Eduardo Ibarra Aguirre
Los mexicanos no somos profetas en nuestra tierra. Por lo menos no ante Germán Martínez Cázares y la cúpula del Partido Acción Nacional. Tampoco frente al grupo de amigos y socios que gobiernan.
El Comité Ejecutivo Nacional del PAN invitó a Dominique Marie François René Galouzeau de Villepin a exponer la conferencia, auténticamente magistral, Los desafíos del mundo y la relación de México con la Unión Europea. Postuló lo que aquí y en otros espacios de opinión e información se sostiene reiteradamente: Es un seguro fracaso enfrentar el narcotráfico y el crimen organizado anteponiendo la intervención del Ejército y las policías al uso de sistemas de inteligencia y de la plena identificación de los circuitos financieros que los alimentan.
El otrora primer ministro que perdió las elecciones internas de su partido ante el frívolo marido de Carla Bruni Boroni , para representarlo en la puja presidencial francesa de 2007, insiste, como diversos especialistas y columnistas locales, que para la identificación plena de los recursos financieros de los grupos delictivos es imprescindible el intercambio de información con otros países, como lo hace de manera eficaz el gobierno federal, pero más por subordinación a Washington que derivado de un proyecto propio.
Para combatirlas con eficacia, dice De Villepin, es preciso “conocer cómo piensan, saber como actúan” las bandas criminales y utilizar “más imaginación”. Acaso sea pedir demasiado al procurador Eduardo Medina-Mora Icaza , al súper policía Genaro García Luna y al titular de Gobernación Juan Camilo Mouriño Terrazo , funcionario eficaz para apuntalar los negocios familiares desde el gobierno, pero incompetente para encabezar el gabinete de seguridad, como le recordaron en la Cámara de Diputados y consta a ciudadanos aterrorizados por la suerte de sus vidas y bienes.
El político y escritor nacido en Rabat, Marruecos, subraya que todo lo que es seguridad y estrategia militar “no tiene que ser el elemento central, sino acompañar de modo muy escogido, respetando las reglas de la democracia, porque el terrorismo y el crimen organizado se nutren de la incapacidad de las democracias de no respetar sus propios principios”. Tesis que centenares de organizaciones civiles de defensa de los derechos humanos documentan diariamente sin que el panismo, hecho grupo gobernante, les haga caso. Y, por ello, de acuerdo a las más prestigiosas organizaciones internacionales vivimos un desastre en materia de derechos humanos. La más reciente víctima fue abatida a tiros por el Ejército en Matamoros, Tamaulipas.
Como diversos analistas nacionales, el estudioso de Napoleón Bonaparte estima que es indispensable “un gobierno fuerte” que pueda convocar a la cohesión social, empujar junto con todas las fuerzas políticas los cambios que se requieran para hacer frente al narcotráfico, separando los debates políticos e ideológicos en curso, porque “frente a una sociedad cohesionada el crimen organizado no tiene futuro”.
Y, finalmente, lo que se escribe y dice desde no pocas computadoras y micrófonos: el crimen organizado y la inseguridad son, en parte, consecuencia de la corrupción en todos los niveles gubernamentales. Y privados, añado yo en forma subrayada. Porque Dominique de Villepin cojea del mismo lado ideológico que sus interlocutores panistas, pero ello no le impide registrar que “la frustración de grupos sociales” también incide en el auge delincuencial y en la inseguridad. Así como el “poco” crecimiento económico, la “alta dependencia” con Estados Unidos y las “condiciones sociales prevalecientes”.
Atenidos a las formulaciones del político francés, con los programas y las políticas de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa el narcotráfico –el negocio más grande y rentable de la aldea global-- y la inseguridad se multiplicaron en México para quedarse.
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