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12 marzo 2007

Pos qué le hacemos

Regina Martínez, Proceso 1584

Con un índice de desarrollo menor que el de países africanos como Uganda, Tanzania y Costa de Marfil, la población veracruzana de Mixtla de Altamirano existe de milagro. Entre su gente –más de 8 mil indígenas nahuas– la desnutrición y la muerte son cosa de todos los días, al punto de ubicarlos en el segundo lugar del país en mortalidad infantil. Cuando bien les va, como jornaleros reciben 25 pesos diarios para alimentar a sus numerosas familias... “¿Pos qué le hacemos?... ¡Así vivimos!”, dice resignado el indígena Cenobio Tlaxcaltenco.

IXTLA DE ALTAMIRANO, VER.- Rufina Xalamihua Acahua parece una viejita, pero apenas tiene 46 años. Es madre de seis y esposa de un hombre alcohólico que se encuentra en rehabilitación.

Los ocho integrantes de esta familia indígena habitan en un reducido cuarto de tablas de madera que es todo: cocina, sala, comedor, recámara y, por las noches, además, gallinero y chiquero. “Para que no se los vayan a robar –explica–, metemos a todos los animales que tenemos: un gallo, una gallina, varios pollos y un cerdo”.

Aparte de una desvencijada mesa en la cual hay un metate y un frasco con sal, al otro lado de la vivienda se ve la única cama de la familia, hecha con tablas de madera, donde duermen cuatro personas. Los demás lo hacen en el piso de tierra, sobre un petate y cubiertos con viejos sarapes.

“No tengo nada”, señala Rufina, cuyo esposo, José Zopilxtli Romero, fue internado desde hace dos meses en un centro de Alcohólicos Anónimos de Zongolica para su rehabilitación. “Se lo llevaron para curarlo y no tenemos ninguna ayuda”.

Le dice a la reportera: “Sólo me queda un poquito de mazorca, pero este año no será igual porque no tengo dinero. Cuando estaba mi esposo, rentaba un pedazo de tierra, sembraba maíz y lo que se sacaba era para comer todo el año; pero como ahorita no está, no vamos a poder trabajar”.

Como la mayoría de las familias indígenas de Mixtla de Altamirano, sus seis hijos no saben leer ni escribir. “Ninguno de ellos quiso estudiar, y tampoco tenemos dinero para pagarles la escuela”.

Rufina cuenta con los 25 pesos que gana al día Juan, su hijo mayor, quien trabaja como jornalero como buena parte de los hombres del municipio que carecen de tierras. Por lo pronto, la mujer dispone también de los 320 pesos que cada dos meses le da el programa Oportunidades. Sin embargo, afirma, “no nos alcanza para comer”.

Su familia forma parte de los más de 8 mil indígenas nahuas de este alejado municipio que el Consejo Nacional de Población (Conapo) ubicó en 2005 como el décimo más marginado del país, aunque la Organización de las Naciones Unidas lo tenía en el 2000 como el cuarto con menor índice de desarrollo humano en México, por debajo de países como Uganda, Tanzania y Costa de Marfil.

En Mixtla de Altamirano hay un centro de salud que funciona de lunes a jueves, mas no cuenta con múltiples servicios ni tiene los medicamentos necesarios para atender a los habitantes, que con frecuencia deben ser trasladados a Zongolica, Río Blanco, Orizaba, el puerto de Veracruz y Xalapa.

Y los niños, que carecen también de un parque público, regularmente padecen enfermedades de las vías respiratorias y gastrointestinales ante la falta de servicios básicos, lo que favorece la transmisión de padecimientos infectocontagiosos en menores de cinco años y adultos mayores, principalmente.

“A veces llegan a morir en el camino, eso es cierto”, señala el síndico único del ayuntamiento, Rolando Acahua Tehuixtle, al referirse a la falta de equipamiento del centro de salud y de servicios.

Explica: “El municipio cuenta con una clínica de salud, atendida por una doctora sólo de lunes a jueves. De modo que si el viernes, sábado o domingo llega a haber un paciente, con el apoyo del ayuntamiento se le traslada al Seguro Social de Zongolica”.

Muerte y olvido

Aquí son comunes las muertes de mujeres por parto y de niños por desnutrición. De acuerdo con datos de la Comisión Nacional de Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), este es el segundo municipio del país que registra la tasa más alta de mortalidad infantil.

De cada mil niños nacidos vivos, mueren 57.9 antes de cumplir un año de edad –el doble del promedio nacional–, revela el informe conjunto sobre Desarrollo Humano de los Pueblos Indígenas de México 2006 del PNUD y la CDI.

Las oportunidades para una mejor vida no existen en Mixtla. De los 8 mil 500 habitantes de este municipio, 99.4% son indígenas y el analfabetismo alcanza el 71% en los mayores de 15 años.

Llegar a esta región significa subir parte de las abruptas montañas que forman la Sierra de Zongolica, viajar por una accidentada carretera que no está del todo pavimentada, con numerosas curvas y profundos precipicios donde se observan restos de autos y camiones que han caído al vacío.

La neblina que cubre la montaña donde se asienta el municipio, así como las ráfagas de viento frío, se meten a las viviendas por los techos de lámina de cartón agujerados y por las rendijas de las tablas de madera. En invierno, la temperatura llega a cero grados.

Los indígenas tienen que pagar 25 pesos por viajar de Mixtla de Altamirano a Zongolica –la cabecera distrital de la sierra–, es decir, un día de salario de los jornaleros.

“¿Pos qué le hacemos?... ¡Así vivimos!”, exclama don Cenobio Tlaxcaltenco Zopiyoctle, quien tiene su vivienda en la parte alta de la montaña, donde no hay energía eléctrica, agua potable, drenaje ni carretera.

