La apuesta de Calderón al plantearse el combate al narcotráfico y al crimen organizado mediante una violencia feroz y sin cuartel fue, de verdad, muy estúpida e insensata. Es difícil saber si fue idea suya o sugerencia de sus colaboradores. Fue una colosal equivocación. El punto de partida, es evidente, fue considerar que los delincuentes llegaron de Marte, que eran extraños al cuerpo de la sociedad mexicana, que alguien los había importado (acaso los colombianos) y que, en la lucha por erradicar su funesta actividad, la misma sociedad mexicana no tenía nada que ver. Ese fue el mayor error, pero no fue el único.
Es muy posible que la idea de usar la fuerza bruta contra la fuerza bruta, la violencia del Estado contra la violencia de los delincuentes, haya sido esbozada al gobierno panista por los grandes y muy concentrados grupos económicos y políticos que fueron cómplices de Calderón en su asalto al poder. Ahora son ellos mismos los que lamentan semejante insania. La derecha en todos sus matices sólo sabe recurrir a la fuerza y jamás se le ocurren otros caminos. Los gobiernos panistas nunca han sido capaces de analizar mínimanente las causas del crimen en la sociedad y ni siquiera sus siniestras consecuencias.
Es posible, por ello, que fuesen los propios panistas que rodean a Calderón quienes lo hayan empujado al uso de la violencia indiscriminada en contra de la delincuencia organizada. Algo pasmoso de verdad es que, como se ha señalado reiteradamente, casi no hay trabajo de inteligencia, de manera que siempre se ataca a bulto, en donde hay un atraco, un secuestro o una acción cualquiera de los criminales. Luego hay que pensar en la necesidad de la buena imagen tan necesaria al actual régimen: también los priístas y los más diversos grupos de presión pueden haber lanzado al gobierno a esta estupefaciente espiral de violencia.
Casi no hay nada que añadir a lo que hasta ahora se ha apuntado en torno a la estúpida política criminal del gobierno panista. Se ha dicho que la corrupción, sobre la que no se ha hecho diagnóstico oficial serio alguno y menos aún se hace nada por combatirla, es la fuente principal de la impunidad. También se ha observado que la impunidad es la madre del desbordamiento incontrolable de la criminalidad. Si un delincuente es atrapado una de cada 10 o 15 veces en que comete un ilícito y, además, se le deja libre poco después para seguir haciendo lo que sabe hacer, pues el delincuente se ríe de las penas por altas que sean.
Resulta deprimente ver cómo el Presidente se desgañita cada vez que la delincuencia nos asalta con estridencias en el sentido de que va “ganando” la guerra contra el crimen o de que los narcos están desesperados porque se les está “acorralando”. Es incapaz de recibir y entender los mensajes del crimen organizado. Para empezar no se explica cómo es que, según sus propios funcionarios, los delincuentes tienen, con mucho, mejor armamento que las fuerzas del orden, incluidas las mismas fuerzas armadas. Todo mundo sabe que el tráfico principal se da en la frontera norte, cosa que los gringos disimulan cínicamente.
Cada acto de los criminales encierra un mensaje. Las matanzas nos quieren decir que nadie está a salvo de su violencia, por más que el gobierno los persiga. Los secuestros de hijos o familiares de magnates o de gente rica buscan quebrar la confianza de los dueños del poder económico en su gobierno y, con toda razón, se sienten indefensos y desprotegidos por ese gobierno. Ahora ellos mismos están llamándolo a encontrar soluciones no violentas, aunque no sepan ni por qué lo proponen. La efectividad de la represión gubernamental del crimen, por lo demás, es ridícula y, en el fondo, inexistente.
El atentado en Morelia encierra también un mensaje. En Michoacán se dice que el objetivo fue “calentar la plaza”, supuestamente en poder de La Familia, por parte de grupos rivales. Es lícito pensar que fue mucho más: se quiso decir al gobierno que si se les sigue persiguiendo, con tan inútiles resultados, ellos están dispuestos a convertirnos en otro Irak y a juntar para el futuro la simple delincuencia con el terrorismo en sus formas más atroces. Ante la evidente ineficacia de las fuerzas represoras del gobierno, además de la impunidad rampante y la incontrolable corrupción en que el Estado se debate, habrá que imaginar lo que podrá resultar de esos ominosos mensajes de los criminales.
Otro mensaje de Morelia: las granadas fueron lanzadas a unas decenas de metros de donde el gobernador daba su Grito. Cualquier funcionario puede ser cazado en cualquier sitio y en cualquier momento. Eso es ya una amenaza de terrorismo sistemático. Y más cuando las acciones del Ejército son de una brutalidad que espanta y lastima profundamente a las poblaciones. No hay inteligencia (la militar no sirve para estos casos), no hay conciencia de la lucha que se está dando, sólo una violencia indiscriminada que merma el prestigio y la autoridad de las instituciones.
Por lo que se sabe, miles de veces los gringos han recomendado formar una policía profesional de verdad, en academias especializadas, con preparación no sólo en las armas, sino también en inteligencia policial (investigación, indagatoria e información), en derecho penal, en criminalística, en derechos humanos y en todo aquello que haga del futuro agente un verdadero preventor del delito. Luego que se le incorpore al servicio habrá que pagarle un muy buen sueldo (no como a un funcionario panista) que dé en él, junto con su preparación especializada, un espíritu de cuerpo y una conciencia del cumplimiento de su deber.
Los militares formados en sus academias pueden tener todo eso y acaban ganando sueldos de miseria, pero se les forma un espíritu de cuerpo y fidelidad a las instituciones. Empero, no sirven para combatir el crimen organizado. Para eso hay que formar especialistas. Creo que una buena mayoría de los jefes de sicarios de la delincuencia fueron antes militares o policías (si no es que todavía lo son). Por supuesto que se necesita una mejor legislación penal y más acuerdos de seguridad entre las diferentes autoridades; pero hace falta crear y formar los elementos que se deberán encargar de combatir frontalmente a los criminales. Todo eso, por lo demás, los actuales gobernantes no están dispuestos a o son incapaces de hacerlo.
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