Calentamiento global: ultimátum a la vida
La amenaza del cambio climático es provocado por el crecimiento poblacional, la emisión de gases causantes del efecto invernadero y la explotación de la naturaleza. La concienciación es el primer paso para proteger a la casa grande: la Tierra.
Para entender la magnitud había que ver desde arriba. El 22 de febrero pasado, desde una avioneta, un grupo de periodistas captó las imágenes que servirían como evidencia para el mundo del desastre que casi acaba con la selva beniana: 20 mil refugiados, decenas de campañas de solidaridad, un monto indefinido de millones de dólares en pérdidas, además de un campo minado para el crecimiento económico.
Desde el aire se pudo comprobar cómo el desequilibrio en la naturaleza significa muerte. Las aguas ahogaron miles de hectáreas habitadas por animales de diversas especies, lugares donde crecía una variedad incalculable de plantas tropicales. Las autoridades informaron que el 40 por ciento del territorio, unos 85 mil kilómetros, fueron tragados por el rebalse de cuatro ríos que se inundaron por exceso de lluvias.
Mientras tanto en el occidente del país —según balances que aún actualiza el Gobierno— unas 200 mil hectáreas fueron afectadas por la sequía, dejando sin sus cultivos a cerca de 42 mil familias en La Paz, Oruro y Potosí.
Se trata de una mínima muestra de lo que puede hacer el calentamiento global. Según el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), que agrupa a 2.500 científicos de 100 países, uno de los principales efectos de este fenómeno es que provoca mayor cantidad de precipitaciones, las cuales se convierten en tormentas. Además que las reubica, éstas son provocadas por el aumento de las temperaturas que crea mayor evaporación marina y que, al mismo tiempo, chupa la humedad de los suelos, causando de esta forma las sequías.
Se trata de un problema mundial. Este año, los efectos del fenómeno también provocaron daños en Argentina y en otras latitudes del planeta como Indonesia, donde la furia de las aguas inundó poblaciones enteras.
Según el Programa de las Naciones Unidades para el Medio Ambiente (Pnuma), los huracanes, rutina en Centroamérica, también responden a este fenómeno. “Stan” azotó el 2005 a esas naciones causando 1.600 muertes. Mientras tanto, “Katrina” hizo estragos en Estados Unidos. Esos mismos países fueron impactados en 1998 por “Mitch”, que afectó a 1,2 millones de personas, entre muertos y desaparecidos, y provocó pérdidas por 8.500 millones de dólares, cifra que supera el PIB de Honduras y Nicaragua, los dos más golpeados.
Las olas de calor
Los huracanes no son los únicos desastres provocados por el fenómeno. El aumento de las temperaturas es otro efecto. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya estimaba en 150 mil las muertes durante el 2000. También reveló que el 2003, 20 mil europeos murieron por la ola de calor.
Según la NASA, que en 1980 anunció el “inicio el calentamiento”, las temperaturas promedio durante el 2005 han superado a las de 1998, el año más caluroso de la historia. 2002, 2003 y 2004 le siguen en escala decreciente.
Según explica el director regional del Pnuma, Ricardo Sánchez, la fiebre de la Tierra “ya no es ciencia ficción, nos está golpeando y por ahora es inevitable”.
En opinión de la IPCC, el calentamiento global lleva implícita la influencia humana, a la que denomina científicamente variante antropogénica, “la mayor parte del calentamiento en los últimos 50 años, es atribuible al hombre”.
No sólo los científicos lo saben. Ya hace años que Osho, el maestro espiritual hindú más influyente de occidente advirtió, “el hombre moderno es el más peligroso depredador de la naturaleza”.
Salvando las distancias, con él coincide el sacerdote católico Gregorio Iriarte en su obra Análisis crítico de la realidad. Allí afirma que el modo actual de vida convirtió al trabajo en apropiación de la naturaleza. Ahora, “la naturaleza es mero objeto de dominio, no tiene valor en sí misma sino sólo de uso; se convirtió en mercancía para el consumo”.
