Bucareli | El Universal | Jacobo Zabludovsky 03 de diciembre de 2007
Quiero hablar de otra cosa. Por ejemplo, de bibliotecas. La semana pasada hubo 2 motivos para tocar el tema, uno producto de la amnesia, y otro, del talento
Primero la amnesia. Desde hace 8 días circula un libro llamado La diferencia. Radiografía de un sexenio de Rubén Aguilar y Jorge Castañeda. “Aspira a constituir un relato y análisis de las decisiones o coyunturas de Fox”, dicen los autores. Relato incompleto, análisis trivial y coyunturas escogidas a gusto de quien les provoca esta opinión (Pág. 135): “De nuevo, las respuestas de Fox son sensatas y astutas”, y agregan (Pág. 141): “La tesis de la incompetencia política de Fox tampoco reviste mayor análisis”. En cuanto a los 9 temas del índice, el 1 es la formación del gabinete, pero se omite su dispersión y fracaso; el 2 es el arreglo de Chiapas en 15 minutos, sin arreglo 7 años después; el 3 es sobre la reforma fiscal, el más grande fracaso del sexenio; el 4 es el pleito gratuito con Cuba, en el que corrigen la versión pública de “comes y te vas” y defienden a Fox porque sólo le ordenó a Fidel Castro “… acabando de comer entonces puedes salir… terminando el evento… te regresarás… a Cuba…”; el 5 es el aeropuerto de Atenco que fue el aborto de todos los errores; el 6 Hussein, Bush y Fox, un galimatías típico de cabra en cristalería; el 7 el desafuero de El Peje buscado durante un año para arrepentirse la víspera; el 8 fue la elección presidencial del 2006, cuyo desaseo todos, incluso Calderón, estamos pagando; y el 9 Vicente y Marta (Pág. 15): “… hemos incluido, casi bajo protesta, un capítulo final sobre Marta y Vicente donde tratamos tanto los chismes y lo que sabemos de ello, como lo que podemos contar sobre los escándalos de corrupción, excentricidades, excesos y abusos”.
Al llegar a la 373 corrigen: “Llegamos a la conclusión que… incorporarlos desvirtuaba el sentido del libro… excluimos los 2 temas que hubieran constituido el centro de este capítulo: la hipotética corrupción de la familia Fox y el tema de Marta Sahagún”.
Y luego, para llegar a nuestro tema, está la Biblioteca Vasconcelos, en la que se invirtieron más de 1,200 millones de pesos. No merece una sola mención, a pesar de tratarse de la obra más importante de la pasada administración. Permanece cerrada desde principios de este año. Ni una palabra.
Hasta ahí el tema de la amnesia, sólo como ejemplo de una repetida característica del libro.
Talento. Hablemos ahora de otras bibliotecas. Más bien dicho, de un libro, uno de los más bellos editados en México en los últimos tiempos, sobre bibliotecas privadas. La autora, Corina Armella de Fernández Castelló, reunió en Entre Libros a 57 capitalinos que permitieron el paso a un fotógrafo y escribieron sobre sus libros, su afición por coleccionarlos, sus preferidos entre ellos, el origen y el destino del acervo. El amor a la colocación, libro a libro, como si fueran los ladrillos de una casa no es cosa nueva. Lo nuevo es haber logrado este libro insólito mostrando juntos rincones ocultos, silenciosos, íntimos. No es afición de ricos. Un hidalgo pobre fue dueño de la biblioteca personal más famosa de la historia, Don Quijote de la Mancha, a quien “del mucho leer y poco dormir se le secó el celebro”. El barbero maese Nicolás, el cura licenciado Pero Pérez, el ama y la sobrina se reunieron para remediar la locura cuya causa estaba en los más de 100 libros grandes y otros pequeños reunidos en un aposento alejado de la cama donde dormía, “malferido”, el caído de Rocinante y apaleado por un mulero. El escrutinio de los libros llevó a la hoguera a la mayoría. Se guardaron varios por su calidad, como La Galatea del propio Cervantes, “más versado en desdichas que en versos”, dijo el barbero en este juego magistral entre la imaginación cierta y la realidad inventada. Los 4 escrutadores pensaron cómo hacer para que cuando el hidalgo despertara la ausencia de los libros no lo traumatizara. Decidieron murar el aposento. Llegó don Quijote, buscó la puerta y al no hallarla preguntó dónde estaba el cuarto de sus tesoros. La sobrina advertida de lo que había de responder lo consoló con una magnífica mentira a la medida de la locura de su tío: “Un encantador vino sobre una nube una noche, después del día que vuestra merced de aquí se partió; y apeándose de una sierpe, en que venía caballero, entró en el aposento, y no sé lo que hizo dentro, que a cabo de poca pieza salió volando por el tejado, y dejó la casa llena de humo; y cuando acudimos a mirar lo que dejaba hecho, no vimos libro ni aposento alguno”. “Ese es un sabio encantador, grande enemigo mío que me tiene ojeriza”, responde Don Quijote, y así se consuela de la extraña ausencia de libros y aposento. Si era obra de un encantador había que aceptarla; gajes del oficio.
La bellísima estratagema evitó la ira del caballero. Una más convincente necesitaban urdir los autores de La diferencia para explicarnos como desaparecieron de su libro el aposento faraónico, sus decenas de miles de libros y los cientos de millones de pesos encerrados en el enigma Vasconcelos. Algún encantador.
Tal vez el error inicial del libro es la dedicatoria: “A los 15’989,636, mexicanos que votaron por la alternancia. Ellos tienen derecho a saber lo que pasó”. Esta ha se ser la dedicatoria de la segunda parte, que contendrá todo lo que no vieron, no oyeron, no recordaron, no dijeron o callaron los autores de esta decepcionante primera.
Para terminar, justo es, en elogio de su intención, aplaudir su franqueza: “Ambos le guardamos agradecimiento a Fox”. “Pedimos una disculpa a nosotros mismos por haber caído en el fango que tanto daño nos hace como país” (Pág. 15).
Y cuando por fin salgan de Los Pinos, apaguen la luz los dos.
Nota del enmascarado en el exilio: De cuando en vez, Don Jacobo nos recuerda que puede ejercer el periodismo desde el angulo de los que sufren la historia (y no de las que la hacen con la ayuda de las armas y el ejercito: Recordemos el 1o. de diciembre del 2006)
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