La Maestra: «El Huevo de la Serpiente»
Condensado de: © José Martínez
Editorial Océano (2003)
Raymundo Riva Palacio, en su columna «Estrictamente Personal», da cuenta de cómo la Maestra fue investida como nueva lideresa del magisterio. Cuenta que el político sonorense Manlio Fabio Beltrones, hombre de confianza de Gutiérrez Barrios, fue “testigo de honor” de tal ascenso.
* * * * * * Una vez liquidado el viejo caciquismo petrolero, Salinas decidió continuar con su limpia sindical para empezar a instalar a un nuevo liderazgo, encabezado por el dirigente de los telefonistas Francisco Hernández Juárez. Su siguiente víctima fue otro cacique, en el magisterio, Carlos Jongitud. En el caso de la Quina, Salinas, Fernando Gutiérrez Barrios y compañía tenían preparado al relevo. En el caso de Jongitud, la Maestra estaba en el imaginario de varios salinistas, particularmente en el de Manuel Camacho, en ese entonces Jefe del DDF. Elba Esther Gordillo hasta ese momento la Delegada en la Gustavo A. Madero, y durante la campaña presidencial de Salinas la habían utilizado como bombero en Chihuahua, donde iba muy mal el PRI y sospechaban la traición del Gobernador Fernando Baeza. La enviaron como Delegada del partido y, con el magisterio, le dio vuelta a la elección. Salinas la despreciaba, pero le reconocía méritos políticos, por lo que cuando la propusieron como el relevo de Jongitud, quien la había traído de Chiapas, protegiéndola y haciéndola crecer dentro del sindicato de maestros, no dudó. La operación del relevo se dio un domingo por la mañana en 1989, y se encargó al propio Beltrones que la llevara a Los Pinos, Beltrones la condujo al despacho presidencial, donde estaban Salinas y su superasesor José Córdoba Montoya, el director de Comunicación Otto Granados y el propio Jongitud, quien había entrado por la puerta uno de Los Pinos, erguido para salir decapitado. Salinas ordenó que se hiciera un boletín de prensa escueto, “sin calificativos”, como distinguía a los comunicados donde se anunciaba el ajustamiento político de algún colaborador. La Maestra no estaba compungida, recuerdan hoy testigos de ese episodio. Mientras Jongitud se dirigía a la nada, ella se fue con Granados Roldán a su oficina para pedirle que le recomendara un jefe de prensa. “Estaba hablantina y entusiasta, señaló el testigo. Ni nerviosa, ni triste. * * * * * * * * *
El PRI se encuentra en una encrucijada. Tras el derrumbe, después e 71 años, de un régimen monopartidista y con la desaparición del presidencialismo omnipotente, Elba Esther Gordillo Morales se encuentra en el factótum del poder.
La decade
La Maestra es un símbolo que sintetiza al PRI. En ella se resumen los vicios y las virtudes—si se le pueden llamar así los arreglos políticos con sus adversarios pero, principalmente, con el nuevo partido poder—de un sistema que se niega a morir y que sobrevive gracias a sus prácticas corporativas, del que Elba Esther Gordillo es la máxima exponente, pues desde su origen del tricolor renunció a convertirse en un partido de ciudadanos.
“Soy una mujer de poder”, ha dicho una y mil veces cuando le preguntan sobre sus ambiciones políticas. “Yo no me descarto…”, es otra de sus frases favoritas. Con su amigo y aliado Carlos Salinas de Gortari probó el néctar del poder y se volvió adicta. Con Vicente Fox ha estado más cerca que nunca del poder. Se volvió la política del sexenio, la mujer de moda por encima de Marta Sahagún, por las acotaciones legales del papel como primera dama.
Las prime
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