El caballito de piel había vivido más tiempo en la guardería que cualquiera de los otros juguetes. Era tan viejo que su cubierta de color castaño se le había pelado a parches, y debajo se le veían las costuras. Ya le habían arrancado la maor parte de las cerdas de la cola para hacer collares con abalorios. Este caballo era sabio, pues había vivido una larga sucesión de juguetes mecánicos que llegaban jactándose y contonéandose, y con el tiempo se les rompía el resorte principal y fallecían; y él sabía que esos eran solo juguetes, y nunca se convertirían en ninguna otra cosa. Pero lo que sucede en la guardería es muy extraño y maravilloso, y solo aquellos juguetes viejos, sabios y experimentados, como el caballito de piel, entienden todo esto.
-¿Qué es lo real?- le preguntó un día el conejo, cuando los dos yacían el uno junto al otro cerca del guardafuego de la chimenea, antes que llegara la Nana a arreglar el cuerto-. ¿Significa tener adentro las cosas que zumban y una manija sobresaliente?
-Lo real es la manera como fuiste hecho- contestó el caballito de piel-. Es algo que le ocurre a uno. Cuando un niño te ame a ti durante un largísimo tiempo, no sólo porque quiere jugar contigo, sino porque realmente te ama. Entonces llegarás a ser real.
-¿Eso duele?- preguntó el conejo.
-Algunas veces- respondió el caballito de piel, pues siempre decía la verdad-. Cuando tú eres real no te importa que te duela.
-¿Sucede eso instantáneamente como cuando te dan cuerda, o poco a poco?- preguntó.
- No sucede instantáneamente- dijo el caballito de piel-. Tú llegas a ser real poco a poco. Se necesita un largo tiempo. esta es la razón por la cual esto no les ocurre a las personas que se rompen fácilmente, o que tienen bordes filosos, o que hay que guardarlas con cuidado. Por lo general cuando tú llegues a ser real, ya te han arrancado por amor la mayor parte del pelo, te han sacado los ojos, se te han aflojado las coyunturas y te has vuelto andrajoso. Pero eso no importa en absoluto, pues cuando uno llega a ser real no puede ser feo, exepto por las personas que no lo entienden.
Existen historias que nunca se olvidan. Quizá la forma de contar éstas pueden variar, pero lo que sin duda alguna no se puede negar es que éstas se vuelven especiales por la gran lección que llevan implícitas. No recuerdo el título de esta historia, pero el nombre del libro si mal no recuerdo es: ¿Quién, yo un siervo? ¡Usted tiene que estar bromeando!
La anterior historia me hace pensar en qué significa la palabra servir, cuál es la labor verdadera de una persona que sirve y qué la orilla a tomar la decisión de hacerlo. Supongo que es sencillo darle respuesta a esta última pregunta: el amor que siente por las personas que lo redean. Se dice que el hecho de servir implica despojarse del orgullo, del egoísmo, de la vanidad y de tantas otras cosas que encierran un intéres propio. Sin embargo, qué tan difícil es servir cuando desafortunadamente se nos enseña que mi yo es primero que todo. Es mi oración que aprendamos a servir, que todos aquellos dones y talentos que podamos tener los pangamos a servicio de las personas que nos rodean. Suena algo difícil y hasta doloroso, pero estoy segura que se puede.
-¿Qué es lo real?- le preguntó un día el conejo, cuando los dos yacían el uno junto al otro cerca del guardafuego de la chimenea, antes que llegara la Nana a arreglar el cuerto-. ¿Significa tener adentro las cosas que zumban y una manija sobresaliente?
-Lo real es la manera como fuiste hecho- contestó el caballito de piel-. Es algo que le ocurre a uno. Cuando un niño te ame a ti durante un largísimo tiempo, no sólo porque quiere jugar contigo, sino porque realmente te ama. Entonces llegarás a ser real.
-¿Eso duele?- preguntó el conejo.
-Algunas veces- respondió el caballito de piel, pues siempre decía la verdad-. Cuando tú eres real no te importa que te duela.
-¿Sucede eso instantáneamente como cuando te dan cuerda, o poco a poco?- preguntó.
- No sucede instantáneamente- dijo el caballito de piel-. Tú llegas a ser real poco a poco. Se necesita un largo tiempo. esta es la razón por la cual esto no les ocurre a las personas que se rompen fácilmente, o que tienen bordes filosos, o que hay que guardarlas con cuidado. Por lo general cuando tú llegues a ser real, ya te han arrancado por amor la mayor parte del pelo, te han sacado los ojos, se te han aflojado las coyunturas y te has vuelto andrajoso. Pero eso no importa en absoluto, pues cuando uno llega a ser real no puede ser feo, exepto por las personas que no lo entienden.
Existen historias que nunca se olvidan. Quizá la forma de contar éstas pueden variar, pero lo que sin duda alguna no se puede negar es que éstas se vuelven especiales por la gran lección que llevan implícitas. No recuerdo el título de esta historia, pero el nombre del libro si mal no recuerdo es: ¿Quién, yo un siervo? ¡Usted tiene que estar bromeando!
La anterior historia me hace pensar en qué significa la palabra servir, cuál es la labor verdadera de una persona que sirve y qué la orilla a tomar la decisión de hacerlo. Supongo que es sencillo darle respuesta a esta última pregunta: el amor que siente por las personas que lo redean. Se dice que el hecho de servir implica despojarse del orgullo, del egoísmo, de la vanidad y de tantas otras cosas que encierran un intéres propio. Sin embargo, qué tan difícil es servir cuando desafortunadamente se nos enseña que mi yo es primero que todo. Es mi oración que aprendamos a servir, que todos aquellos dones y talentos que podamos tener los pangamos a servicio de las personas que nos rodean. Suena algo difícil y hasta doloroso, pero estoy segura que se puede.
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