EN POCAS PALABRAS ®
PENSAMIENTO POLÍTICO LIBRE
PENSAMIENTO POLÍTICO LIBRE

El proceso electoral del 2 de julio ha dejado un gran número de lecciones y de consecuencias en todos los ámbitos de la vida de los mexicanos. Aunque un balance de primera vista pudiera indicar un notable retroceso en la credibilidad de las instituciones electorales, en el marco legal y en el sistema político hay otros signos saludables que presagian una mayor participación de la sociedad en su conjunto en la vida política y cultural de México.
Al margen de que el tiempo y los damnificados en el proceso electoral federal vayan presentando pruebas de las irregularidades e ilícitos ocurridos, los hechos van delineando un nuevo país cuyas principales características son la división interna en dos grandes facciones irreconciliables: una pequeña oligarquía, que es al mismo tiempo la dueña del capital y del poder público; y un sistema económico atrapado en su propia paradoja de desarrollo social al margen de la otra mitad del País cuya pobreza va en aumento.
Aunque los poderes fácticos de México seguirán controlados por un pequeño grupo de grandes capitalistas, tendrán que ampliarse con los amigos y colaboradores de la paradigmática profesora Gordillo, que incluyen desde la primera dama de la nación y sus familiares, hasta gobernadores priistas que la apoyaron en su lucha para salvar a México del peligro, funcionarios electorales federales que le permitieron registrar un partido político (PANAL) violando casi todas las disposiciones legales, los priistas que traicionaron a Madrazo y los "mapaches" que ejecutaron la operación de ceder al PAN votos del PRI e inventar diputaciones a desconocidos miembros del Panal.
A la lista anterior habrá que añadir los conductores de noticieros de Televisa convertidos en politólogos, el sector confesional del PAN y los "torquemadas" del clero nacional para crear un gobierno de la derecha radical que hará crecer la división y la iniquidad ya existentes en la sociedad mexicana. No obstante, se advierte en ambas facciones la determinación de convertir a la política en una actividad permanente y no circunscrita, como hasta ahora, a los periodos electorales.
Esto significaría que los mexicanos empezarían a hacer política en el sentido real del término y no simulaciones como hasta ahora, al haberse adoptado instituciones e ideologías de otros países, con otras realidades y otras historias. Al reconstituirse los partidos políticos sobre la base real de sectores de la sociedad que comparten una misma visión del mundo, los mismos sueños e intereses, la representatividad en el poder público de sus líderes tendría sentido y sería legítimo todo lo que plantean y todo lo que exijan.
Aun cuando la cantidad y visceralidad de los comentarios a mis artículos sobre temas electorales han ido en aumento y confirman la teoría de los científicos electorales de que la emoción domina al ser humano cuando aborda estos temas, el hecho de que la lectura también participe en la vida cívica de los mexicanos plantea la posibilidad de que la racionalidad vuelva a instalarse en el debate público nacional y se aleje la influencia distorsionante de la televisión.
El primer paso en ese sentido sería la creación de una moderna ley para la televisión que acote su participación en los procesos electorales y en el debate público, tal como sucede en las naciones más avanzadas del mundo.
Al margen de que el tiempo y los damnificados en el proceso electoral federal vayan presentando pruebas de las irregularidades e ilícitos ocurridos, los hechos van delineando un nuevo país cuyas principales características son la división interna en dos grandes facciones irreconciliables: una pequeña oligarquía, que es al mismo tiempo la dueña del capital y del poder público; y un sistema económico atrapado en su propia paradoja de desarrollo social al margen de la otra mitad del País cuya pobreza va en aumento.
Aunque los poderes fácticos de México seguirán controlados por un pequeño grupo de grandes capitalistas, tendrán que ampliarse con los amigos y colaboradores de la paradigmática profesora Gordillo, que incluyen desde la primera dama de la nación y sus familiares, hasta gobernadores priistas que la apoyaron en su lucha para salvar a México del peligro, funcionarios electorales federales que le permitieron registrar un partido político (PANAL) violando casi todas las disposiciones legales, los priistas que traicionaron a Madrazo y los "mapaches" que ejecutaron la operación de ceder al PAN votos del PRI e inventar diputaciones a desconocidos miembros del Panal.
A la lista anterior habrá que añadir los conductores de noticieros de Televisa convertidos en politólogos, el sector confesional del PAN y los "torquemadas" del clero nacional para crear un gobierno de la derecha radical que hará crecer la división y la iniquidad ya existentes en la sociedad mexicana. No obstante, se advierte en ambas facciones la determinación de convertir a la política en una actividad permanente y no circunscrita, como hasta ahora, a los periodos electorales.
Esto significaría que los mexicanos empezarían a hacer política en el sentido real del término y no simulaciones como hasta ahora, al haberse adoptado instituciones e ideologías de otros países, con otras realidades y otras historias. Al reconstituirse los partidos políticos sobre la base real de sectores de la sociedad que comparten una misma visión del mundo, los mismos sueños e intereses, la representatividad en el poder público de sus líderes tendría sentido y sería legítimo todo lo que plantean y todo lo que exijan.
Aun cuando la cantidad y visceralidad de los comentarios a mis artículos sobre temas electorales han ido en aumento y confirman la teoría de los científicos electorales de que la emoción domina al ser humano cuando aborda estos temas, el hecho de que la lectura también participe en la vida cívica de los mexicanos plantea la posibilidad de que la racionalidad vuelva a instalarse en el debate público nacional y se aleje la influencia distorsionante de la televisión.
El primer paso en ese sentido sería la creación de una moderna ley para la televisión que acote su participación en los procesos electorales y en el debate público, tal como sucede en las naciones más avanzadas del mundo.
Alfonso Elizondo, “Democracia sin TV” «EL NORTE»; Sábado, 19 de Agosto en 2006
No hay comentarios.:
Publicar un comentario