“…la cuestión del lenguaje, en general, y de los lenguajes en un sentido técnico, debe ocupar un lugar privilegiado en nuestras investigaciones”
Selections from the Prison Notebooks, Antonio Gramsci, p. 348
¡América para todos los americanos! ¿Somos igualmente americanos? ¿Quiénes son los verdaderos americanos? ¿Dónde se encuentra la verdadera América?
Inmediatamente después de este párrafo aparece una pequeña lista con típicos usos periodísticos de la palabra “americano/americana”, frases que encontré sin mayor esfuerzo en la edición en línea del diario The New York Times.** Cualquier persona puede hacer una búsqueda lingüística similar en cualquier periódico o noticiario de la corriente dominante en los Estados Unidos de América y encontrar tergiversaciones y errores prácticamente iguales. Las expresiones en todos los ejemplos de la lista se encontraron en el título o el texto de artículos que hacen referencia al país conocido como Estados Unidos de América. Los errores son obvios: no hay un solo presidente para toda América y la ciudadanía de los muchos habitantes del continente se corresponde con los diferentes países que lo conforman. Aún no existe una ciudadanía continental.
Si pensamos en el nivel educativo de la mayoría de las personas a cargo de la edición o el contenido de periódicos y medios electrónicos de distribución nacional e internacional, cabe preguntarnos por qué se cometen, una y otra vez, estos errores. La prensa nacional e internacional dominante usa con regularidad muchas frases incorrectas, como las siguientes:
Ciudadanos americanos Consumidores americanos Cultura americana Economía americana Educación americana Embajada americana Gobierno americano Indio americano Invasión americana de Irak Pueblo americano Política americana Presidente americano Principios americanos Soldados americanos Tropas americanas
Estos típicos errores periodísticos ganan adeptos rápidamente y son repetidos en el inglés usamericano de convencional. Así, encontramos algunas de las siguientes frases de uso muy común en conversaciones casuales en inglés usamericano y sus diversas modalidades internacionales:
Béisbol americano Fuerzas de coalición americanas El futuro de América Los intereses de América El aislacionismo americano La hegemonía americana El liderazgo americano Niveles de consume de los americanos El ejército americano Los nazis americanos La reducción de gastos en América Los valores americanos El siglo americano El nuevo siglo americano y, por supuesto, la fuente de la popularización del vocablo América y todo lo supuestamente americano: los medios americanos.
Cualquier lector ocasional podrá ampliar fácilmente esta larga lista de errores tramados oficialmente y promovidos periodísticamente.
En la actualidad, prácticamente en todos los medios dominantes alrededor del mundo se destaca el uso constante de la palabra “América” para referirse a USA y “americanos” para referirse a los ciudadanos de ese país. La sustitución del nombre del país por el vocablo “América” es tan común, que la mayoría de quienes vivimos en el continente americano rara vez pensamos en ella. Muchas personas incorporan con total desenfado este nombre sustituto a sus conversaciones cotidianas. “América” parece haber surgido como la abreviatura conveniente de Estados Unidos de América. Después de años y años de uso formal e informal, se ha convertido prácticamente en un sobrenombre para el país. En este punto cabe señalar que el otro nombre incompleto “Estados Unidos”, también se ha difundido como una alternativa reconocida al nombre más largo, pero oficial, Estados Unidos de América. SI bien el nombre complete del país es larguísimo y muchas personas alrededor del mundo han aprendido a decirlo sin problemas, no es de sorprender el uso de variantes cortas, incluso las abreviaturas EUA, EE.UU. y E.U., por lo común precedidas por el artículo “los”. Aunque la forma corta de “América” ha adquirido reconocimiento casi universal y amplia aceptación como alternativa, tanto en el país como en otras partes del planeta resulta no sólo confusa e imprecisa, sino bastante engañosa. A diferencia de los sobrenombres populares, como Beto para referirse a Alberto, el uso repetitivo y desenfadado del vocablo “América” como sustituto de Estados Unidos de América proyecta un ambiguo tono de nacionalismo e imperialismo.
Los problemas surgen con la forma en que se usa “América” en el lenguaje formal e informal dentro de los Estados Unidos de América y las connotaciones que implica y que los medios internacionales hacen llegar al resto del mundo. Para el público agudo, la palabra “América” evoca enseguida dos significados distintos y contrapuestos: uno, el sobrenombre de USA que prácticamente ha alcanzado un estatus oficial, y dos, el nombre colectivo de los tres subcontinentes americanos. A juzgar por los ejemplos de la lista anterior, el lenguaje periodístico parece vincular el uso coloquial del vocablo “América” con el nombre oficial, más largo, del país, fusionándolos como términos equivalentes.
