Durante siglos, durante las monarquías, Roma —hoy se podría decir “el Vaticano”, pero entonces era toda Roma— sólo reconocía como heredero del trono de cualquier país europeo al primogénito (primer hijo) varón del monarca gobernante. Y esta regla, ineludible como todas las de la Edad Media, dio lugar a un caso muy especial: el de Enrique VIII de Inglaterra.
Este monarca heredó el trono siendo menor de edad. También “lo casaron” siendo menor de edad, por razones políticas, con una tía de Carlos V. Este no sólo gobernó España, sino también Flandes, que abarcaba buena parte de lo que hoy son Bélgica y Holanda. Era el rey más poderoso de Europa. Mientras Enrique fue menor de edad, gobernó un prefecto. Al cumplir los 18 años, el nuevo rey inglés empezó a gobernar.
Su gran obsesión era tener un heredero, por supuesto varón. Por fin, su esposa se embarazó, pero tuvo.., una niña, María. Su edad ya no permitía a la reina volver a embarazarse. Y Enrique VIII empezó a gestionar con el Papa, como pasó recientemente por aquí, la anulación de su matrimonio para volverse a casar.
Pero el papa no quería problemas con Carlos V y, como ahora también, le dio largas al asunto. Mientras, Enrique VIII ya tenía su relevo, Ana Bolena, con la cual se casó en secreto y la cual ya también esperaba un bebé. Las prisas para casarse públicamente con ella antes de que naciera el heredero llevaron a Enrique VIII a romper con Roma y formar la Iglesia anglicana. De la que él mismo sería la cabeza. Esto tuvo apoyo en el movimiento que ya se desarrollaba por la reforma religiosa que tenía expresiones como la de Lutero en Alemania y las de varios clérigos en Inglaterra.
Dado este paso, Enrique VIII se autoconcedió el divorcio y de inmediato se casó con Ana Bolena. Las cosas se pusieron muy tensas con Carlos V pero finalmente se sortearon y se evitó una guerra. Y cuando Ana Bolena dio a luz, nació… otra niña, Isabel.
La furia de Enrique VIII fue tremenda. Se divorció de Ana Bolena, la acusó de traición, adulterio y algo más, y como él mismo era juez, jurado y todo, ordenó que le cortaran la cabeza, que era la moda entonces. Este rey se casó con otras cuatro mujeres sucesivamente, una de las cuales también terminó decapitada. Pero quedó un niño, que llegó a ser coronado cuando murió Enrique VIII. El heredero coronado tenía nueve años. Tres años después murió, sin haber gobernado un solo día.
Quedaban sólo las dos hijas. Pero para entonces ya se habían dado cuenta de que si habían roto con Roma, no tenía caso cumplir con su mandato sobre el primogénito varón. Y la mayor de las hijas, María, ocupó el trono. Unos años después, María murió, y fue coronada Isabel. Esta reinó durante 40 años. La Edad Media había muerto.
Este proceso acabó con la discriminación de las niñas de la familia real inglesa. Las otras niñas, obviamente, siguieron discriminadas.
Opinión
La lucha que hemos tenido como mujeres no ha sido fácil. Nuestro enemigo es una sociedad que ha aprendido al paso de los tiempos que la mujer es y será para el hogar. El machismo, es una característica que sigue presente en hombres, que pese a su alto nivel educativo, su cultura sigue cerrada a las posibilidades de que la mujer sobresalga en las aulas de clase y peor aun en el ámbito laboral.
Por otro lado, tristemente existen lugares en nuestro país que al desear tener hijos, detestan la posibilidad de tener una mujer. Ruegan a Dios que les bendiga con un barón y no reciben la enorme posibilidad de que a su cargo estará una hermosa niña. Lamentablemente, esto sigue ocurriendo. Las niñas no son ajenas en que en su salón de clase (si es que se les da la oportunidad de estudiar) sean agredidas por niños de su edad. Que no son más que un ejemplo de lo que ven en sus hogares con sus tutores, con sus padres.
Si hubo y hay algo que celebrar el 8 de marzo, es que en el pasado se levantaron mujeres en una lucha que hasta nuestros días permanece. Que sin duda alguna, les aseguro que desde su niñez fueron reprimidas por tener un género no buen visto. Sin embargo, no se conformaron a la situación. Extendieron la visión tan corta y falta de valor que se tenía en esa época. Desafiaron la situación, los obstáculos y se enfrentaron a una cultura que llevaba arraigada la idea de que la mujer no tenía ningún valor.
Aquéllas mujeres fueron instrumentos para abrir no sólo la puerta de la libertad, sino muchas otras. Sin embargo, se quedaron entreabiertas otras más aguardando ser cerradas para siempre, la del machismo, la de la desigualdad, el de la violencia, y otras tantas.
Es el tiempo de hacer lo que nos corresponde, de ponernos en los lugares en donde podemos hacer algo por aquellas niñas que más tarde se convertirán en mujeres. Es el momento de levantar nuestras voces y extender la mano a las que por alguna razón siguen siendo reprimidas por un esposo golpeador, violador, o por unos hijos que no ven a una madre o a una hermana, a un amigo que no ve a una amiga, a un novio que no ve a una novia sino a una sirvienta, a una esclava.
El tiempo y la labor de las mujeres que lograron hacer lo que hoy sabemos que hicieron es parte de un buen pasado. Éste ha tenido resultados gratos y satisfactorios, pero, aún hay mucho quehacer. Sigamos luchando por el papel que nos corresponde. Tenemos derechos, luchemos por ellos.
En una ocasión un amigo me dijo – lucha por ser la mejor, por superar no a otras ni a otros, sino por superar lo que el día anterior fuiste - . Eso es lo que tenemos que hacer, superar las acciones pasadas y hacer lo que nos corresponde a cada una de nosotras. Además de que a nuestro lado, tenemos la bendición de ser apoyadas por el sexo opuesto, y eso ya es una ganancia.
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