Buscar este blog

05 diciembre 2007

Paraíso frustrado

Alejandro Encinas Rodríguez

El próximo 1 de enero se cumplirán 14 de años de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio. A lo largo de las últimas décadas y durante su proceso de discusión, sus promotores incubaron la falsa ilusión de que la firma conduciría de lleno a nuestro país al primer mundo, a épocas de bonanza en la economía, los negocios y en la calidad de vida.

La fiebre neoliberal invadió los espacios de las políticas y del poder público. Había que acabar —se insistía— con años de paternalismo y tutela estatal, que habían inhibido la iniciativa productiva de los mexicanos, para dar cauce a una economía competitiva, a la par de las grandes potencias del mundo.

Con la apertura comercial, el gobierno mexicano privatizó el patrimonio del país, y si bien en los primeros años se registró un crecimiento en las exportaciones, se crearon nuevos negocios, se abatió la inflación y se redujo el déficit fiscal, el paso de los años y un mercado voraz y desigual llevaron a la quiebra a miles de negocios, al abandono del campo y a la pérdida de empleos, lo que redujo los ritmos de crecimiento económico esperados e incrementó la migración y la concentración del ingreso.

El propio Fondo Monetario Internacional ha reconocido en su informe de octubre pasado que la apertura comercial no generó los beneficios que se esperaban para México, e incluso el Banco Mundial señala que si bien el comercio duplicó su participación en el PIB (de 37% de 1980-1993 a 75.7% en 1994-2000), al igual que la inversión extranjera directa (que pasó de 1.20% a 2.90% como porcentaje del PIB en el mismo periodo), los salarios reales cayeron y la pobreza se incrementó.

Mientras la economía creció en 2.2% en promedio anual entre 1982 y 2006, la Población Económicamente Activa superó los 26 millones de personas, únicamente se generaron poco más de 8 millones de plazas, con lo que el déficit en el empleo formal ascendió a más de 18 millones de personas.

El salario mínimo, que había alcanzado su máximo histórico en 1976 con 53.59 pesos diarios, cayó en 2007 hasta 11.01 pesos diarios (precios de 1994), lo que representa una pérdida acumulada de 79.4%. Situación que se replicó en los salarios contractuales, que perdieron 55.8% de su poder adquisitivo, al pasar de 50.1 pesos diarios en 1982 a 22.1 pesos diarios en 2007 (precios de 1994).

A ello se suma el fracaso de las privatizaciones y de la apertura financiera, que aunado a la desmedida concentración del ingreso en un pequeño grupo de corporaciones, ha llevado a la quiebra de aerolíneas, al rescate carretero, prácticamente a la desaparición del ferrocarril y al control del sistema bancario por instituciones financieras extranjeras.

El traumático despertar de 1994 trajo consigo el levantamiento indígena en Chiapas y uno de los años más dolorosos para nuestro país. El asesinato del candidato presidencial del PRI —entonces partido en el gobierno—, el homicidio posterior de su dirigente nacional, y los errores cometidos en el manejo de la economía en diciembre de ese año, evidenciaron la precariedad de la economía y la sociedad mexicanas.

En enero de 2008 entrarán en vigor nuevas disposiciones de este acuerdo con la apertura a las importaciones de maíz, frijol, leche en polvo y azúcar, las cuales encontrarán un campo fragmentado social y productivamente, y con ello, de nuevo, la evidencia de la enorme asimetría entre las economías de los países asociados y la discrecionalidad con que los “socios” subsidian a sus productores agrícolas, lo que redundará en el incremento de la desigualdad y en una mayor brecha económica que, lejos de integrar a los países de la región, los divide.

Ya en los años 50, durante la creación de la Comunidad Económica Europea, Gunnar Myrdal, premio Nobel de Economía 1974, sostenía que “la integración económica internacional, como la integración nacional, es un problema mucho más amplio que el comercio y aun la economía. Incluye problemas de cohesión social y de solidaridad internacional practica”. El comercio, insistía, “por sí solo no aporta ninguna solución a este problema, y la liberalización del comercio que ha tenido lugar realmente ha tendido a perpetuar, cuando no a aumentar, esta desigualdad”.

Esta situación implica reconocer que una condición en la integración económica entre países o regiones es establecer contrapesos a las asimetrías dentro de la misma región y el fortalecimiento de la cohesión económica, social y territorial. Por ello, la oferta de alcanzar un desarrollo a la par del primer mundo con la apertura comercial ha sido una promesa frustrada.

aencinas@economia.unam.mx

Profesor de la Facultad de Economía de la UNAM

No hay comentarios.: