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24 junio 2007

El barco casino de Fidel Herrera

Funcionarios de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, del gobierno de Veracruz y de Cancún, tejieron una red de corrupción en torno al buque Fiesta Casino, del consorcio estadounidense Fiesta Cruise Line, el primero en su tipo que operaría en México como centro de apuestas

Veracruz, Veracruz.— Bajo el fuego de un sol perenne, en aguas del Golfo de México, el buque Fiesta Casino yace en penumbras, sin combustible, agua dulce ni comida. El salitre carcome el casco, las sogas de amarre están podridas, el motor principal no sirve y perdió el ancla. Cien metros de eslora confinan un hedor de años de francachela y meses de abandono.

El olor a cigarro, alcohol y sudor impregnados en la gruesa alfombra que reviste el piso, en el tapiz de las paredes y en cortinas que cubren las pequeñas claraboyas, atizan la alta temperatura y hacen más nauseabundo el ambiente.

La Organización Marítima Internacional lo registró como “buque muerto”, pero la tripulación aún permanece abordo, junto a su capitán, Eddy Narciso Gómez, abandonados por los armadores y hoy son víctimas de la corrupción de funcionarios mexicanos.

–¿Se acabó la fiesta, capitán?

–Se acabó. La fiesta se convirtió en infierno.

El capitán, desde hace 11 meses, vive abordo de la embarcación que está bajo arraigo judicial por una denuncia de los trabajadores contra los armadores del Fiesta Cruice Lines, y sus filiales Trident Gaming Development, MHD Enterprise LLC, y MHD Mexicana, por abandonarlos sin pagarles en meses, en el juicio radicado en un juzgado de Veracruz, lo que significa que el barco no puede ser movido ni su tripulación abandonarlo.

Piratas modernos

Con el arribo del Fiesta Casino a territorio mexicano, hace dos años, se tejió una maraña de corrupción de funcionarios de alto nivel encabezada por el actual coordinador del PAN en la Cámara de Senadores, Santiago Creel Miranda, y funcionarios de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT).

Como parte de los permisos para juegos y sorteos que en forma discrecional autorizó Creel Miranda, como secretario de Gobernación, a la firma Fiesta Cruise Line le prometió una licencia para explotar casinos flotantes en zonas marítimas de México, similares a los que el consorcio opera en Estados Unidos y Panamá.

El permiso se daría a través de la empresa MHD Mexicana, representada por los estadounidenses James Joseph Monaghan y Santiago Beamount, y los mexicanos Alexandro Picón Ocaña, Manuel Camargo y Leopoldo Suárez, todos con influencias en el gobierno de Quintana Roo, y vinculados al ex alcalde de Cancún, Juan Ignacio García Zalvidea, y al ex gobernador Joaquín Hendrixs.

El primer casino sería el buque La Cruice, que al ingresar en mares mexicanos se denominó Island Casino y luego Fiesta Casino.

En diciembre de 2001, la Segob dio entrada al trámite de “prestación de servicio de juegos con apuestas en la embarcación extranjera Island Casino”. Pero el escándalo desencadenado por los permisos –que en su mayoría beneficiaron al Grupo Televisa– empantanó el proceso.

En agosto de 2005, la MHD trajo el barco con una tripulación de 14 filipinos y un capitán estadounidense. Entró a costas de Quintana Roo con documentos apócrifos de la SCT y un permiso de navegación (101.202.019.1104/2005, folio 006325) expedido por la Dirección General de Marina Mercante.

En septiembre de ese año, Vicente Martínez, capitán de Puerto Juárez, detectó los documentos falsos, pero no impidió los movimientos del buque ni reportó el hecho a la Procuraduría General de la República. Después, él mismo autorizó entrar a puerto en distintas ocasiones y fondear en Cozumel y Playa del Carmen, donde originalmente operaría como casino flotante.

Enrique Lozano, inspector en México de la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (ITF, por sus siglas en inglés), señala que los marinos le notificaron que desde hacía meses el armador no les pagaba, y que tampoco los abastecían de combustible, alimentos ni agua, y que por ser extranjeros no podían bajar a tierra.

Por las presiones de la ITF, James Monaghan, director en México de Fiesta Cruice Lines, liquidó a la tripulación, con lo cual Lozano consideró que la situación laboral se normalizaría, pero tres meses después, con la salida del capitán, las condiciones empeoraron.

La tripulación pidió auxilio a la capitanía de puerto, pero Martínez se negó a intervenir, pese a que es su obligación como se prevee en la Ley de Navegación y Comercio Marítimo, y en convenios internacionales.

