Ernesto Zedillo, quien fue por unos meses esposa de Luis Carlos Ugalde, presidente del IFE y que, gracias a su amistad con Margarita Zavala, es flamante militante panista; también Patricia Flores Elizondo, sobrina de Rodolfo Elizondo, secretario de Turismo…
Fuerte es el silencio de Cuauhtémoc Cárdenas, ya no sobre la incursión de las tropas en Oaxaca enviadas por su patrón Fox, sino por las acusaciones contra quien le manejaba sus negocios, Porfirio Barbosa. Ya se supo por qué tres años después de conocido el ilícito se consigna ahora: Para que Cárdenas presente su plan de trabajo como organizador de las fiestas del centenario de la Revolución y el bicentenario de la Independencia en un día muy especial: El 20 de noviembre, justo cuando Andrés Manuel López Obrador tome protesta como “presidente legítimo” de México y para que no se haga pública la relación de él y de su cachorro, Lázaro Cárdenas, con Carlos Ahumada, que súbitamente enmudeció.
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