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23 octubre 2007

Los ricos más pobres

George Washington Carver, el inventor de la máquina de maní, perdió todos sus ahorros a causa de la quiebra de un banco en Alabama. Los 70. 000 dólares que tenía en su cuenta, equivalentes a más de 750. 000 dólares de los de hoy. Sin embargo, Carver ni se inmutó: Me imagino que alguien le encontró algún uso a ese dinero, ya que yo no lo estaba utilizando. Fueron sus palabras.


Lo ocurrido a Carver me lleva a pensar en qué pasaría si esto les ocurriera a los grandes millonarios de la actualidad. No lo sé con exactitud, pero si de algo estoy segura es que definitivamente no dirían lo que Carver expresó.

Precisamente en una clase de la Universidad a la que asisto hablábamos cierta ocasión del acumulamiento de las riquezas en unas cuantas manos. Eso me llevó a reflexionar en ¿qué ocurriría si todas aquellas manos en las que se concentran la mayor parte de las riquezas se extendieran para brindar aunque sea un poquito de lo mucho que poseen? Supongo que todas las personas tendríamos acceso a mejores condiciones de vida. En otras palabras, se acabarían las casas hechas de láminas o de cartón para ser de un material más resistente. Además, se podría invertir más en la educación, la salud, etc. Pero, lamentablemente el amor al dinero es una de las peores cosas que como seres humanos se puede tener. Bien dicen: la raíz de todos los males es el amor al dinero.

La sociedad actual cree que el dinero todo lo es y que por lo tanto todo lo puede. Es decir, tú y yo valemos no por lo que somos sino por la cantidad de dinero que contiene nuestra cartera. Eclesiastés 5:10 dice El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad.

Precisamente hace algunas semanas terminé de leer el libro de Eclesiastés, cuando me encontré con lo que dice el capítulo 5 versículo 12 Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho, coma poco; pero al rico no le deja dormir la abundancia. Qué verdad tan grande envuelven estas palabras, pues sencillamente un “rico” no puede ni conciliar el sueño por el temor de que al abrir los ojos sus finanzas hayan disminuido, quizá ni parpadean por miedo a que en ese parpadeo llegué alguien y se las robe.

Sin embargo, considero que el problema no es tener dinero, sino el uso que se le da a éste. El libro de Eclesiastés 5:13-14 dice: Hay un mal doloroso que he visto debajo del sol: las riquezas guardadas por sus dueños para su mal; las cuales se pierden en malas ocupaciones, y a los hijos que engendraron, nada les queda en la mano. No cabe duda, Dios en su infinita sabiduría sabe bien lo terrible que es el amor al dinero. Probablemente por esta razón Jesús se atrevió a decir: Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas (Mateo 6: 33).

Finalmente, hagamos de nosotros todos los días el siguiente principio eterno:


No os hagáis tesoros en la tierra,
donde la polilla y el orín corrompen, y
donde ladrones minan y hurtan;
sino haceos tesoros en el cielo, donde
ni la polilla ni el orín corrompen, y
donde ladrones no minan ni hurtan.
Porque donde esté vuestro tesoro,
allí estará vuestro corazón.

Mateo 6: 19-21

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