· En el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, el director general de Bibliotecas de la UNAM, Adolfo Rodríguez Gallardo, dijo que para leer de manera provechosa se debe estudiar por lo menos la secundaria
· El investigador del CUIB, Héctor Guillermo Alfaro, apuntó que si se consideran elementos como revistas y periódicos, se verá que el número de lectores crece
· Necesario, preparar desde la niñez a la gente para que sea lectora y despertar una pasión, señaló la directora de Literatura de esta casa de estudios, Rosa Beltrán
En el país la gente no lee, porque no cuenta con la educación suficiente para ello, y no porque carezca del hábito para hacerlo. “No es posible fomentar la lectura en alguien que no sabe leer”, señaló el director general de Bibliotecas de la UNAM e investigador del Centro Universitario de Investigaciones Bibliotecológicas (CUIB), Adolfo Rodríguez Gallardo.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y diversos países establecen que para que una persona pueda leer de manera provechosa se debe estudiar por lo menos la secundaria. No obstante, agregó, la mitad de los mexicanos no ha cursado este nivel.
En el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, Rodríguez dijo que por ello, cuando se habla de impulsar campañas está bien, porque toda acción que promueva esa actividad es positiva.
En ese sentido, el investigador del CUIB, Héctor Guillermo Alfaro López, expresó que no es que no se quiera leer, sino que hay también falta de infraestructura.
Se debe considerar que México, a lo largo de la historia, no ha contado con gran cantidad de lectores; siempre han sido grupos localizados a quienes se les puede considerar como tales, más allá de que haya otra población que periódicamente lee algún título, apuntó.
El problema, aclaró, es que se ha “fetichizado” el libro y se considera que es el medio para identificar si una nación tiene determinada cantidad de lectores o no. Eso es “peligroso, porque bajo esas circunstancias hay países que van a salir mal ubicados, como el nuestro, donde se diría que se tienen pocos”.
No obstante, abundó, si se consideran otros elementos, como revistas y periódicos, se verá que el número de lectores crece. Por ello, deben revisarse las categorías y los conceptos utilizados.
Se puede hablar en términos estadísticos, pero esa es una trampa, porque se tiende a considerar como parámetro únicamente a los libros, y no es el único material, hay periódicos, revistas e incluso cartelones publicitarios; es decir, refirió, sus posibilidades son mucho más amplias que las obras bibliográficas.
Más allá de decir que no hay lectores en México, se deben reconocer problemas de fondo, históricos, y uno de ellos es que no han habido políticas ni de los gobiernos ni de las instituciones culturales y educativas, para impulsar un programa sistemático que propicie esta afición.
La lectura en gráficas
La Encuesta Nacional de Lectura, realizada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), reveló que en 2005 el 56.4 por ciento de la población lee libros, 42 periódicos, 39.9 revistas y 12.2 por ciento historietas. Además, el 24.6 por ciento dijo leer para informarse, 20.5 para estudiar, al 9.2 le gusta, ocho por ciento para su crecimiento personal, 7.3 para su actualización y 6.8 por diversión.
En México se leían en promedio 2.9 libros por habitante al año. Además, 33.5 por ciento dijo no haber consultado un solo ejemplar en doce meses, 30.9 de uno a dos, 25.8 de tres a 10, y el resto respondió haber leído 11 textos o más.
Este ejercicio, realizado entre noviembre y diciembre del mismo año en 136 municipios de 29 estados de la República Mexicana, asienta que del total de entrevistados, al 15.4 por ciento le gusta mucho leer, al 33.3 le gusta, al 36 le gusta poco y al restante 15.3 por ciento no le agrada hacerlo.
Empero, otras cifras son alarmantes: en promedio, se leen 2.9 libros por persona al año; en la última década y media cerró el 30 por ciento de las librerías y casi uno de cada 10 habitantes mayores de 15 años no sabe leer ni escribir, ello a pesar de saberse que constituye una actividad que propicia una auténtica liberación mental y cultural, y tiende a igualar la vida de los ciudadanos.
Ambiente de crisis
Desde su perspectiva, la directora de Literatura de esta casa de estudios, Rosa Beltrán, dijo “que México sufre una de sus crisis más graves” en materia de lectura.
Los gobiernos no apoyan ni consideran que este tema sea prioritario. En el discurso, expuso, siempre se habla de su importancia en la educación de un país y en el desarrollo, pero en la práctica muchas veces los responsables no infieren que la literatura forme parte relevante de sus vidas.