Además, la palabra “América”, en lo que concierne a USA conlleva una importante relevancia doble adicional: es tanto incluyente como excluyente. Incluye a los ciudadanos de Estados Unidos de América, pero tácitamente excluye a aquellos que no lo son de las cualidades de ser verdaderamente americanos. Esta dicotomía incluyente/excluyente implica que la entidad política y geográfica concreta, USA, es la totalidad de “América”, la América nacional y genuina, la América verdaderamente cultural... mientras que el resto de los habitantes reales de los tres subcontinentes americanos no son “americanos” auténticos. Esta exclusión de las nociones restrictivas y definidas desde lo nacional de lo que constituye el carácter americano, la cualidad de ser americanos certificables, evoca las viejas ideas de división cultural entre pueblos civilizados y bárbaros cuya expresión actual, elitista y chauvinista, se encuentra en los privilegios de lo “Occidental” (léase: normas culturales usamericanas/europeas).
Esta dualidad se expresa de la manera más explícita hacia “los otros americanos” en la frontera entre los Estados Unidos de América y los Estados Unidos Mexicanos, donde conceptos como “pasaporte americano”, “permiso americano de residencia y trabajo” y “ciudadanía americana” se asocian abruptamente al estatus de lo legal y repentinamente confrontan al resto de los americanos con esta noción nacionalista, los Estados Unidos de América. Es en la frontera donde confluyen todos los artificiosos prejuicios históricos de raza, clase y cultura de elitismo nacionalista extremo, es ahí donde conforman la dicotomía explícita entre los usamericanos (certificados) y todos los demás americanos. Evidentemente, en este punto geográfico y político de demarcación, Estados Unidos de América, en su forma oficial y legalmente restringida, se encierra en su propia noción cultural rimbombante y se erige en contra del resto de los americanos como una presencia legal, fundada en la posesión de armas y marcada por un muro fronterizo cada vez más largo. Asomándose desde “el muro”, la verdad oculta que manifiesta con toda agudeza la clara distinción entre todos los americanos al sur del Río Bravo y los americanos del norte se revela abruptamente cuando los funcionarios usamericanos de migración exigen ver nuestro “pasaporte”. Esta categórica distinción legal y nacionalista entre los dos tipos de americanos confronta a los “otros” con una separación bien delineada, una separación que sintetiza todas las implacables contradicciones expresadas en el uso que los medios hacen de la palabra “América”. En los puertos de entrada a USA el significado de “americano” o “americana” cobra de inmediata un matiz nacionalista y muestra de la manera más transparente la verdad del uso propagandístico del concepto “ciudadanía americana” que lo equipara a la realidad legal del ciudadano de USA. En la frontera, el “ciudadano americano” del lenguaje periodístico se une irrefutable y directamente a la realidad del lenguaje legal del pasaporte usamericano, cuyas primeras líneas señalan “Por medio del presente pasaporte, el Secretario de Estado de los Estados Unidos de América solicita a quien corresponda que permita al ciudadano/nacional de los Estados Unidos cuyo nombre aparece aquí a pasar por...”. En el sentido nacionalista, “americano” toma plenamente su significado inequívoco de usamericanos, sólo ciudadanos de USA, expresando concomitantemente su carácter chauvinista.
La distinción legal revela la noción extremadamente tendenciosa según la cual los “verdaderos americanos” sólo son los ciudadanos de Estados Unidos de América, esa nación y no otra, mientras que el resto de los habitantes de los tres subcontinentes quedan excluidos del ente político y cultural certificado, donde se supone que “late el corazón del genuino americanismo de USA conforme a su exclusiva cadencia”. Esta noción falsa y deliberadamente construida de la identidad “americana”, vinculada en lo conceptual al término legal, se cultiva con cuidado y se refuerza diligentemente debido al uso constante que hacen los medios de la palabra “América”. Prácticamente en cada punto de este espacio complejo y contradictorio que existe entre las realidades y la fabricación oficial de mitos, las múltiples dualidades incongruentes evidencian el engaño y sus contrastes, y revelan la verdad de la exclusión y el esfuerzo continuo de apropiarse de la palabra “América” y convertirla en un nombre reconocido internacionalmente.
Ser plenamente americano por haber nacido en el continente americano y ser negado el reconocimiento como tal constituye una agresión brutal contra nuestra inteligencia y una afrenta deliberada contra nuestra realidad. Las absurdas nociones de supuesta superioridad cultural occidental (europea/usamericana) pueden y deben ser desafiadas en todos los espacios posibles. Las alucinaciones nacionalistas de Samuel Huntington pueden desafiarse fácilmente haciendo referencia a la diversidad y la complejidad racial que se manifiesta a lo largo y ancho del continente. Debemos ver en ellas otra gran mentira y aprender a corregir los errores mediante la enseñanza de las ricas y variadas historias de todos los americanos.