Nuevamente intervino la ITF y la tripulación fue desembarcada. El barco fue movido de Playa Tortugas, Quintana Roo, a Progreso, Yucatán, donde ilegalmente se le dio entrada y se contrató tripulación mexicana. Luego los representantes de MHD abrieron una oficina en Veracruz donde atracaron el barco.

En agosto de 2006, el titular de la capitanía de puerto, Antonio Burgueño Guardado, autorizó la entrada del barco. James Monaghan sustituyó la bandera de Panamá por la de Belice, y el 24 de agosto el buque fondeó a 12 mil millas náuticas cerca de la Isla de Sacrificios, donde comenzó a operar como casino en forma clandestina.

Sobornos

Durante cuatro semanas el casino abrió sólo para “invitados especiales”: funcionarios del gobierno del estado y de la SCT, incluido Burgueño Guardado, revela un empleado del Fiesta Casino.

Para trasladar a los apostadores, se utilizaba el Tórtola Fast Ferry, embarcación de la misma empresa, con capacidad para 280 personas, que hacía dos viajes diarios, por la mañana para personal de servicio y por la tarde para los jugadores.

El 14 de octubre de 2006, día de asueto del capitán del ferry, Kenneth Tate, y quien contrario a la ley también era capitán del Fiesta Casino, los “invitados especiales” querían ir al casino, que aquella noche ofrecería una fiesta de pre inauguración.

El ferry encalló en el arrecife Pájaros. Carlos Anaya, jefe de timonel, dice que en 15 minutos dos lanchas anfibias de la Armada de México llegaron por los “invitados especiales”.

La tripulación: cinco marineros, dos operadores de maquinas y el motorista se quedaron abordo durante 15 días sin comida, agua ni camarotes para dormir.

Acostumbrado a situaciones difíciles en sus 20 años dedicados a la vida del mar, Carlos Anaya dice que los armadores nunca tuvieron interés de sacar el ferry de la zona, y que de forma inhumana los abandonaron a su suerte.

“No teníamos nada. Dormíamos en asientos, a veces nos llevaban agua, algo de comida, casi nada. Nos llegó un norte, capoteábamos el barco hasta que amainó”.

Extrañamente, la bitácora del ferry desapareció, y la capitanía de puerto tampoco registró salidas y entradas diarias a puerto entre agosto y octubre de 2006.

La mano de Fidel

Tras el aparatoso accidente del ferry Tórtola, el gobierno del estado tuvo que reconocer la existencia del buque casino en aguas de Veracruz.

James Monaghan declaró que el consorcio tenía un amparo para que el barco abriera el casino, en tanto que la Segob les entregaba el permiso final, y que Fidel Herrera gestionaba para que el Fiesta Casino operara en Veracruz. Además, que el consorcio planeaba instalar barcos similares en Puerto Vallarta, Acapulco y Cancún.

El secretario de Turismo local, Gustavo Souza, señaló a la prensa que el gobernador aprobaba el proyecto y que el casino era “una fuente de empleo para 500 personas”, y que abriría “en unos días”.

Entonces, el director adjunto de la Marina Mercante, Raymundo Mata Contreras, llegó como enviado de César Patricio Roel, titular de la CGPMM, a reunirse con Fidel Herrera y con el capitán Eddy Gómez, a quien exhortó a que la tripulación abandonara el navío.

Ysmael García Muñoz, secretario general de la Orden de Capitanes y Pilotos Navales de la República Mexicana, denuncia que Mata Contreras negoció con Fidel Herrera empantanar la denuncia que enfrenta por fraude en Veracruz, a cambio de que la SCT no denunciara la complicidad de los empleados del gobernador con la empresa. Así, Fidel Herrera tendría otras ganancias.

Luis Sánchez, marino del Tórtola, explica que cuando bajaron a la tripulación del ferry, extrañamente James Monaghan les ordenó que no se quedara nadie a bordo y que tenían prohibido acercarse a la zona, aun cuando ello significaba abandono de barco y la posible pérdida de la propiedad. Esa misma semana el gobierno del estado se llevó el ferry a un dique privado en Alvarado.

El gobernador ordenó pintar el ferry, sustituir la bandera de Belice por otra con el escudo de su gobierno, y cambiarle el nombre por “Tlacotalpan”, junto con el eslogan: Fidelidad, Veracruz late con fuerza. Actualmente la embarcación permanece en el muelle de pescadores del Puerto y es utilizada sólo en eventos privados de Fidel Herrera.

La nota es de Ana Lilia Pérez desde Contralínea. La leen completa AQUÍ

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