Existen “candados” que tienen que ver con una forma generalizada de ver el mundo, donde el éxito está permeado por triunfos de tipo pragmático y relacionados con lo económico y el mercado; se trata del rasero sobre el que se sustentan los valores de esta época posmoderna, argumentó.
Por ello, se pierden los espacios que han sido naturales para esta actividad, como los suplementos y las revistas culturales. Incluso en las secciones de los periódicos, lo que antes se destinaba a cultura hoy es apenas una separata que forma parte de la sección de espectáculos, reveló.
Además, la autora de obras como Alta infidelidad y La corte de los ilusos, comentó que ello ha producido una sociedad mal informada, con poco tiempo para la lectura, considerada suntuaria, con una educación pobre desde la infancia. Ahora a esa situación se suma el cierre de librerías.
Alternativas
Adolfo Rodríguez Gallardo consideró que no todo está mal. “Muchos lugares donde se ofertan estas obras no los consideran librerías, como tiendas departamentales y otros locales cerrados. Ello revela que la industria no está en crisis”.
Asimismo, añadió, hace unos años se auguraba que Internet sustituiría a las bibliotecas y al libro. Pero los bibliotecarios siguen activos, trabajando, tanto con los materiales en papel como con los avances electrónicos.
De hecho, el desarrollo de la biblioteca pública en el siglo XIX es uno de los grandes aportes a la democratización de las personas, porque es la única institución que no exige ningún requisito a los individuos –ni siquiera saber leer–, para tener acceso a ella, enfatizó.
La escuela
Alfaro López aseguró que al leer el individuo se recrea a sí mismo, se reconstituye, se convierte en una persona diferente a la que es, porque implica la asimilación de ideas, por una reflexión que no sólo cambia la forma de pensar, sino también la vida.
Para algunos especialistas, uno de los principales problemas que enfrenta la lectura es el cierre de espacios. De acuerdo con la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, en los últimos 15 años han cerrado 30 por ciento de las librerías en el territorio, y de 2004 a la fecha han desaparecido 13 por ciento de las mismas.
El funcionamiento actual de la escuela prepara a los estudiantes no para ser lectores. Las aulas más bien hacen que los niños se alejen de esta actividad y no como siempre se ha supuesto.
Esta paradoja se registra porque esta acción forma parte del proceso de alfabetización y, por lo mismo, se asocia con la lectura, pero no es lo mismo, pues sólo da competencia a una persona para leer un libro, aunque no significa que generará un lector, concluyó.
· El investigador del CUIB, Héctor Guillermo Alfaro, apuntó que si se consideran elementos como revistas y periódicos, se verá que el número de lectores crece
· Necesario, preparar desde la niñez a la gente para que sea lectora y despertar una pasión, señaló la directora de Literatura de esta casa de estudios, Rosa Beltrán
En el país la gente no lee, porque no cuenta con la educación suficiente para ello, y no porque carezca del hábito para hacerlo. “No es posible fomentar la lectura en alguien que no sabe leer”, señaló el director general de Bibliotecas de la UNAM e investigador del Centro Universitario de Investigaciones Bibliotecológicas (CUIB), Adolfo Rodríguez Gallardo.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y diversos países establecen que para que una persona pueda leer de manera provechosa se debe estudiar por lo menos la secundaria. No obstante, agregó, la mitad de los mexicanos no ha cursado este nivel.
En el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, Rodríguez dijo que por ello, cuando se habla de impulsar campañas está bien, porque toda acción que promueva esa actividad es positiva.
En ese sentido, el investigador del CUIB, Héctor Guillermo Alfaro López, expresó que no es que no se quiera leer, sino que hay también falta de infraestructura.
Se debe considerar que México, a lo largo de la historia, no ha contado con gran cantidad de lectores; siempre han sido grupos localizados a quienes se les puede considerar como tales, más allá de que haya otra población que periódicamente lee algún título, apuntó.
El problema, aclaró, es que se ha “fetichizado” el libro y se considera que es el medio para identificar si una nación tiene determinada cantidad de lectores o no. Eso es “peligroso, porque bajo esas circunstancias hay países que van a salir mal ubicados, como el nuestro, donde se diría que se tienen pocos”.
No obstante, abundó, si se consideran otros elementos, como revistas y periódicos, se verá que el número de lectores crece. Por ello, deben revisarse las categorías y los conceptos utilizados.
Se puede hablar en términos estadísticos, pero esa es una trampa, porque se tiende a considerar como parámetro únicamente a los libros, y no es el único material, hay periódicos, revistas e incluso cartelones publicitarios; es decir, refirió, sus posibilidades son mucho más amplias que las obras bibliográficas.
