Por Lila Sarai
“Si porque te quiero, quieres llorona, quieres que te quiera más…” La llorona, espíritu que ronda las calles de México y de toda América Latina tiene sus raíces en una vieja leyenda de la colonia que se ha transformado en forma y contenido a través de los años y que narra la trágica vida de una mujer indígena (la cual ha sido muchas veces relacionada con la figura de la Malinche o Malinatzin ) que se encontraba enamorada de un español con el que tuvo hijos pero mismo que se casó después con una mujer española por lo que la mujer indígena, cegada por la ira y el dolor, mató a sus hijos en un río y se suicidó, acciones por las que ahora su alma pena eternamente y se pasea llorando a sus hijos muertos.
Según esta leyenda, las apariciones de este espíritu eran después de los toques de queda marcados por las campanas de los diferentes templos de la Ciudad de México en donde se comenzaba a escuchar un lamento que desaparecía misteriosamente al llegar al lago de Texcoco. Curiosamente, esta leyenda resulta una vez más parte del proceso de colonización española ya que en tiempos de los Aztecas se veneraba una Divinidad Azteca que podría ser el equivalente a la Llorona. Cihuacóatl.
Según el códice Aubin, Cihuacóatl fue una de las deidades que acompañaron a los Aztecas durante la búsqueda de Aztlán y también fue quien los alertara sobre la caída de Tenochtitlán antes de que los españoles llegaran. Cuhuacóatl, como su nombre, esa una mujer mitad serpiente y su importancia recae en que fue la primera mujer en dar a luz y quien ayudó a Quetzalcóatl a construir la humanidad actual moliendo huesos de eras previas y mezclarlos con sangre.
El motivo de su penar reside en la muerte de sus “hijos de Aztlán” y en el pesar del abandono de su hijo Mixcóatl en un camino del peregrinaje hacia dicha ciudad por lo que llora dicha pérdida y retorna a su búsqueda pero sólo encuentra un cuchillo de sacrificios en el lugar por lo que cada cierto tiempo se ofrecía un sacrificio de una Xilomen (una mujer que adquiría ese nombre). A la par de de la Llorona de la colonia, la cual ha sido representada como una mujer muy pálida vestida de blanco y que flota por las calles, Cihuacóatl ha sido personificada de manera similar sólo que con una boca que devora, y cabellera larga y negra.
Actualmente, la leyenda de la llorona forma parte de ese proceso de hibridación vivido en la conquista y ha sido transformada y retomada por muchas culturas Latinoamericanas. Mientras que en muchos países se le conoce con el mismo nombre, en Chile, por ejemplo se le llama Pucullén (mujer que llora) y en Panamá es conocida como la Tulivieja o la Tepesa. De igual manera, este espíritu ha sido objeto de muchas expresiones del populi Latinoamericano y especialmente el Mexicano que va desde la tradición oral, las representaciones plásticas, pictóricas y musicales, hasta la realización de películas y obras de teatro basadas en dicha deidad, misma que es objeto de culto hacia la muerte.
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