Por Encendiendo Conciencias
Desde hace 39 años, la consigna que enmarca el aniversario de la masacre en contra del mitin estudiantil de Tlatelolco en el otoño de 1968 es: 2 de octubre, no se olvida.
Más allá de la consigna, debemos hacer un recuento de la memoria histórica y revalorar qué es hoy lo que no debemos olvidar.
No olvidar el 2 de octubre de 1968 conlleva mucho más que levantar pancartas, alzar la voz con consignas y marchar homenajeando a los compañeros caídos.
No olvidar es asumir el legado de una lucha que se fue amasando y madurando en el corazón del pueblo mexicano y principalmente de sus jóvenes como respuesta al régimen autoritario que se revelaba como una actitud del gobierno declarada, abierta y crudamente en contra de la organización social.
La represión se hizo presente antes de 1968, sexenios atrás, para desarticular las movilizaciones obreras de los ferrocarrileros, petroleros y maestros que denunciaban injustas condiciones salariales y la nula democracia sindical.
Entonces, figuras como Demetrio Vallejo y Valentín Campa, ambos líderes ferrocarrileros, fueron encarcelados en la Penitenciaria de Lecumberri como castigo y escarmiento por su participación política.
Fue con Díaz Ordaz que el autoritarismo encontró una de sus peores caras. En 1965, debutó ordenando la represión de la huelga de 8 mil médicos de hospitales del IMSS, SSA e ISSSTE, quienes demandaban mejoras en las condiciones de trabajo.
Después, en 1966, Díaz Ordaz dejaría clara la estrategia que definiría su gobierno cuando usó la fuerza militar para invadir la Universidad Nicolaíta de Morelia con el objetivo de “eliminar los conflictos”, un año después repetiría la misma acción en la Universidad de Sonora.
Ante este clima de terror; la tensión y el hartazgo social que fueron sembrándose en el pueblo se fueron transformando en organización, la cual encontró en el sector estudiantil la fuerza que se propuso resistir, combatir y frenar la represión.
El movimiento estudiantil surge como respuesta a la represión. Miles de jóvenes inician y sostienen una huelga cuyas demandas son: libertad a los presos políticos, derogación de los artículos que atentaban contra la libertad de expresión y reunión, desaparición de los cuerpos represivos, indemnización a familiares de estudiantes muertos y desaparecidos, deslinde de responsabilidades y diálogo público.
La distancia de los años pareciera que lograra hacer olvidar a muchos que las demandas del 68 están vigentes hoy más que nunca.
El legado de 68 es precisamente recordar que combatir el autoritarismo y la represión es un compromiso de todos.
En el México de hoy es cada vez más evidente la intención del gobierno en retomar la política abiertamente autoritaria y represiva al estilo de Díaz Ordaz y Echeverría.
La visión retrógrada de personajes como Calderón, Peña Nieto y Ulises Ruiz apuesta a que el pueblo llegue a olvidar que la organización popular es un contrincante invencible cuando está nutrido de dignidad y conciencia social.
Los movimientos de los estudiantes del CGH y de los campesinos de Atenco son la muestra de que es posible hacer frente y dar marcha atrás a los que se llaman poderosos, cuya forma de actuar es imponer sus intereses por encima de los del pueblo digno y soberano.
El estallido social en Oaxaca es la denuncia viva de que en México crece cada vez más el hartazgo ante la desigualdad, la discriminación y la corrupción que caracterizan al sistema neoliberal que durante años se ha impuesto y a los gobiernos que procrea.
La represión se hace presente hoy no sólo para frenar la semilla de la resistencia sino para la venganza y el escarmiento.
Hace 8 años se hizo presente en la toma militar de las instalaciones universitarias, pero ni la PFP ni el encarcelamiento de los estudiantes lograron imponer la privatización de la UNAM.
En mayo del 2006, la represión apareció otra vez en la venganza cometida en contra de los pueblos del FPDT de Atenco con allanamientos, robos, asesinatos, violaciones y de nuevo llevándose presos a varios compañeros. Pero el movimiento campesino esta vivo y no ceja en la defensa de la tierra y la libertad.
La represión se mantiene constante en Oaxaca, en donde la PFP, los escuadrones de la muerte, y la persecución política han intentado sin éxito callar la voz popular que exige la renuncia del asesino Ulises Ruiz.
Todo esto, sin olvidar a los mineros muertos por la negligencia de los patrones o por las balas de la PFP, en un ajuste de cuentas entre los de arriba. Sumando además la prepotencia del gobierno del fraude al arrebatar a los trabajadores al servicio del Estado su derecho a una pensión digna y anunciar más reformas contra las conquistas de los trabajadores.
Ante este escenario en nuestro país, la herencia del 2 de octubre se convierte en la obligación de juntar esfuerzos y levantar la frente y los puños en un movimiento en contra de la represión y por la libertad de todos los presos políticos.
Este legado debe ser asumido hoy más que nunca como un compromiso de todos, pero principalmente de los estudiantes, quienes no deben olvidar que han sido los beneficiarios de los logros de esta histórica batalla y deben honrar la confianza que el pueblo ha depositado en ellos a lo largo de la historia.
No olvidar el 2 de octubre es no esperar a que nos arrebaten una a una nuestras libertades y nuestros derechos para asumir su defensa.
2 de octubre no se olvida, si es de lucha combativa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario