1. De los políticos del PRI y del PAN (enojados porque los del Frente Amplio Progresista (FAP) tomaron las tribunas de las cámaras legislativas y han puesto en las calles a decenas de miles de opositores a la privatización del petróleo) son pocos los que han hecho eco con los conductores de radio y TV. Obviamente los políticos, por aquello de la diplomacia y el “diálogo”, parecen menos tontos (¿o imbéciles?) que los conductores que se pasan largas horas sugiriendo, proponiendo, pidiendo y obligando a sus entrevistados a que exijan medidas para: a) sacar a los “secuestradores de las tribunas”, b) evitar que las calles sigan ocupadas por manifestantes y c) para castigar a López Obrador por ser el único instigador de todo. Para conductores “es una calamidad que una sagrada institución haya sido secuestrada y que los transportes y habitantes de la ciudad de México no puedan transitar libremente en las calles”. Pero por más que se dan golpes en la cabeza sus llamados a la represión no les funciona aún.
2. Si los conductores de radio y TV dedican todo su tiempo a hacer campañas contra las luchas de la izquierda y centro izquierda, llámese PRD, FAP, López Obrador, EZLN, APPO de Oaxaca, la CNTE de educación, obreros del SME, incluso dedican horas a pedir represión contra sus luchas, ¿no es acaso cínico en ellos enojarse porque en los mítines y concentraciones les mientan la madre y queman muchas veces sus monigotes? ¿Por qué se quejan de que no les den entrevistas y que muchas veces los manifestantes pidan que se retiren los fotógrafos y reporteros de esos medios, identificados como enemigos de los trabajadores? Lo único que se les pide a esos medios es que sean objetivos, que no tomen partido y que informen de acuerdo a los distintos planos de su visión. ¿Puede valer acaso que presenten únicamente las imágenes que les interesa, que la recompongan a su gusto, incluso que las sobrepongan, para destruir los argumentos de una parte y fortalecer a la parte que la empresa apoya?
3. Estamos tan acostumbrados a la manipulación de los medios de información en México que no imaginamos que esos mismos medios (prensa, radio, televisión, cine) pudieran servir algún día para elevar el nivel analítico, crítico y reflexivo de la población y construir una convivencia humana y justa entre los mexicanos. No sólo vivimos una dictadura política del PRI durante 70 años que hizo acostumbrarnos y desinteresarnos en la política, sino también vivimos esos mismos 70 con medios electrónicos de información que sólo sirvieron para enajenar y manipular de acuerdo a los intereses del poder político y económico. Por eso con el mayor cinismo del mundo el dueño de Televisa, Emilio Azcárraga II, dijo que la televisión sólo debe servir para entretener a la gente pobre e ignorante y que la educación la debe dar la secretaría del ramo. La TV mexicana tiene en sus programas un 80 por ciento de imbecilidades, de basura, con la que atonta y enajena cada vez más a la población, pero si esto se eliminara, perdería miles de millones de pesos, porque con esa basura ha alienado al pueblo.
4. Aunque he leído algunos estudios, siento desconocer el funcionamiento de la radio y la TV en el mundo; pero no me imagino un comportamiento peor, tan ruin y cínico, que el de los conductores mexicanos. Estuve algunas semanas en Brasil, Uruguay y Argentina y lo menos que pude ver es que había poca manipulación de las noticias, que los conductores buscaban ser objetivos cuando reseñaban los hechos y que en las entrevistas presentaban de manera equitativa (quizá obligada) las partes del conflicto. En México los López Dóriga, Loret de Mola, Ferrís de Com, Gómez Leyva, José Cárdenas, Beteta, Ruiz Healy, David Páramo, Lola de la Vega, Alatorre, Sarmiento y otros, a más de ser gente sin mayores conocimientos, son empleados muy arrastrados a sus amos de Televisa, Tv Azteca, Radio Fórmula y demás. Por eso cuando hemos escuchado a conductores como Carmen Aristegui o Ricardo Rocha nos parecen fuera de serie, cuando lo único que hacen es ser objetivos.
5. El cinismo de estos conductores, que parecen ganapanes de grandes empresas de medios, ni siquiera buscan ocultarlo; es totalmente abierto y evidente porque seguramente así les ordenan sus amos o porque ellos son definitivamente muy tontos. No solo levantan la voz y gritan haciendo manifiestas sus exigencias, sino que además abren sus enormes fauces para intimidar, golpean la mesa porque dicen que no les hacen caso y suben las cejas para burlarse de alguna nota. Dado que no tienen ni siquiera los menores conocimientos para reflexionar o por lo menos hacer inteligentes preguntas, prefieren dedicarse a calumniar a “la madre irresponsable que abandonó a su hijo”, al joven hambriento que “robó en la tienda de la esquina”, a anunciar que “nació un niño con cuatro cabezas” o que “una mujer chacal” asesinó a su marido cuando dormía. No tienen la capacidad necesaria para explicar las posibles causas de los hechos, para comprender el significado de la economía, el medio ambiente o la política real vigente.