La palabra “América”, tal como se usa popularmente en el lenguaje coloquial y convencional en los medios usamericanos rodea, de manera casi mágica, las fronteras nacionales del país y a su población nacional con el aura exclusiva de ser los únicos americanos auténticos, mientras proyecta una noción extraterritorial que incluye un gran espacio geográfico y político, de alguna manera visto como parte de la entidad política conocida como Estados Unidos de América, pero sin incluirla efectivamente. Esta connotación que casi milagrosamente combina lo restrictivo con lo expansivo, desarrollada gracias al hábil uso de una palabra, sintetiza la totalidad de la historia imperialista usamericana desde el momento de nuestra Guerra de Independencia.
Por lo tanto, el significado ultranacionalista, interrelacionado, incluyente/excluyente que la palabra “América” denota son sus límites físicos legales en determinado momento histórico, al tiempo que proyecta sus aspiraciones expansionistas. Así, tal connotación nacionalista también transmite la idea, en el mismo tenor, de que el sustantivo al mismo tiempo abarca el gran espacio geográfico del continente americano y excluye a la mayoría de las personas que lo habitan, separándolos y definiéndolos como los “Otros”. El logro lingüístico de esta connotación dual también sintetiza la historia imperialista de USA y la idea del “continente vacío” popularizada durante el largo período de expansión usamericana imperialista en el siglo XIX. En pocas palabras, la propaganda del “continente vacío” presentaba la idea de que vastos territorios, desde las Montañas Allegheny hasta la Costa del Pacífico, se encontraban deshabitados o apenas habitados, y absolutamente infrautilizados en manos de los verdaderos nativos y otros habitantes con historia en la región, como los mexicanos que vivieron en grandes extensiones de tierra en el sur y el oeste por al menos 300 años antes de la invasión masiva del recientemente fundado USA.
El popular mito del continente vacío en el que la nueva nación usamericano empezó inmediatamente a expandirse es una demostración de hecho del por qué grandes áreas de América se convirtieron en USA y cómo, simultáneamente, durante el proceso de ocupación imperialista efectiva, los americanos que ya habitaban esos lugares fueron transformados en extranjeros, no americanos, otros... mediante la exclusión forzada. El argumento para fabricar la noción de los “otros americanos” resulta aterradoramente claro cuando se piensa en la conquista y la colonización usamericana de las tierras de los nativos. Los indios americanos fueron cazados y obligados a vivir en “reservaciones indias”, que actualmente llamaríamos por su nombre: campos de concentración. Rodeados y acorralados como ganado, se les negó todo espacio político libre en sus tierras americanas tradicionales, recientemente conquistadas por los nuevos usamericanos imperialistas que amenazaban con engullir el resto del continente y darle un nuevo nombre, colonizarlo e incorporarlo al nuevo Estado nacional imperialista en expansión. Durante la larga historia de las guerras usamericanas de conquista continental, este apelativo nacional e imperialista ha quedado tinto en la sangre de sus víctimas.
El significado ambiguo y retorcido de la palabra “América” en un sentido nacional se expresa plenamente en la popularizada noción del “Destino Manifiesto” que postula la idea de que la nación conformada originalmente por trece estados tenía el derecho inherente a ampliar sus fronteras a través de los subcontinentes americanos. Los demás habitantes, los demás americanos en las fronteras de la nueva nación imperialista “americana” entendieron, a fuerza, que sólo podrían alcanzar la plenitud de la “verdadera vida americana” después de ser conquistados. La independencia del nuevo país USA no fue sino la señal que marcó el inicio de su ofensiva imperialista contra el resto del continente, ofensiva que conquistó y separó a los demás habitantes de los usamericanos en pleno “progreso”. Por eso se siguió llamando a los grupos indígenas “salvajes” hasta que fueran americanizados. En este punto cabe recordar la absurda frase “dentro de cada vietnamita hay un americano esperando ser liberado”. Esta doble connotación de lo interior/exterior que se refleja a través de la larga marcha histórica del impulso imperialista usamericano en el continente puede rastrearse gracias a los gigantescos pasos históricos de su expansión brutal y rapaz desde la costa este hasta la costa oeste, de México a Alaska, por el Caribe, a través de Panamá, hasta Las Filipinas y Hawai. Los nativos, además de otros habitantes previos y sus animales, fueron hechos a un lado o arrasados.