Mixtla de Altamirano colinda con Tehuipango, el municipio que hasta el año 2000 se ubicó como el tercero más marginado del país y que actualmente está en el sitio número 14.

Pese a su marginación, el presupuesto aprobado por el Congreso local para este municipio en 2007 fue de 12 millones de pesos. “Es muy poco. Tenemos 39 comunidades a las que hacen falta muchos apoyos. No alcanza. Menos ahora que nos recortaron las partidas federales”, dice el síndico Rolando Acahua Tehuixtle, y asegura que “todos los departamentos tienen escuelas donde asisten los niños, y se les da educación bilingüe”.

–¿Es cierto que en este municipio los niños se mueren por desnutrición?

–Sí, aquí la gente humilde no tiene recursos, y por más que la doctora les diga que tienen que dar a sus hijos carne, leche y verduras, no pueden. Acá la gente campesina gana 25 o 30 pesos diarios para mantener a toda su familia.

Aun cuando el síndico indica que 90% de las familias son beneficiarias de Oportunidades, la entrega de despensas sigue siendo un reclamo de los pobladores. “No alcanzan”, comenta la presidenta del DIF municipal, Isabel Anastasio Hernández, y precisa: “sólo se reciben 560 despensas del DIF estatal, y eso cada tres meses. Por eso la gente no está conforme”.

Agrega que los pobladores que viven en las comunidades de la parte alta de la sierra “hacen sus casitas de zacate o de maguey; los vamos apoyando poco a poco con láminas de cartón que envían Protección Civil y el DIF estatal, pero ante tanta necesidad tampoco alcanzan”.

Don Cenobio Tlaxcaltenco, acompañado de su esposa, quien no habla español, describe las penurias que vive su comunidad, denominada Barrio I, para abastecerse de agua. “Cuando se seca el manantial Xala, tenemos que caminar seis horas hasta el arroyo Apotexca, cargando los cántaros a pie o en bestia”.

Para ello tienen que hacer faena o pagar 25 o 30 pesos a la agencia municipal donde se ubica el arroyo en los meses que dura la sequía.

“Sólo es para beber, porque nos bañamos y lavamos la ropa en el río; está más cerca, como a tres cuartos de hora de nuestro barrio.”

Como los demás campesinos, Cenobio trabaja en el campo “con el azadón y el machete”. No tiene tierras, las renta para sembrar maíz, y gana 25 pesos diarios para sostener a sus cinco hijos. “Todos van a la escuela, hablan náhuatl y español; mi esposa no, y yo sólo un poquito”.

–¿Qué hace con 25 pesos diarios?

–Pos qué va, compramos poquito, y si hablamos de carne, a veces sólo comemos tortillas con sal. A veces tenemos que salir lejos, donde pagan 50 pesos, pero sale más caro, por el pasaje…

Aunque este indígena no compra maíz, porque lo siembra en las tierras que renta, le cobran 25% de la cosecha que obtenga.



Trabajar para el prestamista

La situación no es diferente para los campesinos que sí disponen de tierras, como Victorino Tehuixtle Atlahua, quien sólo siembra en su parcela maíz y frijol para autoconsumo, ya que son los únicos productos que se cultivan en esta región. “Sólo me alcanza para alimentar a mi familia, no da como negocio”.

Para hacer producir una hectárea, explica, se requiere invertir alrededor de 10 mil pesos. “Es un monto muy grande, porque el terreno se ubica en la empinada de un monte arbolado que requiere limpiarse y desmontarse, pero esas cantidades no las conseguimos en Mixtla de Altamirano. Por eso sembramos muy poquito”.

Antes de conseguir un empleo como policía en este municipio, por el que percibe 2 mil 500 pesos mensuales, Tehuixtle Atlahua emigró a Estados Unidos a trabajar también en campos de Colorado y Arizona. “Cortaba –recuerda– lechuga y melón, pero no me gustó porque sólo es por temporadas”.

Como cortador de hortalizas en los campos agrícolas de Estados Unidos llegó a ganar 6.75 dólares la hora. Refiere que, en ocasiones, trabajó hasta nueve horas diarias. “Entonces me ganaba poco más de 60 dólares, pero aún así no me alcanzaba, porque allá todo es más caro”.

Precisa que “nomás me fui cuatro meses, lo que sirvió para pagar lo que me prestaron para irme al otro lado. Aquí hay personas que nos prestan para irnos, pero luego nos cobran intereses muy caros. Por eso nada más va uno a trabajar para ellos, y a nosotros no nos queda nada”.

En efecto, muchos de los indígenas de este lugar que se han ido al país vecino han tenido que recurrir a uno de los prestamistas de este municipio, Santiago Temixtle, quien por un préstamo de 10 mil pesos cobra entre 30 y 40% de interés. “Es mucho dinero el que se le tiene que pagar”, lamenta Tehuixle.

Los jóvenes de Mixtla de Altamirano están conscientes de la situación que padecen, “pues según estadísticas ocupamos el primer lugar en pobreza y hasta ahorita no se ha hecho nada para atender esta problemática”, opina por su parte Nicolás Xalamihua Hernández, estudiante del Instituto Tecnológico de Zongolica.

Estos indígenas nahuas que diariamente luchan contra la miseria no han existido para los gobernantes en turno, aunque Vicente Fox visitó Ayahualulco el 25 de julio de 2005 y, a partir de entonces, se inició la construcción del tramo carretero Texhuacán-Mixtla de Altamirano. Pero esos trabajos están hoy paralizados por problemas con la empresa constructora.

A principios de la década de los noventa, también Carlos Salinas estuvo en la región, “pero a Zongolica, a Mixtla, nunca llegó”, recuerdan los habitantes de este municipio olvidado…

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