Por: Eduardo Ibarra Aguirre
De muy poco le sirve a Alberto Cárdenas Jiménez presumir de ser hombre del campo, formado y educado en éste. Porque finalmente muestra los mismos reflejos que Carlos Salinas de Gortari, el hombre que ostentaba respecto a sus opositores políticos: ¡Ni los veo ni los oigo! Síntesis del involuntario monumento verbal al autoritarismo que incurrió en genocidio.
El exgobernador jalisciense no observa ningún foco rojo en el agro. Tampoco organización o ciudadano “que tenga como bandera política” la renegociación del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que al comenzar el primer segundo de 2008 dejará con tasa cero de arancel al maíz, frijol, leche y azúcar.
Las razones son de peso para el secretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (por nombre no paramos): “México tiene 94.6 por ciento de soberanía alimentaria –así lo dijo- ya que anualmente exporta 250 mil millones de dólares e importa 17 mil millones de dólares (es evidente que se trata de pesos) en productos” (La Jornada, 27-X-07, p. 39).
El ingeniero electricista, con maestría en organización industrial y doctorado en ingeniería industrial, está feliz porque “Somos el número uno a nivel mundial en producción de aguacate… En producción de limón, jitomate, pepino, melón, sandía, espárragos, tequila, cerveza y un sinfín de productos somos los mejores del mundo”.
Para desgracia del exalcalde de Ciudad Guzmán, quien también sigue la máxima de Vicente Fox Quesada de no leer diarios para no amargarse la vida, una semana antes el Banco Mundial dio a conocer El informe del desarrollo mundial –la publicación anual del BM que en 2007, como no ocurría desde hace un cuarto de siglo, la dedicó al tema de la agricultura-, que sostiene que el campo mexicano perdió una cuarta de sus habitantes en una década y disminuyó en una tercera parte el poder adquisitivo de los campesinos que se quedaron.
El informe subraya que lo anterior sucede dos décadas después de que comenzaron a ser retirados los apoyos oficiales a la actividad agropecuaria y transcurridos 13 años desde que entró en vigor el TLCAN. Pero también apunta Alain de Janvry, uno de los autores: “El sector marcha bien, pero a la gente no le va bien”. El documento critica que 54 por ciento de los subsidios gubernamentales en Latinoamérica son para el sector privado.
El cambio demográfico tendrá consecuencias más graves, porque entre los que emigran para trabajar en ciudades mexicanas o en Estados Unidos, una cuarte parte son jóvenes y los de mayor instrucción escolar. Por ejemplo, durante el gobierno del cambio (2000-2006) que fue posible gracias al histórico voto útil, emigraron a Estados Unidos 3.2 millones de mexicanos.
Seguramente a uno de los instrumentos clave de la aldea global, hegemonizada por las trasnacionales y por Washington, no puede ignorarlo un tecnócrata que se disfraza de hombre del campo y hasta se atreve a mostrar las manos.
El mismo día de las cuentas alegres dictadas desde Colima capital, miles de dirigentes y activistas de organizaciones rurales, artistas, organismos de ecologistas, actores y actrices, apoyados por grupos de rock, ska, reggae, son y otros ritmos, bailaron y recabaron firmas durante ocho horas para refrendar en el Zócalo capitalino: ¡Sin maíz no hay país! ¡Pon a México en tu boca!
Exigen, como desde el 25 de junio, la revisión del capítulo agropecuario del TLCAN. Igual que lo demandan, entre otras muchas, la Confederación Nacional Campesina y el Congreso Agrario Permanente, organizaciones que le recordaron al ingeniero de Zapotlán el Grande, que su demanda ha sido la misma desde los años 90 del siglo pasado.
Pero el funcionario que presume de ser formado y forjado en el campo, no tiene oídos ni ojos para la mayoría de los integrantes de la sociedad rural.
De muy poco le sirve a Alberto Cárdenas Jiménez presumir de ser hombre del campo, formado y educado en éste. Porque finalmente muestra los mismos reflejos que Carlos Salinas de Gortari, el hombre que ostentaba respecto a sus opositores políticos: ¡Ni los veo ni los oigo! Síntesis del involuntario monumento verbal al autoritarismo que incurrió en genocidio.
El exgobernador jalisciense no observa ningún foco rojo en el agro. Tampoco organización o ciudadano “que tenga como bandera política” la renegociación del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que al comenzar el primer segundo de 2008 dejará con tasa cero de arancel al maíz, frijol, leche y azúcar.
Las razones son de peso para el secretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (por nombre no paramos): “México tiene 94.6 por ciento de soberanía alimentaria –así lo dijo- ya que anualmente exporta 250 mil millones de dólares e importa 17 mil millones de dólares (es evidente que se trata de pesos) en productos” (La Jornada, 27-X-07, p. 39).
El ingeniero electricista, con maestría en organización industrial y doctorado en ingeniería industrial, está feliz porque “Somos el número uno a nivel mundial en producción de aguacate… En producción de limón, jitomate, pepino, melón, sandía, espárragos, tequila, cerveza y un sinfín de productos somos los mejores del mundo”.
Para desgracia del exalcalde de Ciudad Guzmán, quien también sigue la máxima de Vicente Fox Quesada de no leer diarios para no amargarse la vida, una semana antes el Banco Mundial dio a conocer El informe del desarrollo mundial –la publicación anual del BM que en 2007, como no ocurría desde hace un cuarto de siglo, la dedicó al tema de la agricultura-, que sostiene que el campo mexicano perdió una cuarta de sus habitantes en una década y disminuyó en una tercera parte el poder adquisitivo de los campesinos que se quedaron.
El informe subraya que lo anterior sucede dos décadas después de que comenzaron a ser retirados los apoyos oficiales a la actividad agropecuaria y transcurridos 13 años desde que entró en vigor el TLCAN. Pero también apunta Alain de Janvry, uno de los autores: “El sector marcha bien, pero a la gente no le va bien”. El documento critica que 54 por ciento de los subsidios gubernamentales en Latinoamérica son para el sector privado.
El cambio demográfico tendrá consecuencias más graves, porque entre los que emigran para trabajar en ciudades mexicanas o en Estados Unidos, una cuarte parte son jóvenes y los de mayor instrucción escolar. Por ejemplo, durante el gobierno del cambio (2000-2006) que fue posible gracias al histórico voto útil, emigraron a Estados Unidos 3.2 millones de mexicanos.
Seguramente a uno de los instrumentos clave de la aldea global, hegemonizada por las trasnacionales y por Washington, no puede ignorarlo un tecnócrata que se disfraza de hombre del campo y hasta se atreve a mostrar las manos.
El mismo día de las cuentas alegres dictadas desde Colima capital, miles de dirigentes y activistas de organizaciones rurales, artistas, organismos de ecologistas, actores y actrices, apoyados por grupos de rock, ska, reggae, son y otros ritmos, bailaron y recabaron firmas durante ocho horas para refrendar en el Zócalo capitalino: ¡Sin maíz no hay país! ¡Pon a México en tu boca!
Exigen, como desde el 25 de junio, la revisión del capítulo agropecuario del TLCAN. Igual que lo demandan, entre otras muchas, la Confederación Nacional Campesina y el Congreso Agrario Permanente, organizaciones que le recordaron al ingeniero de Zapotlán el Grande, que su demanda ha sido la misma desde los años 90 del siglo pasado.
Pero el funcionario que presume de ser formado y forjado en el campo, no tiene oídos ni ojos para la mayoría de los integrantes de la sociedad rural.
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