Mientras que los territorios conquistados se denominan posesiones americanas, protectorados americanos o estados americanos, pero nunca colonias americanas, sus pobladores conservan el gentilicio vinculado al territorio: indios cheyenne, sioux, filipinos, puertorriqueños, haitianos. Rara vez se les incluye en la terminología nacionalista como americanos. Todos estos “Otros”, externos al Estado imperialista en plena expansión, tienen denominaciones que los apartan de la nación usamericana. A veces reciben nombres vinculados a sus propias naciones, como los mexicanos, y muchas veces reciben nombres ofensivos, pero nunca se les llama americanos. En su calidad de “Otros”, ajenos a la esfera de total dominación imperialista usamericana, también pueden recibir nombres cordiales y congruentes con su entidad nacional, como sucede con los canadienses y tal vez con los argentinos, pero incluso los puertorriqueños colonizados a quienes se obligó a adoptar la ciudadanía usamericana en 1917 reciben el mote spics o en el mejor de los casos se les llama puertorriqueños, pero nunca americanos. Todos son y seguirán siendo los “Otros”, excluidos de los Estados Unidos Imperialistas. Los países nominalmente independientes pueden estar sometidos a la dominación política, económica y militar usamericana, pero la población de estos apéndices colonizados o controlados económicamente por USA recibe el mote colectivo de extranjeros. En su calidad de inmigrantes a USA, estos nuevos habitantes quizás sean tolerados gradualmente o a regañadientes después de que un par de generaciones haya residido en el país, se les haya permitido adoptar un apelativo seminacional, dividido por un guión, como haitiano-americano o jamaiquino-americano. Pareciera que la una certificación legal para los casi americanos, desde el punto de vista nacionalista, es para quienes viven bajo el control político y económico directo dentro de las fronteras del Estado-nación usamericano. El resto de los americanos nacidos en el continente, en otros países americanos, son considerados extranjeros o ilegales, pero nunca americanos. Un excelente ejemplo de esa dicotomía es la visión oficial usamericana actual de los cubanos. Los cubanos que viven en su país, en la isla, son los cubanos comunistas, enemigos, pero no americanos. Los cubanos que viven en USA reciben el nombre de patriotas cubano-americanos. Los ciudadanos naturalizados llevan un guión, pues tampoco son americanos plenamente certificados; como lo demuestra la reciente práctica política usamericana, los usamericanos naturalizados pueden ver revocada su ciudadanía. ¡Puedes ser usamericano o usamericana hoy, pero mañana tal vez ya no!
Las contradicciones inherentes aparecen con transparencia y se expresan en el paisaje político/cultural nacional de la mentalidad imperialista, donde la ignorancia alimenta la arrogancia. Cualquier repaso superficial del lenguaje nacionalista e imperialista usamericano revela el pensamiento absurdo, fundado en yerros de hecho que se repiten intencionalmente y que no motivan a nadie a cuestionar las intenciones de los medios nacionalistas, controlados por las corporaciones al perpetuar un uso convencional que refuerza mitos populares. Los errores son tan flagrantes y omnipresentes que deberían avergonzar a aquellos que los cometen sistemáticamente y los repiten descaradamente. Muchos de estos yerros, aunque cómicos, revelan la ridiculez de su intención propagandística. Está claro que los cubanos son cubanos americanos en Cuba y en Florida. Obviamente, el “estado” de Hawai no forma parte de la masa continental americana, por lo que no puede considerársele un estado americano. Como uno de los 51 “estados” que comprenden la entidad política que es USA, bien puede ser un estado legal de la nación, pero ninguna ley podrá convertirlo en parte de alguno de los subcontinentes americanos. Por lo tanto, USA no puede ser los Estados “Unidos” de América cuando Hawai no está físicamente “unido” como parte del continente. Se necesitaría un gran viraje continental en términos geológicos para que las islas hawaianas entraran en contacto con la costa continental americana más cercana. Obviamente, siguiendo el mismo razonamiento, el vocablo “americanos” en el sentido geográfico nacional, de incluir a los hawaianos, está mal empleado. Eso también significaría, por ende, que la noción “todos los americanos”, como ciudadanos usamericanos, es falsa, pues todos los usamericanos no son “americanos”. Si los errores saltan a la vista y siguen cometiéndose sistemáticamente, habría que pensar que se cometen a propósito.
Esa ubicación geográfica concreta, generalmente denominada Estados Unidos Contiguos de América y que se extiende hacia el norte hasta Alaska, hacia el sur hasta el Caribe con las islas colonizadas de Puerto Rico e Islas Vírgenes, pero sin incluir a Hawai, bien puede constituir el territorio ampliado de una nación imperialista, pero no constituye el único Estado-nación americano. Aún más, no hay ningún Estado en el continente con el nombre “América”. Este error obvio de hecho es tan evidente que cabe preguntarse si se comete deliberadamente. Si es así, ¿por qué? Recurrir constantemente al vocablo “América” para referirse a USA es tan común que debemos preguntarnos si se trata de algo casual o intencional. Sin duda, es tanto un artificio calculado como un término popularmente aceptado. Se trata de una construcción política, un mito cultural y una percepción inculcada que ha alcanzado gran aceptación.