Por otro lado, el glosario de la IPCC señala a la Revolución Industrial (siglo XXVIII) como el inicio del desequilibrio que trajo este fenómeno. Desde ese momento, la temperatura se elevó.
La industria también derivó en el quiebre ecológico de los biosistemas a causa de las labores de extracción. Cuando el trabajo manual de la economía global fue reemplazado por la maquinaria, que además demanda productos naturales en lugares diversos, empezó el efecto sobre el planeta. Además, su impacto no se reduce a los lugares específicos donde se instala, sino también a los que la demandan. Es el esquilmo de los recursos naturales por encima de su ciclo de renovación como la extracción maderera el que desolló a la tierra de su piel vegetal.
Las consecuencias del calentamiento pueden debatirse en escenarios económicos, científicos, políticos o sociales, pero es innegable que la era de consumo aceleró el deterioro del planeta y lo contaminó con la generación de residuos que cada día se introducen en el ecosistema por encima de su capacidad de eliminación.
La tierra tiene fiebre
Tras la amenaza de las armas nucleares, el calentamiento global es otra razón más para alertar a la humanidad sobre su desenlace fatal. El círculo vicioso de la contaminación empieza aniquilando la naturaleza y sigue con la fabricación de productos desechables y residuos nocivos para la vida.
Así lo denuncia el ex vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore, reconocido activista ambiental que, a través de sus conferencias, trata de concienciar sobre el calentamiento global. Su diagnóstico es determinante: “la tierra tiene fiebre”.
Gore, con apoyo científico, produjo el documental La verdad incomoda, cinta que habla del tema y que este año ganó el Oscar al mejor trabajo en su género. A su campaña para mitigar la fiebre planetaria ya se sumaron 100 cantantes y músicos de rock y pop, que bajo el nombre de Live Earth, el 7 de junio, ejecutarán varios megaconciertos que se desarrollarán en Londres, Shanghai, Johannesburgo, Sydney y ciudades de Japón, Brasil y Estados Unidos. Teniendo en cuenta las diferencias horarias, el espectáculo durará 24 horas. Para el evento ya se comprometieron Madonna y Sting.
El precio del consumo
La fiebre global, según la IPCC, es provocada por la retención en la Tierra de los rayos ultravioleta que llegan del sol y que, al no poder salir por la capa causada por el exceso de gases de invernadero, que se acumulan en la atmósfera, atrapando el calor del sol. Se trata de un efecto parecido al de las carpas de invernadero que se utiliza para los cultivos.
Cuando estos gases se producen en cantidades adicionales a las que la naturaleza necesita se convierten en venenosos. El dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O), entre los principales, derivan de la industria; de la quema de combustibles fósiles, como el petróleo, y del gas o la gasolina de los coches. Según el investigador y periodista Eduardo Galeano, en su libro Escuela del mundo al revés, por cada dos niños, se fabrica un coche en el mundo.
Por su parte, la revista National Geographic (09-2002) asegura que un río de petróleo emana de los pozos del mundo cada segundo. Además, señala que el consumo petrolero subió en 14 por ciento durante los 90 y que su esquema equivale al 40 por ciento de los 22 mil millones de toneladas de CO2 que llegan a la atmósfera al año.
Esos datos cuestionan a la cultura de consumo y a esto se suma el diagnóstico Bruntland, presentando a la Comisión Mundial de Medio Ambiente (1987) que afirma que “se necesitarían 10 planetas para que los países pobres consuman como los ricos”.
El crecimiento demográfico es otra arista que aumenta el problema. Los informes de la División de Población de Naciones Unidades publicados el 2000 señalan que en 1930 el mundo tenía dos mil millones de personas. Tras 70 años, la cifra subió a seis mil millones. En el 2001, nacían 150 personas por minuto en todo el mundo.
Ante la dureza de estos datos, el sacerdote Iriarte reflexiona “las generaciones futuras tienen el derecho de recibir un mundo habitable con todas las garantías que la naturaleza puede dar”.
