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24 marzo 2007

Convención bancaria, decepcionante

carlos acosta córdova

Acapulco, Gro. (apro).- He tenido la oportunidad de asistir a por lo menos una docena de convenciones bancarias y para la que este viernes concluyó aquí no tengo otro calificativo que el de decepcionante. Sí, ha sido la peor, me parece. Y en muchos sentidos. Me pareció desangelada, sin el glamour de antaño, hipócrita y, lo peor, sin “nota” relevante, digna de consignarse. Antes eran reuniones muy esperadas, que generaban una gran expectativa porque eran ocasión no sólo de grandes anuncios en materia económica, sino porque se daban a conocer datos fundamentales –como el monto de las reservas-- sobre la marcha de la economía. Hoy, por suerte, podemos saber de las reservas cada semana. [Me cae que estuvo más chida o como dicen en el barrio "a toda ma...má" la mesa de trabajo de Di Costanzo en la CND ¿ya ves carlos acosta pa que te vas tan lejos si la nota estaba aquí in il DiFe? je je].

Un tiempo fueron reuniones –antes de que José López Portillo nacionalizara la banca-- en las que los banqueros, privados pero mexicanos –aunque nos saquearan y nos siguieran saqueando, como decía el entonces presidente, y como sin duda sigue sucediendo-- guardaban distancia del gobierno y hasta se atrevían a criticarlo, a cuestionar medidas de política económica; fijaban posiciones y, aun, se revelaban como el poder económico y político, de contrapeso, que eran. Asistían no sólo los dueños de los bancos, sino los dirigentes de las cúpulas empresariales. El poder económico en pleno, pues. Y por ello, insisto, había cierto glamour, morbo, lo que fuera, pero eran reuniones que generaban mucha expectativa.

Después, ya nacionalizada la banca, y aunque los “banqueros” eran funcionarios del gobierno, no se perdía el interés. A la distancia, recuerdo los épicos discursos de los neobanqueros, que acusaban a sus antecesores de propiciar una economía de casino, rapaz, propiciatoria de grandes fugas de capitales; pero también eran evidentes sus dificultades para convencer –nunca pudieron-- de que ellos, desde el gobierno, sí sabían “hacer banca”. Tan nunca supieron qué hacer con los bancos que Salinas de Gortari de plano decidió reprivatizarlos. Pero antes de que esto sucediera, las reuniones bancarias eran interesantes, por los anuncios de política económica, por la presencia de altos funcionarios de organismos financieros internacionales. En fin, por muchas cosas.

Precisamente fue en una reunión de éstas, ya decidida la reprivatización, cuando se fijaron las reglas, los requisitos que debían cubrir quienes se interesaran en hacerse de un banco. Pedro Aspe, el secretario de Hacienda de Salinas, exigía honorabilidad, solvencia moral y económica, experiencia. Muy poco tiempo pasó para darnos cuenta de que muchos bancos quedaron en manos de verdaderos pillos, que por algún tiempo pisaron la cárcel.

La banca era ["es aún" pal Sam] un desastre y por ello mismo las convenciones atraían. Llegó el “error de diciembre” y vino el caos. La historia nos la sabemos todos los mexicanos: el atraco, las pillerías descubiertas, el rescate forzoso, la generosidad del gobierno para con algunos pillos, la aparición estelar del Fobaproa... hasta la entrega de los bancos a instituciones extranjeras.

Hoy, con todo y las denuncias –dentro y fuera del país, por personalidades e instituciones relevantes-- que se hacen contra los bancos, por las groseras comisiones y las elevadas tasas de interés –hasta tres veces las que cobran en sus países sede--, la reunión sirvió no sólo de autodefensa de los bancos, sino para que el gobierno los arropara y los elogiara. Y, también, para que los banqueros defendieran y elogiaran al presidente Felipe Calderón y su gobierno. Ahora resulta que son todos honorables.

Resultó sorprendente que el propio secretario de Hacienda, Agustín Carstens, dijera que las acusaciones generalizadas contra los bancos –de abusos, de atracos, de altos cobros, de mal trato-- son producto de prejuicios, de consejos sin fundamento, de generalizaciones injustas, de mitos... todo, resultado de la ignorancia, de la falta de cultura financiera, de grandes segmentos de la población. [Y yo se que a ese tal Tonina Carstens le caló y hondo el video de la SHP sobre "reforma fiscal y petróleo" y esperen que faltan más y ya lo están distribuyendo por todo el país].