Fuente: Arturo Yarish, Tlaxcala. Traducido por Atenea Acevedo
Nota: para leer la nota completa de click aquí.
Si pensamos en el nivel educativo de la mayoría de las personas a cargo de la edición o el contenido de periódicos y medios electrónicos de distribución nacional e internacional, cabe preguntarnos por qué se cometen, una y otra vez, estos errores. La prensa nacional e internacional dominante usa con regularidad muchas frases incorrectas, como las siguientes:
Ciudadanos americanos Consumidores americanos Cultura americana Economía americana Educación americana Embajada americana Gobierno americano Indio americano Invasión americana de Irak Pueblo americano Política americana Presidente americano Principios americanos Soldados americanos Tropas americanas
Estos típicos errores periodísticos ganan adeptos rápidamente y son repetidos en el inglés usamericano de convencional. Así, encontramos algunas de las siguientes frases de uso muy común en conversaciones casuales en inglés usamericano y sus diversas modalidades internacionales:
Béisbol americano Fuerzas de coalición americanas El futuro de América Los intereses de América El aislacionismo americano La hegemonía americana El liderazgo americano Niveles de consume de los americanos El ejército americano Los nazis americanos La reducción de gastos en América Los valores americanos El siglo americano El nuevo siglo americano y, por supuesto, la fuente de la popularización del vocablo América y todo lo supuestamente americano: los medios americanos.
Cualquier lector ocasional podrá ampliar fácilmente esta larga lista de errores tramados oficialmente y promovidos periodísticamente.
En la actualidad, prácticamente en todos los medios dominantes alrededor del mundo se destaca el uso constante de la palabra “América” para referirse a USA y “americanos” para referirse a los ciudadanos de ese país. La sustitución del nombre del país por el vocablo “América” es tan común, que la mayoría de quienes vivimos en el continente americano rara vez pensamos en ella. Muchas personas incorporan con total desenfado este nombre sustituto a sus conversaciones cotidianas. “América” parece haber surgido como la abreviatura conveniente de Estados Unidos de América. Después de años y años de uso formal e informal, se ha convertido prácticamente en un sobrenombre para el país. En este punto cabe señalar que el otro nombre incompleto “Estados Unidos”, también se ha difundido como una alternativa reconocida al nombre más largo, pero oficial, Estados Unidos de América. SI bien el nombre complete del país es larguísimo y muchas personas alrededor del mundo han aprendido a decirlo sin problemas, no es de sorprender el uso de variantes cortas, incluso las abreviaturas EUA, EE.UU. y E.U., por lo común precedidas por el artículo “los”. Aunque la forma corta de “América” ha adquirido reconocimiento casi universal y amplia aceptación como alternativa, tanto en el país como en otras partes del planeta resulta no sólo confusa e imprecisa, sino bastante engañosa. A diferencia de los sobrenombres populares, como Beto para referirse a Alberto, el uso repetitivo y desenfadado del vocablo “América” como sustituto de Estados Unidos de América proyecta un ambiguo tono de nacionalismo e imperialismo.
Los problemas surgen con la forma en que se usa “América” en el lenguaje formal e informal dentro de los Estados Unidos de América y las connotaciones que implica y que los medios internacionales hacen llegar al resto del mundo. Para el público agudo, la palabra “América” evoca enseguida dos significados distintos y contrapuestos: uno, el sobrenombre de USA que prácticamente ha alcanzado un estatus oficial, y dos, el nombre colectivo de los tres subcontinentes americanos. A juzgar por los ejemplos de la lista anterior, el lenguaje periodístico parece vincular el uso coloquial del vocablo “América” con el nombre oficial, más largo, del país, fusionándolos como términos equivalentes.
Además, la palabra “América”, en lo que concierne a USA conlleva una importante relevancia doble adicional: es tanto incluyente como excluyente. Incluye a los ciudadanos de Estados Unidos de América, pero tácitamente excluye a aquellos que no lo son de las cualidades de ser verdaderamente americanos. Esta dicotomía incluyente/excluyente implica que la entidad política y geográfica concreta, USA, es la totalidad de “América”, la América nacional y genuina, la América verdaderamente cultural... mientras que el resto de los habitantes reales de los tres subcontinentes americanos no son “americanos” auténticos. Esta exclusión de las nociones restrictivas y definidas desde lo nacional de lo que constituye el carácter americano, la cualidad de ser americanos certificables, evoca las viejas ideas de división cultural entre pueblos civilizados y bárbaros cuya expresión actual, elitista y chauvinista, se encuentra en los privilegios de lo “Occidental” (léase: normas culturales usamericanas/europeas).
