El evidente fraude perpetrado contra el pueblo de México en 2006, que los respetables hombres del PAN y del PRI niegan a pesar de todas las pruebas publicadas en diarios como La Jornada y revistas como Proceso y de todas las denuncias publicadas en este blog, revoluciones.org, y no refutadas por las autoridades electorales, no va a salvar a la clase dominante mexicana ni a los imperialistas. Lo ocurrido no revela sino la auténtica naturaleza de la llamada democracia burguesa, que no es más que una maquinaria para la opresión de la clase trabajadora. La democracia parlamentaria en México no es más que la forma que adopta la oligarquía, de los terratenientes mexicanos y de sus jefes imperialistas. No es la primera vez que cuando los resultados electorales no son del agrado de esta oligarquía, estos se cambian y punto. Así funciona la democracia en México.
La alternativa no es garantizar la “constitucionalidad” de la República mexicana. Tal “constitucionalidad” solo ha sido una coartada para los manejos de la clase dominante desde 1910. Lo que hace falta es organizar a las masas oprimidas del campo y la ciudad para combatir eficazmente en la lucha que le han declarado sus enemigos históricos.
Después de la masiva movilización del treinta de julio pasado, AMLO lanzó la idea de ocupar permanentemente el DF instalando campamentos con miles de seguidores. La idea de que así se podría modificar el resultado electoral se comprobó inviable, pese a la voluntad de los miles de trabajadores movilizados permanentemente y las simpatías de la población. La decisión de mantener los resultados electorales por el aparato del estado fue firme.
Ahora López Obrador ha convocado para el 2 de julio a la Segunda Convención Nacional Democrática. La primera que se comprometió a “impedir” la llegada al poder de Felipe Calderón, fracasó. En cualquier caso se trata de medidas que están absolutamente superadas por la dinámica de los acontecimientos. Esta forma de plantear la continuidad de la lucha, después de haber movilizado a millones de personas en las calles, solo puede producir desgaste y desmoralización. Lo que la clase mexicana necesita es una perspectiva revolucionaria y la certeza de que los siguientes pasos serán decisivos en la movilización.
Los ciudadanos en resistencia hemos planteado que es necesario organizar las bases contra el fraude y la imposicion de la Ley del ISSSTE, en los campamentos, que es necesario organizar inmediatamente una huelga general de 24 horas contando con la participación activa de los sindicatos y las organizaciones campesinas de todo México. Una huelga así, que paralizara la producción de todo el país y sirviese para organizar comités en todas las fábricas y ejidos, como base para movilizar en ese día a millones de trabajadores y campesinos en todas las ciudades y localidades del país sería una presión decisiva sobre el gobierno y sobre el Estado.
¿Cuál sería pues el siguiente paso? La respuesta es clara: Huelga general indefinida con ocupaciones de fábricas, empresas y universidades y un llamamiento efectivo a organizar y ampliar los comités de lucha, que se deben convertir en el embrión del nuevo poder de los trabajadores.
Se nos dirá que estas medidas desbordan la frontera de la legalidad. Triste ironía en un país donde la ilegalidad es el pan diario sobre el que se sustenta la dominación de la oligarquía. Los mexicanos conocemos muy bien la formalidad legal de la democracia mexicana. Hemos recibido muchas lecciones de esta legalidad democrática. Lo que los trabajadores y campesinos mexicanos necesitan es transformar su realidad de explotación y humillación por otra en la que la palabra dignidad cobre sentido pleno. Y esto solo será posible a través de una revolución política desde las bases.
Lo que esta en cuestión no es un conflicto de constitucionalidad, como tampoco lo estaba en 1910. Lo que esta en cuestión es la superación de oligarquía que ha hundido a las masas mexicanas en la postración durante décadas. Esta es la tarea más urgente: reatar el nudo de la historia de la revolución mexicana con el derrocamiento de la oligarquía y el establecimiento de las bases económicas y políticas para una nueva sociedad más justa y digna, llevando a cabo el sueño libertador de Emiliano Zapata.
—Fragmentos— Adaptado de Tendencia Militante
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