• 7,374 millones de dólares
• La práctica que ya se volvió costumbre
El hábito, mi estimado, es una especie de segunda naturaleza. El gobierno de Felipe Calderón sigue haciendo agua en cuestiones por demás trascendentales para mantener a flote la subsistencia de los tanques de oxígeno para su débil administración.
En el terreno legislativo, my friend, y pese a las voces dementemente eufóricas, al inquilino de Los Pinos no le han salido las cosas como pensaba. Su reforma fiscal, tan cacareada y vendida en el ámbito financiero internacional, terminó siendo un minúsculo y ridículo chisguete (como todo este gobierno) negociado cual barata ficha de cambio por la reforma electoral.
El club de los optimistas oficiales alardea el éxito de otro reformón, la del ISSSTE, sin detenerse en los detalles donde el simpático demonio de Elba Esther fue, por mucho, la más beneficiada. En estos tres ingenuos ejemplos, mi estimado, hay un tufo de fracaso federal en las negociaciones políticas y un indiscutible cerco que mantiene de rehén al freakeado Calderón... quien ahora nos salió con la chulada de que le compró 34 prendas de ropa blindada al diseñador colombiano Miguel Caballero, a lo que el respetable pregunta (sonriente) si las trusas están incluidas... y si el IFAI podría proporcionar detalles de los diseños de esta temporada Otoño-Invierno, o si ya de plano le llegaron los modelos de Primavera 2008.
Pobre Felipe.
No puede presumir su kinky style y para abonar su mal humor, el Plan México se está yendo, literalmente, al nabo.
Y cómo no, my friend, si los que negociaron el balón en presidencia (con minúsculas) no han informado de qué se trata el reventón bilateral. Lo que se han cansado de decir es en qué no consiste la aventura Bush-Calderón. Y la cándida de Paty (la canciller) afirmaba en su comparecencia de ayer ante legisladores que las negociaciones no fueron secretas sino... discretas. Ajá. O sea, reservadas.
La espléndida pregunta sería: ¿reservadas como para quién?
¿Por qué Paty señaló a los senadores que cualquier expresión anticipada sobre los detalles de ese ocurrente compromiso —que estaba programado para anunciarse con bombo y platillo en Montebello, Canadá— hubiera afectado el curso de las negociaciones? ...pues, ¡¿qué pactaron?!
¿Por qué tanta resistencia oficial en informar los detalles?
Ahí le va un chistoso ejemplo.
¿Por qué si en julio pasado, en las reuniones técnicas celebradas aquí en la capital, el gobierno mexicano entregó al gobierno estadunidense un divertido cuadro en el cual se estipuló que el gasto autorizado de México en materia de seguridad pública y nacional era de 7,374 millones de dólares... ayer salió Presidencia a desmentir la cifra y Carstens a jugar al Tío Lolo...?
¿Qué de verdad estos imbéciles no se dan cuenta que las autoridades en Estados Unidos están manejando esta cifra, hace más de una semana, con base en los datos proporcionados por el gobierno de Calderón...?
¡¿Acaso en Presidencia estarán perdiendo las facultades mentales..?!
El desconcierto mediático generado alrededor de esta cifra por el Gymboree mexicano y el evidente malestar legislativo está desarrollando una ola (más bien, tsunami) que ya prendió los focos de alerta norteamericanos, sobre todo porque allá también están librando sus batallas domésticas.
Ya para qué abundar de los dos severísimos puntos de acuerdo en San Lázaro, donde los diputados le tiran los dientes a Felipe Calderón recordándole que hay otro poder, el Legislativo, encargado de aprobar el billete. Si le suma los divertidos adjetivos a la soberbia conducta presidencial ante el entreguismo empinado con el gobierno de Bush, al irreverente respetable le late que la singular Iniciativa Mérida ya se la llevó la Inigualable Mierda.
Es tal el manoseo, las contradicciones, los desmentidos, la confusión, la arrogancia, la incompetencia, el sospechosismo, las verdades a medias, la cautela y la desinformación, my friend, que Felipe Calderón y su inner circle sencillamente no dan una. Sobre todo por ese hábito desquiciado que se ha vuelto su placer de mentir, engañar y simular...
