A pesar de que este artículo tiene el mismo título que la célebre película protagonizada por Tom Hanks y Meg Ryan, en esta ocasión no me referiré a ella, sino más bien, al ya también “célebre” e-mail (correo electrónico) que fue enviado por Marcos Ramírez Miguel, un funcionario de alto nivel del Banco Santander, a diversos colegas suyos en otras instituciones bancarias, incluyendo desde luego a personajes clave en la Bolsa Mexicana de Valores (BMV).
En dicho comunicado de fecha 28 de marzo de 2008, Marcos Ramírez señalo: “Les podría agregar confidencialmente que efectivamente en la reforma petrolera, que está en el horno, se está contemplando una emisión de un instrumento híbrido que pague mínimo inflación, pero que el upside esté ligado a los resultados de Pemex (tipo Colombia). Nuestro reto (yo creo) va a ser ayudar en esto sin hacer mucho ruido hasta que esté aprobada y luego ya trabajar en la implementación”.
Desde luego, que este e-mail se refería a los “bonos ciudadanos” que serían anunciados 10 días después de manera demagógica por Felipe Calderón como parte de su reforma petrolera para hacer creer a los mexicanos que la reforma petrolera no persigue privatizar a Pemex, sino más bien, distribuir su “propiedad entre todo el pueblo” al permitir que los ciudadanos comunes y corrientes pudiéramos tener un bono y un “cachito de Pemex”.
En este sentido, Jesús Reyes Heroles (hijo), días después en el Foro Económico Mundial, señalo que este era el mejor ejemplo de la “democratización de Petróleos Mexicanos”.
Sin embargo, lo que ninguno de los dos advirtió es que en las iniciativas enviadas el 8 de abril al Senado de la República se establece textualmente que estos “bonos ciudadanos” no otorgarán derechos patrimoniales ni corporativos sobre Petróleos Mexicanos, esto quiere decir que dichos bonos no otorgan ningún derecho sobre la empresa.
Más aún, la iniciativa señala que será la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, mediante disposiciones de carácter general, la que determine sus formas de adquisición, montos, características, condiciones, emisiones, es decir, todos lo relativo a los “bonos ciudadanos”, siguiendo el viejo principio legislativo, aplicado en las privatizaciones y que dice así; “primero apruébenlo y luego les digo cómo lo voy a hacer, y si me sale mal, ustedes disculpen, ya que hay que pagar”.
Pero la difusión de este e-mail molestó mucho a los funcionarios de la Bolsa Mexicana de Valores, y a los de la Asociación Mexicana de Intermediarios Bursátiles (AMIB) tanto, que inmediatamente mandaron publicar un comunicado en el que no se desconoció la existencia del célebre e-mail, pero en el que se enfatizó que se desconocía el contenido de la reforma petrolera.
Más aún, en un principio Guillermo Prieto Treviño, presidente de la Bolsa Mexicana de Valores y uno de los destinatarios del e-mail, señaló que se trataba de un comunicado interno sin mayor importancia.
¿Pero en realidad qué los hizo enojar?, pues que los ciudadanos sabemos perfectamente que estos próceres de las finanzas siempre han contado con información privilegiada, que a las autoridades les da miedo supervisarlos y regularlos, y vaya, hasta que el gobierno les pide permiso para hacer las cosas.
¿No acaso tenemos uno de los sistemas financieros más costosos del mundo?, con altas comisiones bancarias, con costosas comisiones de las afore, con prohibitivas tasas de interés en tarjetas de crédito, con tasas de interés que inhiben el crédito para proyectos productivos,
¿No acaso, cuando han tenido problemas los rescatan en nombre del interés público y de la estabilidad macroeconómica?
No, lo que en realidad les molestó a estos señores es que de acuerdo con un boletín oficial de la Bolsa Mexicana de Valores de fecha 17 de abril, dos de los destinatarios del célebre e-mail: Fernando Quiroz, de Banamex, y Gonzalo Rojas, de Scotiabank, junto con el benemérito Francisco Gil Díaz, están propuestos para ser integrantes del nuevo Consejo de Administración de la Bolsa Mexicana de Valores.
Por ello habrá que ver si esto es pura coincidencia, o bien, premeditación, alevosía y ventaja, o simplemente se trata del ya común tráfico de influencias.
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