Esta dualidad se expresa de la manera más explícita hacia “los otros americanos” en la frontera entre los Estados Unidos de América y los Estados Unidos Mexicanos, donde conceptos como “pasaporte americano”, “permiso americano de residencia y trabajo” y “ciudadanía americana” se asocian abruptamente al estatus de lo legal y repentinamente confrontan al resto de los americanos con esta noción nacionalista, los Estados Unidos de América. Es en la frontera donde confluyen todos los artificiosos prejuicios históricos de raza, clase y cultura de elitismo nacionalista extremo, es ahí donde conforman la dicotomía explícita entre los usamericanos (certificados) y todos los demás americanos. Evidentemente, en este punto geográfico y político de demarcación, Estados Unidos de América, en su forma oficial y legalmente restringida, se encierra en su propia noción cultural rimbombante y se erige en contra del resto de los americanos como una presencia legal, fundada en la posesión de armas y marcada por un muro fronterizo cada vez más largo. Asomándose desde “el muro”, la verdad oculta que manifiesta con toda agudeza la clara distinción entre todos los americanos al sur del Río Bravo y los americanos del norte se revela abruptamente cuando los funcionarios usamericanos de migración exigen ver nuestro “pasaporte”. Esta categórica distinción legal y nacionalista entre los dos tipos de americanos confronta a los “otros” con una separación bien delineada, una separación que sintetiza todas las implacables contradicciones expresadas en el uso que los medios hacen de la palabra “América”. En los puertos de entrada a USA el significado de “americano” o “americana” cobra de inmediata un matiz nacionalista y muestra de la manera más transparente la verdad del uso propagandístico del concepto “ciudadanía americana” que lo equipara a la realidad legal del ciudadano de USA. En la frontera, el “ciudadano americano” del lenguaje periodístico se une irrefutable y directamente a la realidad del lenguaje legal del pasaporte usamericano, cuyas primeras líneas señalan “Por medio del presente pasaporte, el Secretario de Estado de los Estados Unidos de América solicita a quien corresponda que permita al ciudadano/nacional de los Estados Unidos cuyo nombre aparece aquí a pasar por...”. En el sentido nacionalista, “americano” toma plenamente su significado inequívoco de usamericanos, sólo ciudadanos de USA, expresando concomitantemente su carácter chauvinista.
La distinción legal revela la noción extremadamente tendenciosa según la cual los “verdaderos americanos” sólo son los ciudadanos de Estados Unidos de América, esa nación y no otra, mientras que el resto de los habitantes de los tres subcontinentes quedan excluidos del ente político y cultural certificado, donde se supone que “late el corazón del genuino americanismo de USA conforme a su exclusiva cadencia”. Esta noción falsa y deliberadamente construida de la identidad “americana”, vinculada en lo conceptual al término legal, se cultiva con cuidado y se refuerza diligentemente debido al uso constante que hacen los medios de la palabra “América”. Prácticamente en cada punto de este espacio complejo y contradictorio que existe entre las realidades y la fabricación oficial de mitos, las múltiples dualidades incongruentes evidencian el engaño y sus contrastes, y revelan la verdad de la exclusión y el esfuerzo continuo de apropiarse de la palabra “América” y convertirla en un nombre reconocido internacionalmente.
Ser plenamente americano por haber nacido en el continente americano y ser negado el reconocimiento como tal constituye una agresión brutal contra nuestra inteligencia y una afrenta deliberada contra nuestra realidad. Las absurdas nociones de supuesta superioridad cultural occidental (europea/usamericana) pueden y deben ser desafiadas en todos los espacios posibles. Las alucinaciones nacionalistas de Samuel Huntington pueden desafiarse fácilmente haciendo referencia a la diversidad y la complejidad racial que se manifiesta a lo largo y ancho del continente. Debemos ver en ellas otra gran mentira y aprender a corregir los errores mediante la enseñanza de las ricas y variadas historias de todos los americanos.
La palabra “América”, tal como se usa popularmente en el lenguaje coloquial y convencional en los medios usamericanos rodea, de manera casi mágica, las fronteras nacionales del país y a su población nacional con el aura exclusiva de ser los únicos americanos auténticos, mientras proyecta una noción extraterritorial que incluye un gran espacio geográfico y político, de alguna manera visto como parte de la entidad política conocida como Estados Unidos de América, pero sin incluirla efectivamente. Esta connotación que casi milagrosamente combina lo restrictivo con lo expansivo, desarrollada gracias al hábil uso de una palabra, sintetiza la totalidad de la historia imperialista usamericana desde el momento de nuestra Guerra de Independencia.