Un futuro poco prometedor
La IPCC señala que si el calentamiento global continúa, provocará el derretimiento de glaciares, sequías severas y escasez de agua. El premio Nobel Mario Molina, descubridor del agujero en la capa de ozono, cifró en un 90 por ciento las posibilidades de que la temperatura aumente entre 4 y 5 grados para fines del siglo XXI si no se frena la contaminación. Molina sentenció que ése “es un riesgo que no deberíamos tomar”.
Según Gore, ya existen evidencias científicas del deshielo de los polos que mantienen el equilibrio ambiental, como el que ocurre en el casquete polar ártico, que se redujo en un 40 por ciento en los últimos 40 años. “Si continúa, en 70 años dejará de existir”. De igual forma, en la Antártida (Polo Sur) se detectó que un espacio de 35 kilómetros de hielo se derritió en 35 días, cuando los científicos esperaban que tardará 100 años.
En el documental La verdad incomoda se señala que, si el deshielo se hiciese efectivo, los mares subirían seis metros. Eso provocaría inundaciones en zonas costeras como Florida, San Francisco o Manhattan en los Estados Unidos, afectando a los Países Bajos y ciudades como Beijing, Shanghai o Calcuta, entre muchos otros. Esto que dejaría aproximadamente 100 millones de refugiados.
El informe del Pnuma “Cambio Climático en América Latina y el Caribe 2006”, revela que en la región falta información. “Sobre la manera de considerar la adaptación al fenómeno hay incertidumbre y no existen mecanismos para la participación pública”. El informe indica que los países pobres no están listos para afrontar el recalentamiento, “un fenómeno que pone coto a su desarrollo”.
Por otro lado, el Consejo para la Defensa de Recursos Naturales (NRDC) de Estados Unidos informó que el 2004, consultores del Pentágono redactaron un informe sobre el cambio climático. En el peor de los casos, se concluyó, podría convertir en inhabitables grandes áreas del planeta, causar escasez de alimentos y agua, migraciones masivas y guerra.
Estados Unidos, que representa el cuatro por ciento de la población mundial, produce el 25 por ciento de CO2, superando a cualquier país. Esta nación se resiste a firmar el Protocolo de Kyoto, un instrumento internacional que busca reducir las emisiones de seis gases provocadores del efecto invernadero. Según Galeano, “una persona de un país rico es una carga 16 veces mayor para el planeta que uno de un país pobre”.
En búsqueda de la conciencia
Según la IPCC, el calentamiento global aún puede evitarse. Organizaciones como Greenpeace, WWF o NRDC coinciden en que la lucha contra la fiebre global debe ser frontal y que se deben exigir políticas a los países, sobre todo desarrollados, para lograr la reducción de la emisión de gases.
Si bien el cambio debe llegar a nivel macro, es importante que cada persona, tomando conciencia del problema y ejerciendo responsabilidad, ayude a mitigar el impacto, porque cada humano provoca el calentamiento global.
En ese ámbito, la decisión individual tendría que ser parte de una actitud ética y moral en relación al planeta, porque lo que está en juego es nuestra capacidad de vivir en él. “Habría que empezar en no confundir a la naturaleza con paisaje y entender que la ecología no se reduce a la jardinería”, según reflexiona Galeano.
Esa semilla de conciencia individual choca, por ejemplo, con sectores conservadores que nacen de gobiernos de países desarrollados o de las multinacionales que más contaminan el planeta. Para ellos, Gore cita al escritor estadounidense, Upton Sinclair, quien dijo “es difícil hacer que un hombre entienda algo si su salario depende de que no le entienda”.
Una de las conclusiones lógicas en este tema sería que cuando las advertencias están sustentadas por hechos científicos, la gente debe asegurarse de que las advertencias sean escuchadas y que existan respuestas al problema.
Galeano postula que dentro de cada persona hay muchas otras personas posibles, por lo que ahora, “que todavía no estamos terminados, debemos embarcarnos en la aventura de cambiar y cambiarnos para que valga la pena este parpadeo (humanidad) en la historia del universo”.
Fuente: Iván Canelas Lizárraga, La Razón.
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