Fácil: el que acusa a los bancos lo hace porque no entiende nada de su trabajo, de sus funciones, de sus problemas, de sus dificultades en un entorno internacional tan competido. Pobres bancos, víctimas de la ignorancia de la gente. Puede ser. Lo que sí tiene claro la gente, y ahí sí, toda, es que los bancos tienen ganancias estratosféricas, y que no tienen sustento en la propia actividad bancaria, sino en la voracidad, en la costumbre de pagar poco por los depósitos y cobrar mucho por sus préstamos, de engullirse soberbias comisiones por pésimos servicios.

Que gobierno y banqueros se enfrascaran en esta convención –la número 70-- en una especie de torneo de elogios mutuos, fue lo que la hizo decepcionante, por la hipocresía que prevaleció.

Al recibir al presidente Calderón, el jueves, los banqueros se deshicieron en aplausos para aquél. En los discursos, Calderón quedó como prohombre, como un gobernante sin par. El presidente saliente de la Asociación de Bancos de México, Marcos Martínez Gavica, no mostró un ápice de rubor: “Nos encontramos al inicio de una nueva administración, que augura avances decisivos en la economía, en el empleo, en la seguridad y en las reformas legales que tanto necesita México.”

Luego de expresarle el reconocimiento de los banqueros “por las múltiples acciones que ha tomado en estos primeros meses de su administración”, el empresario se descosió: “La energía y la contundencia de las medidas que ha implementado en tan poco tiempo, muestran que es usted un hombre de resultados. Tan sólo por destacar una de estas acciones, mencionaría la firmeza mostrada en las decisiones que ha tomado su gobierno en el combate al narcotráfico y al crimen organizado.” No sólo eso. Elogió “su capacidad de generar consensos”, que está a la vista, dijo, con la aprobación de la reforma al régimen de pensiones del ISSSTE. “Su gobierno apenas comienza y las acciones ya se ven.” [Carajo ¿para que vivamos mejor no? los potentados, digo nada más].

Lo único que logró el banquero –también director general de Santander-- fue opacar la “gran noticia” que los banqueros iban a dar en esta convención, y que había estado tanteando y prometiendo a los informadores, y que era la de que los bancos abrirían, en el sexenio de Calderón, las llaves del crédito para apoyar, ahora sí, a las pequeñas y medianas empresas, el agro y la infraestructura.

Sí, esa fue la gran noticia de esta 70 Convención Bancaria: que los bancos por fin harían su chamba y que al término de la presidencia de Calderón habrán casi cuadruplicado el saldo actual de financiamiento al sector privado. En concreto, dijo, habrá, a lo largo del sexenio, una colocación adicional de créditos por 3 billones 300,000 millones de pesos, lo cual significa pasar de un financiamiento equivalente al 13% del PIB, en 2006, a una derrama crediticia equivalente al 27.8% del PIB al final de la administración.

Tres billones trescientos mil millones de pesos, suena mucho. Y si se escribe ni se entiende $3,300,000,000,000.00. Es superior, en un billón, a todo el presupuesto de egresos para 2007. Pero resulta que, en realidad, es poco para las necesidades del país y muy poco en relación a lo que prestan los bancos en países con niveles de ingreso similares al nuestro.

El propio Carstens, que defendió tanto a los bancos, dijo que en Chile el financiamiento que dan los bancos allá es equivalente al 63% de su Producto Interno Bruto. O en Corea del Sur, donde los bancos colocan crédito cercano al 97% de su PIB. [nombre ese menso cuando le dicen ¿tas a dieta wey? a de mentir y decir "ash toy flaco no manches", es decir, no acepta la realidad y dice pura bobada].

Pero esa, repito, fue la gran noticia de la convención. Vaya manera de reconocer que no estaban haciendo su trabajo esencial; que estaban obteniendo extraordinarias utilidades, con la mano en la cintura, sin gran esfuerzo, sin correr el menor riesgo.

Y, como decía, en el torneo de elogios mutuos, Calderón no se quedó atrás: “Agradezco y reconozco el compromiso que acabamos de escuchar... estoy seguro que se va a traducir ello en un mayor crecimiento económico para el país y en una mayor solidez de la banca”, dijo. Pero antes, en correspondencia a los prolongados aplausos, y en un claro olvido de las secuelas del rescate bancario para la población, agregó: “Hoy el sector bancario en México es un sector sólido, que no genera la preocupación y la zozobra que generó en el país en el pasado”.

Total, el rescate de los bancos, su salud y bienestar –ahora en manos extranjeras--, lo seguiremos pagando todos los contribuyentes... por décadas.

Pero aquí todos estaban felices.

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