Por lo tanto, el significado ultranacionalista, interrelacionado, incluyente/excluyente que la palabra “América” denota son sus límites físicos legales en determinado momento histórico, al tiempo que proyecta sus aspiraciones expansionistas. Así, tal connotación nacionalista también transmite la idea, en el mismo tenor, de que el sustantivo al mismo tiempo abarca el gran espacio geográfico del continente americano y excluye a la mayoría de las personas que lo habitan, separándolos y definiéndolos como los “Otros”. El logro lingüístico de esta connotación dual también sintetiza la historia imperialista de USA y la idea del “continente vacío” popularizada durante el largo período de expansión usamericana imperialista en el siglo XIX. En pocas palabras, la propaganda del “continente vacío” presentaba la idea de que vastos territorios, desde las Montañas Allegheny hasta la Costa del Pacífico, se encontraban deshabitados o apenas habitados, y absolutamente infrautilizados en manos de los verdaderos nativos y otros habitantes con historia en la región, como los mexicanos que vivieron en grandes extensiones de tierra en el sur y el oeste por al menos 300 años antes de la invasión masiva del recientemente fundado USA.
El popular mito del continente vacío en el que la nueva nación usamericano empezó inmediatamente a expandirse es una demostración de hecho del por qué grandes áreas de América se convirtieron en USA y cómo, simultáneamente, durante el proceso de ocupación imperialista efectiva, los americanos que ya habitaban esos lugares fueron transformados en extranjeros, no americanos, otros... mediante la exclusión forzada. El argumento para fabricar la noción de los “otros americanos” resulta aterradoramente claro cuando se piensa en la conquista y la colonización usamericana de las tierras de los nativos. Los indios americanos fueron cazados y obligados a vivir en “reservaciones indias”, que actualmente llamaríamos por su nombre: campos de concentración. Rodeados y acorralados como ganado, se les negó todo espacio político libre en sus tierras americanas tradicionales, recientemente conquistadas por los nuevos usamericanos imperialistas que amenazaban con engullir el resto del continente y darle un nuevo nombre, colonizarlo e incorporarlo al nuevo Estado nacional imperialista en expansión. Durante la larga historia de las guerras usamericanas de conquista continental, este apelativo nacional e imperialista ha quedado tinto en la sangre de sus víctimas.
El significado ambiguo y retorcido de la palabra “América” en un sentido nacional se expresa plenamente en la popularizada noción del “Destino Manifiesto” que postula la idea de que la nación conformada originalmente por trece estados tenía el derecho inherente a ampliar sus fronteras a través de los subcontinentes americanos. Los demás habitantes, los demás americanos en las fronteras de la nueva nación imperialista “americana” entendieron, a fuerza, que sólo podrían alcanzar la plenitud de la “verdadera vida americana” después de ser conquistados. La independencia del nuevo país USA no fue sino la señal que marcó el inicio de su ofensiva imperialista contra el resto del continente, ofensiva que conquistó y separó a los demás habitantes de los usamericanos en pleno “progreso”. Por eso se siguió llamando a los grupos indígenas “salvajes” hasta que fueran americanizados. En este punto cabe recordar la absurda frase “dentro de cada vietnamita hay un americano esperando ser liberado”. Esta doble connotación de lo interior/exterior que se refleja a través de la larga marcha histórica del impulso imperialista usamericano en el continente puede rastrearse gracias a los gigantescos pasos históricos de su expansión brutal y rapaz desde la costa este hasta la costa oeste, de México a Alaska, por el Caribe, a través de Panamá, hasta Las Filipinas y Hawai. Los nativos, además de otros habitantes previos y sus animales, fueron hechos a un lado o arrasados.
