Patricia Romana Bárcena, La Romana. Revoluciones.
“Todo hombre enfrentado a sí mismo rearma sus convicciones, explora, resuelve y actúa... Nadie duda, cada uno con sus miedos toma posición en el combate por romper el asedio”.
El México que no han querido ver los dueños del poder, aquel que mantienen al margen mientras toman decisiones poco afortunadas en la resolución de los problemas apremiantes que nos aquejan, despertó. Ese es el México que ya no se deja manipular por los medios de comunicación. Un pueblo que decidió en las urnas su destino y que pudo intuir lo que le esperaría si la derecha continuaba en el poder. Para prueba basta un botón. El cambio prometido por Fox se extinguió junto con las promesas incumplidas. La ofensa es grande y no se olvida. Ahí está el peligro que le atribuyeron a Andrés Manuel con la sucia campaña en su contra. No es él el peligro, el verdadero peligro, para los privilegiados y corruptos, es el pueblo engañado y ofendido. Un pueblo que muestra la realidad que padece y que ya nadie podrá ocultar. Los que no entendieron el lema de Andrés Manuel, “por el bien de todos, primero los pobres”, lo van a comprender ahora. Poco a poco se vendrán abajo los argumentos del México triunfador y competitivo dirigido por manos limpias y duras. No alcanzarían las cárceles para albergar a tantos delincuentes; muertos de hambre, vendedores ambulantes, indígenas ignorantes, desempleados, discapacitados, jóvenes rechazados del nivel medio y superior, franeleros, payasitos, tragafuegos, maestros y mineros activistas, microbuseros, campesinos sin tierra, y todos aquellos que osen perturbar la tranquilidad de los hombres de bien. Entendiendo por hombre de bien aquel que ha logrado una estabilidad económica, con su propio esfuerzo o por arte de magia, no importa el medio sino el objetivo. Tampoco quisieron entender que la paz social es fruto de la justicia. El peligro permaneció latente muchos años, pero existía. Ya no hay marcha atrás. Abrieron la caja de Pandora con un miedo ficticio que se volvió real, pero que cambió de destinatario. Ahora se dan cuenta que el peligro no es el líder sino el pueblo. Es cierto que un sector de la población sigue creyendo que la elección fue limpia, pero tantas evidencias del fraude avalado por el tribunal difícilmente podrán sostener a un candidato que no fue elegido por la mayoría. No será posible legitimarlo mientras el pueblo se mantenga en resistencia. El estado de derecho, con el que se llenan la boca los meros meros violadores de la ley, sólo puede ser impuesto con el ejemplo y la verdad. Un engaño más llevará a la ingobernabilidad total. Sin embargo, hay alguien que puede regresar las aguas agitadas a su cauce sin necesidad de emplear la fuerza pública, las amenazas o la represión. Sí, Andrés Manuel López Obrador, el peligro para México es hoy su salvación.
“Todo hombre enfrentado a sí mismo rearma sus convicciones, explora, resuelve y actúa... Nadie duda, cada uno con sus miedos toma posición en el combate por romper el asedio”.
Luis Ulloa.
El México que no han querido ver los dueños del poder, aquel que mantienen al margen mientras toman decisiones poco afortunadas en la resolución de los problemas apremiantes que nos aquejan, despertó. Ese es el México que ya no se deja manipular por los medios de comunicación. Un pueblo que decidió en las urnas su destino y que pudo intuir lo que le esperaría si la derecha continuaba en el poder. Para prueba basta un botón. El cambio prometido por Fox se extinguió junto con las promesas incumplidas. La ofensa es grande y no se olvida. Ahí está el peligro que le atribuyeron a Andrés Manuel con la sucia campaña en su contra. No es él el peligro, el verdadero peligro, para los privilegiados y corruptos, es el pueblo engañado y ofendido. Un pueblo que muestra la realidad que padece y que ya nadie podrá ocultar. Los que no entendieron el lema de Andrés Manuel, “por el bien de todos, primero los pobres”, lo van a comprender ahora. Poco a poco se vendrán abajo los argumentos del México triunfador y competitivo dirigido por manos limpias y duras. No alcanzarían las cárceles para albergar a tantos delincuentes; muertos de hambre, vendedores ambulantes, indígenas ignorantes, desempleados, discapacitados, jóvenes rechazados del nivel medio y superior, franeleros, payasitos, tragafuegos, maestros y mineros activistas, microbuseros, campesinos sin tierra, y todos aquellos que osen perturbar la tranquilidad de los hombres de bien. Entendiendo por hombre de bien aquel que ha logrado una estabilidad económica, con su propio esfuerzo o por arte de magia, no importa el medio sino el objetivo. Tampoco quisieron entender que la paz social es fruto de la justicia. El peligro permaneció latente muchos años, pero existía. Ya no hay marcha atrás. Abrieron la caja de Pandora con un miedo ficticio que se volvió real, pero que cambió de destinatario. Ahora se dan cuenta que el peligro no es el líder sino el pueblo. Es cierto que un sector de la población sigue creyendo que la elección fue limpia, pero tantas evidencias del fraude avalado por el tribunal difícilmente podrán sostener a un candidato que no fue elegido por la mayoría. No será posible legitimarlo mientras el pueblo se mantenga en resistencia. El estado de derecho, con el que se llenan la boca los meros meros violadores de la ley, sólo puede ser impuesto con el ejemplo y la verdad. Un engaño más llevará a la ingobernabilidad total. Sin embargo, hay alguien que puede regresar las aguas agitadas a su cauce sin necesidad de emplear la fuerza pública, las amenazas o la represión. Sí, Andrés Manuel López Obrador, el peligro para México es hoy su salvación.
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