Perdido en el océano de la información que reciben lectores, televidentes y radioescuchas, sobre todo éstos dos últimos sin contexto ni jerarquías, apareció un mensaje revelador de las profundidades que presumiblemente relacionan a uno de los poderes fácticos por excelencia, el narcotráfico, y los hombres y mujeres que encabezan instituciones públicas.
Dice el mensaje escrito en una cartulina de color amarillo fosforescente, clavada con un puñal en el pecho de un hombre con evidentes huellas de tortura y el tiro de gracia:
“Procurador: no se haga pendejo, esto va a continuar hasta que dejen de proteger a la gente de Héctor Huerta, El Chapo Guzmán y al maricón de La Barbi (Edgar Valdez Villarreal). Especialmente tú Rogelio Cerda, hasta que caigan todos tus hijos, y también para la gente de la Chiva. PD. Es sólo el inicio”. ( La Jornada , 22-III-07, p. 22).
Los funcionarios públicos a quienes va dirigido el mensaje son Luis Carlos Treviño, procurador general de justicia de Nuevo León, y el secretario general de Gobierno, Rogelio Cerda Pérez. El involuntario portador del recado ominoso fue el ejecutado número 30 en el estado en 80 días.
Insisto: 30 ejecutados en 80 días. El baño de sangre y de inseguridad pública nuevoleonesa, tamaulipeca, chihuahuense, sonorense, bajacaliforniana, sinaloense, michoacana y guerrerense, mexicana pues, se reproduce a pesar del impresionante despliegue militar y con disfraz policiaco puesto en marcha por Felipe de Jesús Calderón Hinojosa , con encuentros que ya son rutinarios con las cúpulas del Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina, el ensordecedor escándalo mediático, la justificación de los intelectuales orgánicos sexenales y, sobre todo, las cuentas alegres que presenta en el combate al narcotráfico y al crimen organizado.
El triunfalismo de Calderón no convence ni a su gabinete, cuando les dijo: heredé un país que lucía sombrío, con inestabilidad política, crisis en varios estados, con ciudadanos en la zozobra y la incertidumbre. Pero ahora hay rumbo claro.
En cuál país vivía el empleado número uno de la República –y la tercera parte de su gabinete--, pues como coordinador del Grupo Parlamentario de Acción Nacional en San Lázaro, director general de Banobras y secretario de Energía no dijo ni pío, por lo menos públicamente. Y como candidato presidencial siempre se resistió a deslindarse de la torpeza, frivolidad y corrupción del sexenio de Vicente Fox Quesada y Martha María Sahagún Jiménez .
Es correcta, sin embargo, la descripción sobre el panorama hasta el 30 de noviembre de 2006, sólo que persiste y ahora con la agravante de que uno de los cárteles en disputa por la hegemonía en Nuevo León, apunta a cabezas gubernamentales como partícipes del negocio que pone en movimiento 500 mil millones de dólares en la aldea global, sólo superado por el complejo militar-industrial, y esto a partir de las invasiones ordenadas por George W. Bush a Afganistán e Irak.
El narcomensaje abona a la extendida percepción de que sexenalmente unos cárteles son combatidos enérgicamente, con todo el peso de la ley, como dice la desgastada fraseología gubernamental. Y uno es solapado por el jefe del grupo gobernante en turno.
La opinión pública identificaba, por ejemplo, al cártel del Golfo que conducía Juan García Ábrego --del séquito familiar de Juan Nepomuceno Guerra , amo y señor del contrabando y los giros negros en Matamoros, Tamaulipas, amigo entrañable de Raúl Salinas Lozano y los Salinas de Gortari al punto de que los entonces niños le llamaban “tío”--, con el sexenio del genocidio contra disidentes y el apuntalamiento sin precedente del capitalismo de compadres.
Aún no queda del todo claro cuál es el favorito del sexenio en ciernes.
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