6. A pesar de que esos conductores autoritarios, muchas veces déspotas, cuentan con decenas de asesores para diferentes temas, parecen tener la cabeza muy dura porque siguen actuando como hace 20 o 100 años. La realidad es que siempre me parecieron simples lectores de noticias que les correspondía poner el acento de acuerdo a su ideología, pero después de escuchar una respuesta de López Dóriga al diputado González Garza del PRD, al decir que no fue la empresa Televisa quien autorizó que pasaran el video calumniador contra López Obrador sino “que fue él (López Dóriga) nadie más, quien lo autorizó”. Eso quiere decir que estos conductores “de todas las confianzas” no son simples empleados, tal como muchos reporteros que se enojan cuando les cambian el sentido de sus notas. Los “conductores/estrella se han ganado el respeto de los poderosos empresarios y tienen un amplio margen de independencia.
7. Pero también cuentan con “intelectuales orgánicos” al estilo Paz (Nóbel de Literatura, pero durante años comentarista de Televisa), Krauze, Aguilar Camín, Castañeda o Zuckerman, es decir, comentaristas de radio y TV escogidos entre los que están dispuestos, de manera incondicional, a apoyar lo que la empresa quiere y piensa. Son más impulsados por la empresa cuando más fuerte sirven a sus intereses. Es iluso pensar que podría ser de otra manera. La clase dominante premia a sus intelectuales. ¿Cómo puede una empresa (aún siendo concesionaria del poder público) aceptar a alguien que piense y opine distinto a sus intereses? En tiempos de campañas políticas, para que la empresa pueda captar a un público amplio, suele darle la palabra a los candidatos o comentaristas que piensan distinto, aunque también a éstos la empresa los escoge bien para evitar a los radicales o “acelerados”. Pero, aunque se digan discursos distintos, siempre se hace evidente el apoyo al poder político y económico.
8. Por ese comportamiento tan brutal de las empresas de radio y TV ahora casi todas las manifestaciones tienen que hacer escalas de protesta frente a Televisa y demás medios. Antes sólo paraban frente al enorme edificio de la avenida Chapultepec (rodeado por cientos de miembros del ejército, disfrazados de policías) las valerosas marchas de la CNTE y la APPO; pero seguramente, a partir de estos meses, Televisa se convertirá en lo que en 1968 fue la “prensa vendida”, ubicada entonces en las calles Bucareli y Reforma. Ahora no solo sería vendida, sino además violenta y represiva. La izquierda nunca pondrá “la otra mejilla” ni se dejará asesinar como a los seguidores de Gandhi o de Martín Luther King. La izquierda sabrá responder siempre con el movimiento de masas pacífico, pero siempre dispuesto a marchar hacia delante. La verdadera izquierda no tiene intereses particulares qué defender porque pone en primer lugar los intereses colectivos de los trabajadores.
2. Si los conductores de radio y TV dedican todo su tiempo a hacer campañas contra las luchas de la izquierda y centro izquierda, llámese PRD, FAP, López Obrador, EZLN, APPO de Oaxaca, la CNTE de educación, obreros del SME, incluso dedican horas a pedir represión contra sus luchas, ¿no es acaso cínico en ellos enojarse porque en los mítines y concentraciones les mientan la madre y queman muchas veces sus monigotes? ¿Por qué se quejan de que no les den entrevistas y que muchas veces los manifestantes pidan que se retiren los fotógrafos y reporteros de esos medios, identificados como enemigos de los trabajadores? Lo único que se les pide a esos medios es que sean objetivos, que no tomen partido y que informen de acuerdo a los distintos planos de su visión. ¿Puede valer acaso que presenten únicamente las imágenes que les interesa, que la recompongan a su gusto, incluso que las sobrepongan, para destruir los argumentos de una parte y fortalecer a la parte que la empresa apoya?
3. Estamos tan acostumbrados a la manipulación de los medios de información en México que no imaginamos que esos mismos medios (prensa, radio, televisión, cine) pudieran servir algún día para elevar el nivel analítico, crítico y reflexivo de la población y construir una convivencia humana y justa entre los mexicanos. No sólo vivimos una dictadura política del PRI durante 70 años que hizo acostumbrarnos y desinteresarnos en la política, sino también vivimos esos mismos 70 con medios electrónicos de información que sólo sirvieron para enajenar y manipular de acuerdo a los intereses del poder político y económico. Por eso con el mayor cinismo del mundo el dueño de Televisa, Emilio Azcárraga II, dijo que la televisión sólo debe servir para entretener a la gente pobre e ignorante y que la educación la debe dar la secretaría del ramo. La TV mexicana tiene en sus programas un 80 por ciento de imbecilidades, de basura, con la que atonta y enajena cada vez más a la población, pero si esto se eliminara, perdería miles de millones de pesos, porque con esa basura ha alienado al pueblo.
