Por: Eduardo Ibarra Aguirre
Un año después de constituida, la Convención Nacional Democrática mostró que goza de cabal salud. Y que mantiene capacidad para generar iniciativas políticas y de movilización popular, para presentar ideas programáticas e influir en la definición de los temas de la agenda y el debate nacionales. Todo ello, 16 meses y medio después de que se iniciara el litigio poselectoral más prolongado y que más ha divido al país.
Lo anterior es indicativo de las nuevas responsabilidades de Andrés Manuel López Obrador y otros dirigentes de la resistencia civil pacífica que 10 minutos antes del mediodía del domingo18, al comenzar un repicar de 12 minutos de las campanas de la Catedral Metropolitana, justo cuando Rosario Ibarra de Piedra comenzaba su informe en materia de derechos humanos, bajaron peligrosamente la guardia, acaso influidos por la muchedumbre que literalmente calló a los que sudaban la gota gorda en el campanario con el grito que cimbró la plaza: “¡Pe-der-astas! ¡Pe-der-astas!”. Esto de acuerdo al cronista Jaime Avilés.
Tras la identificación sin precedente, vendría la injustificable intromisión de un grupo de presuntos o reales obradoristas dentro de la catedral, hecho que se repite por vigésimotercera ocasión desde el 13 de agosto 2006 y que con independencia del tipo de reclamos que expresan y de su pública adhesión a organismos como Católicas por el Derecho a Decidir y otros de defensa de los derechos humanos en la vertical institución milenaria, Norberto Rivera Carrera y su vocero Hugo Valdemar en automático responsabilizan a “los perredistas”.
De aliado y hasta “amigo” del tabasqueño de Macuspana cuando éste era jefe de Gobierno y candidato puntero a la Presidencia de la República, Rivera pasó a ser el primer jerarca del clero político en reconocer, antes que ninguna autoridad electoral, el triunfo de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa. “No se va acabar el mundo”, dijo el duranguense que ahora se exhibe como crítico y provocador del primero y fiel partidario del segundo.
Las convocatorias del arzobispo duranguense a emprender cruzadas contra las campañas gubernamentales de prevención del sida, en rechazo a las sociedades de convivencia y contra la despenalización del aborto; los señalamientos ministeriales -en Estados Unidos por supuesto- de protector del sacerdote pederasta Nicolás Aguilar Rivera, además de la notable capacidad para magnificar incidentes y presentarse en condición de víctima, como el pasado 7 de octubre en que equiparó gritos, escupitajos y golpes a su camioneta con el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, en 1994, amén de su aptitud para hacer política desde la catedral, lo han convertido en El cardenal de la pastoral del escándalo, como ya lo denominan en los estrechos círculos de este poder fáctico.
Con los inaceptables incidentes en la catedral y la intolerante respuesta de la Arquidiócesis de México para sacarle el máximo provecho, pasó a un segundo plano la convocatoria del otrora señor López a emprender la defensa nacional de los hidrocarburos, la eficaz respuesta del Partido de la Revolución Democrática capitalino para colmar el Zócalo y la asistencia de más de 100 mil personas -en “un hecho sin precedente” al decir de Luis Mandoki- a las salas de cine, el pasado fin de semana, para ver Fraude. México 2006.
Los resultados que está arrojando la intromisión en catedral para ser casuales son muy favorables para el abogado y economista que se dispone a festejar con bombo y platillo el primer año de un gobierno que se singulariza por apoyarse en la Secretaría de la Defensa Nacional, a la que acaba de obsequiar cinco nuevos ascensos a generales de división, para refrendar que México se mantiene como el cuarto Ejército del mundo con el mayor número de generales, más de 500, sólo después de China, Rusia y Estados Unidos.
Un año después de constituida, la Convención Nacional Democrática mostró que goza de cabal salud. Y que mantiene capacidad para generar iniciativas políticas y de movilización popular, para presentar ideas programáticas e influir en la definición de los temas de la agenda y el debate nacionales. Todo ello, 16 meses y medio después de que se iniciara el litigio poselectoral más prolongado y que más ha divido al país.
Lo anterior es indicativo de las nuevas responsabilidades de Andrés Manuel López Obrador y otros dirigentes de la resistencia civil pacífica que 10 minutos antes del mediodía del domingo18, al comenzar un repicar de 12 minutos de las campanas de la Catedral Metropolitana, justo cuando Rosario Ibarra de Piedra comenzaba su informe en materia de derechos humanos, bajaron peligrosamente la guardia, acaso influidos por la muchedumbre que literalmente calló a los que sudaban la gota gorda en el campanario con el grito que cimbró la plaza: “¡Pe-der-astas! ¡Pe-der-astas!”. Esto de acuerdo al cronista Jaime Avilés.
Tras la identificación sin precedente, vendría la injustificable intromisión de un grupo de presuntos o reales obradoristas dentro de la catedral, hecho que se repite por vigésimotercera ocasión desde el 13 de agosto 2006 y que con independencia del tipo de reclamos que expresan y de su pública adhesión a organismos como Católicas por el Derecho a Decidir y otros de defensa de los derechos humanos en la vertical institución milenaria, Norberto Rivera Carrera y su vocero Hugo Valdemar en automático responsabilizan a “los perredistas”.
De aliado y hasta “amigo” del tabasqueño de Macuspana cuando éste era jefe de Gobierno y candidato puntero a la Presidencia de la República, Rivera pasó a ser el primer jerarca del clero político en reconocer, antes que ninguna autoridad electoral, el triunfo de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa. “No se va acabar el mundo”, dijo el duranguense que ahora se exhibe como crítico y provocador del primero y fiel partidario del segundo.
Las convocatorias del arzobispo duranguense a emprender cruzadas contra las campañas gubernamentales de prevención del sida, en rechazo a las sociedades de convivencia y contra la despenalización del aborto; los señalamientos ministeriales -en Estados Unidos por supuesto- de protector del sacerdote pederasta Nicolás Aguilar Rivera, además de la notable capacidad para magnificar incidentes y presentarse en condición de víctima, como el pasado 7 de octubre en que equiparó gritos, escupitajos y golpes a su camioneta con el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, en 1994, amén de su aptitud para hacer política desde la catedral, lo han convertido en El cardenal de la pastoral del escándalo, como ya lo denominan en los estrechos círculos de este poder fáctico.
Con los inaceptables incidentes en la catedral y la intolerante respuesta de la Arquidiócesis de México para sacarle el máximo provecho, pasó a un segundo plano la convocatoria del otrora señor López a emprender la defensa nacional de los hidrocarburos, la eficaz respuesta del Partido de la Revolución Democrática capitalino para colmar el Zócalo y la asistencia de más de 100 mil personas -en “un hecho sin precedente” al decir de Luis Mandoki- a las salas de cine, el pasado fin de semana, para ver Fraude. México 2006.
Los resultados que está arrojando la intromisión en catedral para ser casuales son muy favorables para el abogado y economista que se dispone a festejar con bombo y platillo el primer año de un gobierno que se singulariza por apoyarse en la Secretaría de la Defensa Nacional, a la que acaba de obsequiar cinco nuevos ascensos a generales de división, para refrendar que México se mantiene como el cuarto Ejército del mundo con el mayor número de generales, más de 500, sólo después de China, Rusia y Estados Unidos.
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