Más allá de decir que no hay lectores en México, se deben reconocer problemas de fondo, históricos, y uno de ellos es que no han habido políticas ni de los gobiernos ni de las instituciones culturales y educativas, para impulsar un programa sistemático que propicie esta afición.
La lectura en gráficas
La Encuesta Nacional de Lectura, realizada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), reveló que en 2005 el 56.4 por ciento de la población lee libros, 42 periódicos, 39.9 revistas y 12.2 por ciento historietas. Además, el 24.6 por ciento dijo leer para informarse, 20.5 para estudiar, al 9.2 le gusta, ocho por ciento para su crecimiento personal, 7.3 para su actualización y 6.8 por diversión.
En México se leían en promedio 2.9 libros por habitante al año. Además, 33.5 por ciento dijo no haber consultado un solo ejemplar en doce meses, 30.9 de uno a dos, 25.8 de tres a 10, y el resto respondió haber leído 11 textos o más.
Este ejercicio, realizado entre noviembre y diciembre del mismo año en 136 municipios de 29 estados de la República Mexicana, asienta que del total de entrevistados, al 15.4 por ciento le gusta mucho leer, al 33.3 le gusta, al 36 le gusta poco y al restante 15.3 por ciento no le agrada hacerlo.
Empero, otras cifras son alarmantes: en promedio, se leen 2.9 libros por persona al año; en la última década y media cerró el 30 por ciento de las librerías y casi uno de cada 10 habitantes mayores de 15 años no sabe leer ni escribir, ello a pesar de saberse que constituye una actividad que propicia una auténtica liberación mental y cultural, y tiende a igualar la vida de los ciudadanos.
Ambiente de crisis
Desde su perspectiva, la directora de Literatura de esta casa de estudios, Rosa Beltrán, dijo “que México sufre una de sus crisis más graves” en materia de lectura.
Los gobiernos no apoyan ni consideran que este tema sea prioritario. En el discurso, expuso, siempre se habla de su importancia en la educación de un país y en el desarrollo, pero en la práctica muchas veces los responsables no infieren que la literatura forme parte relevante de sus vidas.
Existen “candados” que tienen que ver con una forma generalizada de ver el mundo, donde el éxito está permeado por triunfos de tipo pragmático y relacionados con lo económico y el mercado; se trata del rasero sobre el que se sustentan los valores de esta época posmoderna, argumentó.
Por ello, se pierden los espacios que han sido naturales para esta actividad, como los suplementos y las revistas culturales. Incluso en las secciones de los periódicos, lo que antes se destinaba a cultura hoy es apenas una separata que forma parte de la sección de espectáculos, reveló.
Además, la autora de obras como Alta infidelidad y La corte de los ilusos, comentó que ello ha producido una sociedad mal informada, con poco tiempo para la lectura, considerada suntuaria, con una educación pobre desde la infancia. Ahora a esa situación se suma el cierre de librerías.
Alternativas
Adolfo Rodríguez Gallardo consideró que no todo está mal. “Muchos lugares donde se ofertan estas obras no los consideran librerías, como tiendas departamentales y otros locales cerrados. Ello revela que la industria no está en crisis”.
Asimismo, añadió, hace unos años se auguraba que Internet sustituiría a las bibliotecas y al libro. Pero los bibliotecarios siguen activos, trabajando, tanto con los materiales en papel como con los avances electrónicos.
De hecho, el desarrollo de la biblioteca pública en el siglo XIX es uno de los grandes aportes a la democratización de las personas, porque es la única institución que no exige ningún requisito a los individuos –ni siquiera saber leer–, para tener acceso a ella, enfatizó.
La escuela
Alfaro López aseguró que al leer el individuo se recrea a sí mismo, se reconstituye, se convierte en una persona diferente a la que es, porque implica la asimilación de ideas, por una reflexión que no sólo cambia la forma de pensar, sino también la vida.
Para algunos especialistas, uno de los principales problemas que enfrenta la lectura es el cierre de espacios. De acuerdo con la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, en los últimos 15 años han cerrado 30 por ciento de las librerías en el territorio, y de 2004 a la fecha han desaparecido 13 por ciento de las mismas.
El funcionamiento actual de la escuela prepara a los estudiantes no para ser lectores. Las aulas más bien hacen que los niños se alejen de esta actividad y no como siempre se ha supuesto.
Esta paradoja se registra porque esta acción forma parte del proceso de alfabetización y, por lo mismo, se asocia con la lectura, pero no es lo mismo, pues sólo da competencia a una persona para leer un libro, aunque no significa que generará un lector, concluyó.
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