4. Aunque he leído algunos estudios, siento desconocer el funcionamiento de la radio y la TV en el mundo; pero no me imagino un comportamiento peor, tan ruin y cínico, que el de los conductores mexicanos. Estuve algunas semanas en Brasil, Uruguay y Argentina y lo menos que pude ver es que había poca manipulación de las noticias, que los conductores buscaban ser objetivos cuando reseñaban los hechos y que en las entrevistas presentaban de manera equitativa (quizá obligada) las partes del conflicto. En México los López Dóriga, Loret de Mola, Ferrís de Com, Gómez Leyva, José Cárdenas, Beteta, Ruiz Healy, David Páramo, Lola de la Vega, Alatorre, Sarmiento y otros, a más de ser gente sin mayores conocimientos, son empleados muy arrastrados a sus amos de Televisa, Tv Azteca, Radio Fórmula y demás. Por eso cuando hemos escuchado a conductores como Carmen Aristegui o Ricardo Rocha nos parecen fuera de serie, cuando lo único que hacen es ser objetivos.
5. El cinismo de estos conductores, que parecen ganapanes de grandes empresas de medios, ni siquiera buscan ocultarlo; es totalmente abierto y evidente porque seguramente así les ordenan sus amos o porque ellos son definitivamente muy tontos. No solo levantan la voz y gritan haciendo manifiestas sus exigencias, sino que además abren sus enormes fauces para intimidar, golpean la mesa porque dicen que no les hacen caso y suben las cejas para burlarse de alguna nota. Dado que no tienen ni siquiera los menores conocimientos para reflexionar o por lo menos hacer inteligentes preguntas, prefieren dedicarse a calumniar a “la madre irresponsable que abandonó a su hijo”, al joven hambriento que “robó en la tienda de la esquina”, a anunciar que “nació un niño con cuatro cabezas” o que “una mujer chacal” asesinó a su marido cuando dormía. No tienen la capacidad necesaria para explicar las posibles causas de los hechos, para comprender el significado de la economía, el medio ambiente o la política real vigente.
6. A pesar de que esos conductores autoritarios, muchas veces déspotas, cuentan con decenas de asesores para diferentes temas, parecen tener la cabeza muy dura porque siguen actuando como hace 20 o 100 años. La realidad es que siempre me parecieron simples lectores de noticias que les correspondía poner el acento de acuerdo a su ideología, pero después de escuchar una respuesta de López Dóriga al diputado González Garza del PRD, al decir que no fue la empresa Televisa quien autorizó que pasaran el video calumniador contra López Obrador sino “que fue él (López Dóriga) nadie más, quien lo autorizó”. Eso quiere decir que estos conductores “de todas las confianzas” no son simples empleados, tal como muchos reporteros que se enojan cuando les cambian el sentido de sus notas. Los “conductores/estrella se han ganado el respeto de los poderosos empresarios y tienen un amplio margen de independencia.
7. Pero también cuentan con “intelectuales orgánicos” al estilo Paz (Nóbel de Literatura, pero durante años comentarista de Televisa), Krauze, Aguilar Camín, Castañeda o Zuckerman, es decir, comentaristas de radio y TV escogidos entre los que están dispuestos, de manera incondicional, a apoyar lo que la empresa quiere y piensa. Son más impulsados por la empresa cuando más fuerte sirven a sus intereses. Es iluso pensar que podría ser de otra manera. La clase dominante premia a sus intelectuales. ¿Cómo puede una empresa (aún siendo concesionaria del poder público) aceptar a alguien que piense y opine distinto a sus intereses? En tiempos de campañas políticas, para que la empresa pueda captar a un público amplio, suele darle la palabra a los candidatos o comentaristas que piensan distinto, aunque también a éstos la empresa los escoge bien para evitar a los radicales o “acelerados”. Pero, aunque se digan discursos distintos, siempre se hace evidente el apoyo al poder político y económico.
8. Por ese comportamiento tan brutal de las empresas de radio y TV ahora casi todas las manifestaciones tienen que hacer escalas de protesta frente a Televisa y demás medios. Antes sólo paraban frente al enorme edificio de la avenida Chapultepec (rodeado por cientos de miembros del ejército, disfrazados de policías) las valerosas marchas de la CNTE y la APPO; pero seguramente, a partir de estos meses, Televisa se convertirá en lo que en 1968 fue la “prensa vendida”, ubicada entonces en las calles Bucareli y Reforma. Ahora no solo sería vendida, sino además violenta y represiva. La izquierda nunca pondrá “la otra mejilla” ni se dejará asesinar como a los seguidores de Gandhi o de Martín Luther King. La izquierda sabrá responder siempre con el movimiento de masas pacífico, pero siempre dispuesto a marchar hacia delante. La verdadera izquierda no tiene intereses particulares qué defender porque pone en primer lugar los intereses colectivos de los trabajadores.
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