Por el Taller de Economía Social y Políticas Públicas*
Desde el Zócalo de la Ciudad de México, el domingo 18 de noviembre pasado, se emitió un discurso con motivo de la Tercera Asamblea de la Convención Nacional Democrática. Este mensaje mostró una directriz importante acerca de la economía nacional. Por su parte, el 28 noviembre se presentó el Programa Sectorial de Economía, 2007-2012 con una versión oficialista y con un fuerte sesgo hacia las políticas de mercado.
Visión número uno. La perspectiva acerca de la economía que se presentó en el Zócalo se funda en la organización desde abajo para abolir el régimen de corrupción y privilegios y construir, con la gente, una Nueva República. Se reconoce así que la llamada sociedad política está podrida y que sólo el pueblo puede salvar a la nación, a esto se suma que el presidente espurio ha venido pagando favores y facturas a quienes le ayudaron a cometer el fraude electoral y lo impusieron: los gober preciosos, Elba Esther, el ISSSTE, Aeroméxico, Banamex, etc.
Por lo tanto, se reafirmó que dos de las tareas fundamentales de la Convención Nacional Democrática, son: defender la economía popular y el patrimonio de la nación y, al mismo tiempo, trabajar en la organización de la gente para transformar la vida pública del país. Se dijo que se ha hecho todo lo posible por denunciar y contener la actual política económica antipopular y entreguista. A pesar de ello las alzas en los precios, desde la tortilla hasta el pan, pasando por el gas, la gasolina, la luz, el pollo, la leche, la carne y el huevo, ha ocasionado que el costo de la canasta básica se incrementara siete veces más que el salario mínimo.
Se anuncia que, si no lo impedimos, enero será un mes negro, de carestía, muy difícil para la economía popular, porque se pretenden dar tres golpes al mismo tiempo: el aumento a las gasolinas y al diesel; los aumentos de impuestos por la llamada reforma fiscal y la apertura de las fronteras para la importación de maíz y de fríjol que afectará a los productores nacionales.
También se resaltó que la política social de la Ciudad de México es un ejemplo para el desarrollo nacional, siendo doce los programas públicos que con un efecto directo en la población; atendiendo a los adultos mayores, madres solteras, discapacitados, programas de atención médica, escuelas preparatorias y la Universidad de la Ciudad de México, entrega gratuita de útiles escolares, no aumentos al transporte público, ni a la leche Liconsa, entrega gratuita de uniformes escolares, becas para todos los estudiantes de preparatoria y Seguro del Desempleo.
Finalmente, se hizo un análisis amplio acerca de la contribución de la industria petrolera en el desarrollo nacional. Se dieron cifras muy claras acerca de la rentabilidad de PEMEX y de cómo la administración pública se financia a través de los ingresos petroleros. A pesar de ello, no se está invirtiendo lo necesario para mantener este flujo de recursos, y ya se ven los malos manejos de la paraestatal que se traducen en una gran importación de gasolina.
Visión número dos. El programa sectorial de economía, 2007-2012, se estructura a partir de un breve diagnóstico sobre la situación coyuntural, lejos de una perspectiva de más alcance, y a partir de ciertos indicadores económicos se articulan los programas de la Secretaría de Economía. Los términos más recurrentes son competitividad, integración con el mercado mundial, inversión extranjera, apertura rápida de negocios y ambiente favorable para la inversión.
El diagnóstico que se presenta asume que la economía nacional va por buen camino, puesto que la inflación, se dice, está bajo control y que “existe confianza para las inversiones”; que lo que hace falta es generar mayor crecimiento y así más puestos de trabajo. También se reconoce ya que en México habrá un impacto negativo si la economía estadounidense mantiene un bajo crecimiento que se “transmite” hacia nuestro país, además México crece por debajo del promedio latinoamericano, es decir, estamos en una situación muy crítica.
Resulta increíble la formulación del diagnóstico a partir de la cual se basa el programa sexenal de la Secretaría de Economía, desde cualquier punto de vista es una visión superficial y de muy corto plazo.
Sólo a modo enunciativo enlistaremos los ámbitos que se contemplan en los llamados “objetivos rectores”: 1) eficiencia de los mercados y competencia económica; 2) competitividad y mejora regulatoria; 3) protección de los derechos de los consumidores; 4) mejora de los servicios logísticos; 5) fomento del uso de las tecnologías de información; 6) certidumbre jurídica; 6) integración de México en la economía mundial; 7) atracción de inversión extranjera directa; 8) reconversión y crecimiento de sectores estratégicos; 9) equidad de género y el desarrollo regional equilibrado.
Llaman la atención de los objetivos rectores propuestos en el programa económico sexenal que se integran todas las dimensiones económicas: iniciando con la infraestructura y la logística, la modernización económica con base en nuevas tecnologías, la dependencia del exterior para vender la producción nacional y conseguir inversiones y, por último, la protección al consumidor, al inversionista (certidumbre jurídica), a la equidad de género y al desarrollo equilibrado. Sin embargo, no se hace ninguna crítica acerca de lo que no ha funcionado en el pasado, ni del costo fiscal que implica toda la reconversión.
Además no se ofrece ninguna evidencia de que los programas oficiales que se están proponiendo puedan tener un efecto duradero y de reducción de la desigualdad. Por lo tanto, estos elementos anuncian más de lo mismo.
No hay palabras para apreciar la diferencia entre una y otra visión de la economía nacional, pero si certeza de que tarde que temprano, una política económica antipopular, que responde al interés de los empresarios, sé vera derrotada por la acción del pueblo organizado.
* Facultad de Economía /UNAM.
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