Mientras que los territorios conquistados se denominan posesiones americanas, protectorados americanos o estados americanos, pero nunca colonias americanas, sus pobladores conservan el gentilicio vinculado al territorio: indios cheyenne, sioux, filipinos, puertorriqueños, haitianos. Rara vez se les incluye en la terminología nacionalista como americanos. Todos estos “Otros”, externos al Estado imperialista en plena expansión, tienen denominaciones que los apartan de la nación usamericana. A veces reciben nombres vinculados a sus propias naciones, como los mexicanos, y muchas veces reciben nombres ofensivos, pero nunca se les llama americanos. En su calidad de “Otros”, ajenos a la esfera de total dominación imperialista usamericana, también pueden recibir nombres cordiales y congruentes con su entidad nacional, como sucede con los canadienses y tal vez con los argentinos, pero incluso los puertorriqueños colonizados a quienes se obligó a adoptar la ciudadanía usamericana en 1917 reciben el mote spics o en el mejor de los casos se les llama puertorriqueños, pero nunca americanos. Todos son y seguirán siendo los “Otros”, excluidos de los Estados Unidos Imperialistas. Los países nominalmente independientes pueden estar sometidos a la dominación política, económica y militar usamericana, pero la población de estos apéndices colonizados o controlados económicamente por USA recibe el mote colectivo de extranjeros. En su calidad de inmigrantes a USA, estos nuevos habitantes quizás sean tolerados gradualmente o a regañadientes después de que un par de generaciones haya residido en el país, se les haya permitido adoptar un apelativo seminacional, dividido por un guión, como haitiano-americano o jamaiquino-americano. Pareciera que la una certificación legal para los casi americanos, desde el punto de vista nacionalista, es para quienes viven bajo el control político y económico directo dentro de las fronteras del Estado-nación usamericano. El resto de los americanos nacidos en el continente, en otros países americanos, son considerados extranjeros o ilegales, pero nunca americanos. Un excelente ejemplo de esa dicotomía es la visión oficial usamericana actual de los cubanos. Los cubanos que viven en su país, en la isla, son los cubanos comunistas, enemigos, pero no americanos. Los cubanos que viven en USA reciben el nombre de patriotas cubano-americanos. Los ciudadanos naturalizados llevan un guión, pues tampoco son americanos plenamente certificados; como lo demuestra la reciente práctica política usamericana, los usamericanos naturalizados pueden ver revocada su ciudadanía. ¡Puedes ser usamericano o usamericana hoy, pero mañana tal vez ya no!
Las contradicciones inherentes aparecen con transparencia y se expresan en el paisaje político/cultural nacional de la mentalidad imperialista, donde la ignorancia alimenta la arrogancia. Cualquier repaso superficial del lenguaje nacionalista e imperialista usamericano revela el pensamiento absurdo, fundado en yerros de hecho que se repiten intencionalmente y que no motivan a nadie a cuestionar las intenciones de los medios nacionalistas, controlados por las corporaciones al perpetuar un uso convencional que refuerza mitos populares. Los errores son tan flagrantes y omnipresentes que deberían avergonzar a aquellos que los cometen sistemáticamente y los repiten descaradamente. Muchos de estos yerros, aunque cómicos, revelan la ridiculez de su intención propagandística. Está claro que los cubanos son cubanos americanos en Cuba y en Florida. Obviamente, el “estado” de Hawai no forma parte de la masa continental americana, por lo que no puede considerársele un estado americano. Como uno de los 51 “estados” que comprenden la entidad política que es USA, bien puede ser un estado legal de la nación, pero ninguna ley podrá convertirlo en parte de alguno de los subcontinentes americanos. Por lo tanto, USA no puede ser los Estados “Unidos” de América cuando Hawai no está físicamente “unido” como parte del continente. Se necesitaría un gran viraje continental en términos geológicos para que las islas hawaianas entraran en contacto con la costa continental americana más cercana. Obviamente, siguiendo el mismo razonamiento, el vocablo “americanos” en el sentido geográfico nacional, de incluir a los hawaianos, está mal empleado. Eso también significaría, por ende, que la noción “todos los americanos”, como ciudadanos usamericanos, es falsa, pues todos los usamericanos no son “americanos”. Si los errores saltan a la vista y siguen cometiéndose sistemáticamente, habría que pensar que se cometen a propósito.
Esa ubicación geográfica concreta, generalmente denominada Estados Unidos Contiguos de América y que se extiende hacia el norte hasta Alaska, hacia el sur hasta el Caribe con las islas colonizadas de Puerto Rico e Islas Vírgenes, pero sin incluir a Hawai, bien puede constituir el territorio ampliado de una nación imperialista, pero no constituye el único Estado-nación americano. Aún más, no hay ningún Estado en el continente con el nombre “América”. Este error obvio de hecho es tan evidente que cabe preguntarse si se comete deliberadamente. Si es así, ¿por qué? Recurrir constantemente al vocablo “América” para referirse a USA es tan común que debemos preguntarnos si se trata de algo casual o intencional. Sin duda, es tanto un artificio calculado como un término popularmente aceptado. Se trata de una construcción política, un mito cultural y una percepción inculcada que ha alcanzado gran aceptación.
Fuente: Arturo Yarish, Tlaxcala. Traducido por Atenea Acevedo
Nota: para leer la nota completa de click aquí.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario