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04 diciembre 2007

Luís Carlos Ugalde Despachado del IFE

Empezó mal, siguió igual y terminó peor

Por Vulgo Culto

Si desde el ingreso de ese Consejo al Instituto electoral en el 2003 se pidió su renuncia, hoy se le puede despedir sin la menor consideración. Los malos términos de su designación marcaron su destino, pero tanto Ugalde como el resto de los consejeros se hicieron como que la virgen les habló. La honestidad intelectual y política que hoy reclama Ugalde es la misma que ese Consejo arrojó al WC hace cuatro años, cuando a pesar de su manifiesta falta de legitimidad permaneció en el puesto.

En aquel entonces se advirtió que el procedimiento de designación del Consejo –sin el aval perredista y producto de una concertasesión entre Elba Esther Gordillo y Germán Martínez– significaba un retroceso en la consolidación del instituto y dejaba en situación de vulnerabilidad a los consejeros.

Por si no fuera suficiente, aquella solicitud de la renuncia del Consejo se reiteró en el 2006. Al término del proceso electoral del año pasado, el Consejo del IFE tuvo otra oportunidad para presentar su renuncia. Por obvias razones, el Consejo del IFE perdió la confianza ciudadana y la de la oposición, simple y sencillamente su permanencia era insostenible, por que además dejó de ser útil a quienes lo impusieron, más aun se volvió un verdadero estorbo para todos. En ese momento el Consejo dejó escapar otra oportunidad para dejar el puesto con al menos una poca de dignidad.

Hoy, el exconsejero presidente no puede venir con el cuento de que su salida tiene por único referente el proceso electoral del año pasado. No, hay que referirla a su mala entrada primero y luego a su peor desempeño, lo del fraude fue simplemente el pésimo acabose.

El ahora expresidente del Consejo del IFE no supo aprovechar el beneficio de la duda que le extendieron algunos politólogos analistas a pesar de los términos de su nombramiento. Luego dejó pasar la oportunidad de salir por la puerta de enfrente.

Los argumentos que intentó esgrimir Luís Carlos para quedarse en el cargo fueron, precisamente, las mejores razones para asegurarse que por ningún motivo permaneciera en él.

Cada uno de esos argumentos revelaba que nunca entendió cuál era su función. Dijo que detrás del relevo del Consejo se ponía en duda la autonomía y la independencia, pero entonces: ¿Qué no ese Consejo puso en duda la autonomía y la independencia con las decisiones que tomó y dejó de tomar durante y después de la elección presidencial?

No supo armar el voto de los mexicanos en el extranjero. No supo contener la manifiesta intervención del presidente Vicente Fox en el proceso. No supo contener la injerencia de factores reales de poder en el proceso. No supo reconocer el límite de su participación en el debate entre los candidatos. No supo dar el resultado electoral. No supo que no deberían declarar ganador de la contienda. No supo nunca nada.

En ese sentido, Ugalde y el resto de los consejeros al parecer nunca entendieron que su tarea –al servicio del sistema- no era necesariamente generar certidumbre, sino ser un vulgar instrumento de la antidemocrática maquinaria electorera, que una vez que ha sido utilizado puede ser desechado, por que esa fue siempre su condición; un instrumento desechable.

El exconsejero-expresidente dice que los partidos quieren secuestrar al instituto, pide su rescate y en la afirmación, revela una terrible confusión.

No es lo mismo que el órgano constituyente permanente o sea, el órgano legislativo considere conveniente su remoción, a que así lo consideren los partidos políticos. Hay una diferencia entre aquel y estos, pero ya no alcanza a distinguirla. Él mete todo en un costal y todo aquel que no quiso ratificarlo en el puesto es antidemócrata. Se suma, así, a la nueva costumbre de construir “complots”, el construye el suyo.

Pide no ser simplistas, pero reduce su situación a una venganza y se lanza contra todos. Desafía a los poderes Legislativo y Ejecutivo, a los partidos políticos, pero a la ciudadanía nunca la tomó en cuenta. ¿Podía seguir así en el puesto?

Los mecanismos de defensa de Ugalde fueron los mejores argumentos para despedirlo a él y lo son para despachar al resto del Consejo, nunca debieron ser nombrados.

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