Qué peligroso.
• La práctica que ya se volvió costumbre
El hábito, mi estimado, es una especie de segunda naturaleza. El gobierno de Felipe Calderón sigue haciendo agua en cuestiones por demás trascendentales para mantener a flote la subsistencia de los tanques de oxígeno para su débil administración.
En el terreno legislativo, my friend, y pese a las voces dementemente eufóricas, al inquilino de Los Pinos no le han salido las cosas como pensaba. Su reforma fiscal, tan cacareada y vendida en el ámbito financiero internacional, terminó siendo un minúsculo y ridículo chisguete (como todo este gobierno) negociado cual barata ficha de cambio por la reforma electoral.
El club de los optimistas oficiales alardea el éxito de otro reformón, la del ISSSTE, sin detenerse en los detalles donde el simpático demonio de Elba Esther fue, por mucho, la más beneficiada. En estos tres ingenuos ejemplos, mi estimado, hay un tufo de fracaso federal en las negociaciones políticas y un indiscutible cerco que mantiene de rehén al freakeado Calderón... quien ahora nos salió con la chulada de que le compró 34 prendas de ropa blindada al diseñador colombiano Miguel Caballero, a lo que el respetable pregunta (sonriente) si las trusas están incluidas... y si el IFAI podría proporcionar detalles de los diseños de esta temporada Otoño-Invierno, o si ya de plano le llegaron los modelos de Primavera 2008.
Pobre Felipe.
No puede presumir su kinky style y para abonar su mal humor, el Plan México se está yendo, literalmente, al nabo.
Y cómo no, my friend, si los que negociaron el balón en presidencia (con minúsculas) no han informado de qué se trata el reventón bilateral. Lo que se han cansado de decir es en qué no consiste la aventura Bush-Calderón. Y la cándida de Paty (la canciller) afirmaba en su comparecencia de ayer ante legisladores que las negociaciones no fueron secretas sino... discretas. Ajá. O sea, reservadas.
La espléndida pregunta sería: ¿reservadas como para quién?
¿Por qué Paty señaló a los senadores que cualquier expresión anticipada sobre los detalles de ese ocurrente compromiso —que estaba programado para anunciarse con bombo y platillo en Montebello, Canadá— hubiera afectado el curso de las negociaciones? ...pues, ¡¿qué pactaron?!
¿Por qué tanta resistencia oficial en informar los detalles?
Ahí le va un chistoso ejemplo.
¿Por qué si en julio pasado, en las reuniones técnicas celebradas aquí en la capital, el gobierno mexicano entregó al gobierno estadunidense un divertido cuadro en el cual se estipuló que el gasto autorizado de México en materia de seguridad pública y nacional era de 7,374 millones de dólares... ayer salió Presidencia a desmentir la cifra y Carstens a jugar al Tío Lolo...?
¿Qué de verdad estos imbéciles no se dan cuenta que las autoridades en Estados Unidos están manejando esta cifra, hace más de una semana, con base en los datos proporcionados por el gobierno de Calderón...?
¡¿Acaso en Presidencia estarán perdiendo las facultades mentales..?!
El desconcierto mediático generado alrededor de esta cifra por el Gymboree mexicano y el evidente malestar legislativo está desarrollando una ola (más bien, tsunami) que ya prendió los focos de alerta norteamericanos, sobre todo porque allá también están librando sus batallas domésticas.
Ya para qué abundar de los dos severísimos puntos de acuerdo en San Lázaro, donde los diputados le tiran los dientes a Felipe Calderón recordándole que hay otro poder, el Legislativo, encargado de aprobar el billete. Si le suma los divertidos adjetivos a la soberbia conducta presidencial ante el entreguismo empinado con el gobierno de Bush, al irreverente respetable le late que la singular Iniciativa Mérida ya se la llevó la Inigualable Mierda.
Es tal el manoseo, las contradicciones, los desmentidos, la confusión, la arrogancia, la incompetencia, el sospechosismo, las verdades a medias, la cautela y la desinformación, my friend, que Felipe Calderón y su inner circle sencillamente no dan una. Sobre todo por ese hábito desquiciado que se ha vuelto su placer de mentir, engañar y simular...
Qué peligroso.
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