En un lapsus aparente , pero que fue deliberado , el discurso de asunción al cargo de rector en la UNAM , de parte de José Narro , la fría mañana invernal en las vetustas aunque refulgentes instalaciones de la antigua Escuela de Medicina , el pasado martes 20 de Noviembre, se omitió explícitamente la palabra gratuidad educativa. No es menor el dato, por cierto, cuando sí aparecieron en la alocución del nuevo rector impuesto por la Junta de Gobierno nociones que parecen –y son- naturalmente compañeras suyas en la Universidad Nacional , tales como autonomía, educación pública , contenido laico y pluralidad en su composición respecto a las visiones del mundo y preocupaciones cognoscitivas que coexisten a su interior.
Lo señalo, a contrapelo del fingido júbilo que pareciera “unánime” , cuando en realidad no lo es en modo alguno. Al menos, de parte de significativas expresiones del sector empírico-decisivo que le confiere, a la institución universitaria, su razón de ser: los estudiantes críticos . Educandos sensibles y refractarios a la historia de bronce que, engañando a los incautos, aplaudió a rabiar lo mismo al De la Fuente represivo que finalmente ya se fue, y al pragmático funcionario centinela del odioso principio de autoridad que llega al mismo cargo que su antecesor, para conferirle la continuidad requerida para análogas tareas disciplinarias y de control a las disidencias inconformes en la UNAM.
Y no hay duda, son los estudiantes críticos y sensibles , al lado del sector académico más informado y conocedor de la historia y trayectoria del médico y nuevo rector designado, junto a los trabajadores más politizados , quienes deslizan en los corrillos de las escuelas, colegios y facultades, los riesgos reales que presenta la nueva designación rectoral, si se aspira a resolver los problemas reales que aquejan a la UNAM , como el problema de su privatización que ha de evitarse a toda costa, o la ausencia en el mismo discurso de toma de posesión de Narro, de otra palabra maldita para su código autoritario: democracia para la Universidad Nacional .
Efectivamente, ni la gratuidad , ni la democracia para la Universidad , son temas que con sinceridad importen al nuevo rector priísta entrante, quien si bien conoce al dedillo y con extraordinario rigor el teje-maneje de la política universitaria, no es, en su caso, una cualidad, sino la anunciación de un maquiavelismo gestionario de mucho más hondo calado y potencialidades explosivas que el que cualquier miembro de la comunidad hubiera podido endilgarle al, en realidad, taimado rector De la Fuente , que hizo de su “administración” una suerte de agencia de promoción de sí mismo, con todas las connotaciones psicoanalíticas que el Doctor Psiquiatra dejó de soslayo, para aspirar a otro cargo relevante para hacer, por supuesto, de nuevo, lo mismo y a cargo del erario público.
Narro evade y omite hablar de gratuidad educativa, salvo a pregunta expresa que responde con demagógica retórica, como de democracia para la UNAM , porque su designación vertical, se inscribe en la lógica de alentar la primera e impedir la segunda . Y este es el dato toral para comprender lo que significará su tránsito por la rectoría universitaria y que obligará a sus sectores conscientes y críticos, a estar muy atentos, organizados y en movimiento si se ha de salvar a la UNAM de las pretensiones por obviar su proyecto histórico que tanto importa para conocer, estudiar y resolver los grandes y muy graves problemas nacionales, claramente recrudecidos como resultado del capitalismo salvaje de credo neoliberal que ha postrado a México a la feroz lógica mercantil que tanto exaltan los globalistas eufóricos y de dramáticos resultados para la nación y su gente.
Dos señalamientos presentes en el discurso de toma de posesión, por encima de cualquier otro, deben mover a la reflexión y mantener atenta a la comunidad, externados por el nuevo rector: el primero, la iniciativa de cambio en el diseño del currículum universitario ; el segundo, la modificación que se ha de pretender concretar para modificar el actual Estatuto del Personal Académico (EPA). Para cualquier universitario informado, es muy claro que transformaciones en materia de planes y programas de estudio, son muy necesarias. Pero también, que el sentido de dichos cambios actualizadores, han de ser científicamente hablando progresistas y de avanzada, cosa que bajo ninguna circunstancia está salvaguardada, si ello se anuncia desde el renuevo de la cúspide decisoria en la UNAM , pues sabemos que el sentido de tales cambios y transformaciones fácilmente pueden ser manipulados y tener finalmente connotaciones regresivas.
Como botón de muestra, están los casos recientes, justo cuando Narro Robles apenas se estaba sentando en el mullido sillón de la rectoría, y ya se les está pretendiendo imponer a los estudiantes de sociología un lamentable nuevo plan de estudios sin consulta, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS). Lo mismo ocurre en la Facultad de Economía , en donde las autoridades se han sacado de la manga un tecnocrático e insulso plan para imponer una Licenciatura en Economía y Negocios , que ya merecieron una primera protesta enérgica de su comunidad. Como se ve, tiempos aciagos se perfilan en la UNAM , si a las entrantes autoridades se les deja hacer sin más.
En el mismo orden de ideas, es muy claro que la reforma al EPA, puede ser sumamente peligroso a la ya de por sí precaria y muy grave situación laboral para las tres cuartas partes de sus académicos. Y estos acontecimientos se están dando ya, en momentos en que apenas inicia la que seguramente será una controvertida gestión de parte de José Narro. ¿Qué podemos esperar, nos interrogamos, si no es la comunidad críticamente pensante, la que conduzca directamente y ofrezca el responsable sentido progresista y de avanzada en su perfil académico que necesita la Universidad para el siglo XXI?
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