Por: Eduardo Ibarra Aguirre
Desde el principio hasta el fin de su mandato como consejero presidente del Instituto Federal Electoral, Luis Carlos Ugalde Ramírez empeñó sus mejores esfuerzos en demostrar con tintes de escándalo que lo que natura no da, Salamanca no presta.
El doctor y maestro en ciencia política por la Universidad de Columbia, Nueva York, fue designado presidente del IFE el 31 de octubre de 2003, por las bancadas de los partidos Revolucionario Institucional, bajo el decisivo impulso de la cacique magisterial Elba Esther Gordillo Morales, y la de Acción Nacional encabezada por Francisco Javier Barrio Terrazas, quienes ignoraron a los diputados del Partido de la Revolución Democrática, coordinados por Pablo Gómez Alvarez.
Con independencia de los méritos académicos y las limitaciones para el ejercicio público, incluida la gesticulación que lo hace aparecer como lo que no es, la falla principal del árbitro electoral es de origen.
En el discurso de Ugalde Ramírez no figuraba, entonces, lo que ahora presenta como centro de su alegato: “La dignidad del IFE está por encima de los partidos”. Como también estuvo ausente durante enero-julio de 2006. O bien sólo supo reivindicarlo ante el PRD y el PRI, pero nunca frente al partido del presidente Vicente Fox Quesada y del candidato Felipe de Jesús Calderón Hinojosa.
Por ello, resultan creíbles las versiones que registra Jenaro Villamil en Proceso del 16 de diciembre, respecto a que tras la renuncia del consejero presidente despedido con las reformas constitucionales y del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales, bajo la asesoría de Juan Molinar Horcasistas, exconsejero que encabeza la nómina del Instituto Mexicano del Seguro Social, Ugalde intentó cuatro años y 14 días después de su nombramiento, convertir un fracaso en victoria. O como bien dice José Antonio Crespo Mendoza: “El aprovecha para pegarle a sus verdugos, para salir por una puerta menos trasera, pero no tiene consecuencias jurídicas”, porque “tal como está redactado el artículo cuatro transitorio, está previsto que se podía atorar el nombramiento del consejero presidente”.
Los movimientos que está operando el director general del IMSS, en lugar de ocuparse de los graves rezagos en cirugías de todo tipo, corresponde al viraje político y legislativo que despliega Germán Martínez Cázares, quien en vez de instalar al PAN en el centro político, como lo prometió al tomar posesión como presidente panista, tras una elección de las llamadas de tipo soviético, lo reinstala en la “cercanía responsable”. Más aún en “¡Este es su partido, presidente Felipe Calderón!”
El exbecario de la Secretaría de la Función Pública y ahora encargado de manejar el partido del inquilino principal de Los Pinos, es coautor intelectual de las directrices presidenciales para vetar a los candidatos a consejeros ciudadanos propuestos por el partido del sol azteca, hacer pagar a éste las consecuencias de los cambios de tres consejeros y la posposición hasta febrero de las decisiones de San Lázaro y reeditar un órgano electoral donde nuevamente predominen los amigos del PAN.
El reculamiento de Héctor Larios Córdova en los acuerdos consensuados entre las tres principales fuerzas políticas, con la rebeldía de las franquicias que pareciera únicamente pueden subsistir alrededor de las primeras, no sólo dejaron al IFE en una situación difícil, sino complicaron reformas como la judicial y la antimonopolios.
Por si no fuera suficiente, la disputa por suceder por dos meses a Luis Carlos Ugalde confronta en forma grotesca a los consejeros en dos bloques. Llegaron al extremo de discutir que el efímero titular no podrá dotarse de nuevas oficinas y que tampoco podrá ejercer de manera discrecional el elevadísimo presupuesto de que disponía el doctor.
El tragicómico cuadro muestra a plenitud la herencia que dejó Ugalde como árbitro incompetente, parcial y faccioso.
Desde el principio hasta el fin de su mandato como consejero presidente del Instituto Federal Electoral, Luis Carlos Ugalde Ramírez empeñó sus mejores esfuerzos en demostrar con tintes de escándalo que lo que natura no da, Salamanca no presta.
El doctor y maestro en ciencia política por la Universidad de Columbia, Nueva York, fue designado presidente del IFE el 31 de octubre de 2003, por las bancadas de los partidos Revolucionario Institucional, bajo el decisivo impulso de la cacique magisterial Elba Esther Gordillo Morales, y la de Acción Nacional encabezada por Francisco Javier Barrio Terrazas, quienes ignoraron a los diputados del Partido de la Revolución Democrática, coordinados por Pablo Gómez Alvarez.
Con independencia de los méritos académicos y las limitaciones para el ejercicio público, incluida la gesticulación que lo hace aparecer como lo que no es, la falla principal del árbitro electoral es de origen.
En el discurso de Ugalde Ramírez no figuraba, entonces, lo que ahora presenta como centro de su alegato: “La dignidad del IFE está por encima de los partidos”. Como también estuvo ausente durante enero-julio de 2006. O bien sólo supo reivindicarlo ante el PRD y el PRI, pero nunca frente al partido del presidente Vicente Fox Quesada y del candidato Felipe de Jesús Calderón Hinojosa.
Por ello, resultan creíbles las versiones que registra Jenaro Villamil en Proceso del 16 de diciembre, respecto a que tras la renuncia del consejero presidente despedido con las reformas constitucionales y del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales, bajo la asesoría de Juan Molinar Horcasistas, exconsejero que encabeza la nómina del Instituto Mexicano del Seguro Social, Ugalde intentó cuatro años y 14 días después de su nombramiento, convertir un fracaso en victoria. O como bien dice José Antonio Crespo Mendoza: “El aprovecha para pegarle a sus verdugos, para salir por una puerta menos trasera, pero no tiene consecuencias jurídicas”, porque “tal como está redactado el artículo cuatro transitorio, está previsto que se podía atorar el nombramiento del consejero presidente”.
Los movimientos que está operando el director general del IMSS, en lugar de ocuparse de los graves rezagos en cirugías de todo tipo, corresponde al viraje político y legislativo que despliega Germán Martínez Cázares, quien en vez de instalar al PAN en el centro político, como lo prometió al tomar posesión como presidente panista, tras una elección de las llamadas de tipo soviético, lo reinstala en la “cercanía responsable”. Más aún en “¡Este es su partido, presidente Felipe Calderón!”
El exbecario de la Secretaría de la Función Pública y ahora encargado de manejar el partido del inquilino principal de Los Pinos, es coautor intelectual de las directrices presidenciales para vetar a los candidatos a consejeros ciudadanos propuestos por el partido del sol azteca, hacer pagar a éste las consecuencias de los cambios de tres consejeros y la posposición hasta febrero de las decisiones de San Lázaro y reeditar un órgano electoral donde nuevamente predominen los amigos del PAN.
El reculamiento de Héctor Larios Córdova en los acuerdos consensuados entre las tres principales fuerzas políticas, con la rebeldía de las franquicias que pareciera únicamente pueden subsistir alrededor de las primeras, no sólo dejaron al IFE en una situación difícil, sino complicaron reformas como la judicial y la antimonopolios.
Por si no fuera suficiente, la disputa por suceder por dos meses a Luis Carlos Ugalde confronta en forma grotesca a los consejeros en dos bloques. Llegaron al extremo de discutir que el efímero titular no podrá dotarse de nuevas oficinas y que tampoco podrá ejercer de manera discrecional el elevadísimo presupuesto de que disponía el doctor.
El tragicómico cuadro muestra a plenitud la herencia que dejó Ugalde como árbitro incompetente, parcial y faccioso.
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