
14 de Octubre de 2007
ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
Con las piedras que con duro intento los críticos te lanzan, bien puedes erigirte un monumento
Emmanuel Kant
A PRINCIPIOS DE 2002, un funcionario de la SCT anunció que, para conmemorar los cien años de la zona marítima de Veracruz, realizaría una serie de eventos entre los cuales destacaba la colocación de una estatua de Porfirio Díaz en la Plaza de la República, frente a las instalaciones de la Administración Portuaria Integral.
No acababa de hablar ante los medios el coordinador de Puertos y Marina Mercante, Francisco Ávila Camberos, cuando desde la capital veracruzana saltó el entonces gobernador Miguelito –siempre será Miguelito— Alemán Velasco:
"La derribaré a más tardar en una semana de que sea puesta".
Ególatra, mimado, el júnior del ex Presidente Alemán Valdés explicaba que su decisión obedecía a una afrenta personal:
"Jamás olvidaré la muerte de mi abuelo Miguel Alemán González por órdenes de Porfirio Díaz".
Afrenta lejana. Personal. Y la estatua no se colocó.
La de su propio padre en la Ciudad Universitaria de la UNAM, sufrió derribos, decapitaciones, explosiones. Ya no está.
A los veracruzanos, como al resto de los mexicanos, no se les da muy bien eso de las estatuas.
Menos aún cuando el personaje por quien se erige es tan polémico cual sin duda alguna lo es Vicente Fox.
Su estatua en Boca del Río cayó al suelo, cuan largo es quien se dice guanajuatense, apenas siete horas después de haberla colocado en el pedestal las lisonjeras y ahistóricas autoridades municipales.
Cayó Fox, al tiempo que se desmorona su imagen frente a los mexicanos y extranjeros.
Sin proponérselo, el edil de Boca del Río ha brindado la magnífica oportunidad de poner fin a esa nociva y muy mexicana tradición de halagar a quienes son servidores públicos y no deidades.
¿Cuántas colonias Luis Echeverría hay en el país? ¿Cuántas calles tienen placas con el nombre de Carlos Salinas?
Fueron estos dos, sin duda, los ex mandatarios que más alentaron de esta y otras formas el culto a su controvertida personalidad.
Son menos, pero también hay plazas, calzadas, bulevares con los nombre de José López Portillo, Miguel de la Madrid, Ernesto Zedillo…
Menos las de Adolfo López Mateos y muy pocas con Gustavo Díaz Ordaz. El contraste mayúsculo es el de Miguel Alemán, quien en materia de nomenclatura urbana arrasa a Ruiz Cortines.
¿Estatuas? ¿Calles? ¿Avenidas?
Sí. Para quienes en verdad las merezcan y tras una consulta popular.
Sí para Juárez. Sí para Lázaro Cárdenas.
Nada más.
¿O a usted le gustaría vivir en una rúa que tuviera por nombre el de Vicente Fox?
Una sugerencia para el alcalde saliente de Boca del Río, en Veracruz:
Levante otra vez la estatua. Repárela.
Pero esta vez, para evitar que sea dañada, colóquela entre rejas.
A manera de protección, claro.
No piense mal.
A lo mejor, sólo a lo mejor, así le gusta a la ciudadanía.
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