Tras del acostumbrado sainete congresista del PRD , un “partido” inmerso en la perenne amenaza de vivir su diáspora tribal definitiva y, al parecer, imposibilitado por razones históricas y estructurales a encabezar la multicitada “revolución democrática” que refieren sus siglas, pero que en esencia la insustancial franquicia en que ha devenido desconoce para su tramitación empírica, hasta para la organización misma de sus propias elecciones internas , el cuarteado partido-frente opositor de pastiche y desideologizadas tribus estridentes , aunque consensualmente identificadas en el pragmatismo que todas practican por igual, muy dudosamente podrían referenciar a una izquierda verdadera como la que tanta falta hace en el país para detener el caos desintegrador del inefable canon neoliberal ultraderechista y que, por su parte, parece avanzar rampante de cara a sus propias miserias y similares indigencias ideológicas .
Es indudable, por eso, que un análisis serio que desde la izquierda suponga encontrar a la izquierda en el PRD, que ahora mismo se apura a decidir la conducta que tendrá ante el segundo asalto de Calderón a San Lázaro , no puede sino demostrarse extraviado y de juicio ayuno de reales perspectivas alternas y críticas, precisamente para la izquierda misma. También él, ni modo, por aquello de buscar y referenciar a la izquierda, precisamente donde ella no se encuentra. Como vemos, entonces, el déficit de una izquierda gravitante en los graves hechos de la actual política instituida, está no sólo en la ausencia real de un partido de izquierda , sino en el mismo y presunto enfoque de crítica desde una supuesta “izquierda pensante” ante la “izquierda orgánico-partidaria” . Ni lo uno, ni lo otro.
Pero si se critica fallidamente al PRD, como presunto organismo “de izquierda” , auto concibiéndose uno mismo como el razonamiento “crítico” de ése mismo posicionamiento, se debiera enfatizar no sólo que el PRD está incapacitado para representar a la izquierda genuina, sino también se está obligado a acentuar en el análisis qué demonios tendría que ser la izquierda en un país y una época que ha terminado por clausurar, para una izquierda verdadera y que no se resista a serlo, objetivamente, todos los espacios de la representación política institucionalizada.
Esta parece ser la falencia profunda, por ausencia, que singulariza el texto que Ilán Semo entregara en su artículo “La izquierda contra sí misma”, del domingo anterior, en La Jornada . Si bien al autor del texto le asiste la razón cuando afirma que la lucha de facciones al seno del PRD, es una lucha entre “corrientes muy corrientes” , no parece que, ni entre los moderados y negociadores (que de alguna manera tienden a reconocer los resultados electorales de 2006, y con ello a Calderón como “presidente” ), ni entre los “radicales” (mal llamados por Semo desorbitadamente como “maximalistas” ), la izquierda aparezca por algún lado. Esto es obvio.
En síntesis, más difícil resulta encontrar a un izquierdista en el PRD, que una aguja en un pajar. A menos que uno se haga la paja creyendo que se discute con la izquierda desde la izquierda, claro. Pero no es éste el caso. La artificial distinción entre “ultras” y “moderados” (tantas veces utilizado como recurso maniqueo) de que se vale Semo, de nada sirve para comprender que el PRD no es ya un partido de izquierda, si es que alguna vez lo fue, de manera que omite la contradicción real entre quienes con similar ideario minimalista e idéntico pragmatismo, aunque diferentes intereses, se disputan no el partido , sino la franquicia , los puestos y cargos, además de los dineros, ante el amplio movimiento que, haciendo filas en la CND hoy en acelerado proceso de credencialización del llamado ”gobierno legítimo” , actúan por fuera de las estructuras partidarias y observan con azoro lo que ocurre dentro del partido del que forma parte su caudillo: AMLO .
No en balde, se insiste tanto en una eventual y nada improbable escisión hacia un nuevo “Partido de la Esperanza ” (PES) de las huestes obradoristas –de dentro y fuera del PRD- y que terminaría haciendo, del PRD, un usado cascarón vacío tras del naufragio de 2009 en las elecciones intermedias de sexenio.
Pretender deducir la geometría política entre izquierda y derecha al seno del PRD, de la conducta que adopten sus integrantes ante el nuevo sainete que estará marcado por el segundo asalto de San Lázaro por Calderón , parece excesivo, amén de un franco extravío político y doctrinal que omite la negociación previa que ya ocurrió. No hay ciencia alguna detrás de la discusión referida a cómo se tendría que actuar en el maltrecho Congreso de la Unión .
La única postura clara y consecuente, genuinamente republicana ante la presencia de quien no habiendo ganado las elecciones presidenciales del 2006 usurpó la titularidad del poder ejecutivo, es desconociéndolo y repudiando su presencia en el Congreso de la Unión. Del modo que sea, pero haciéndolo. Y para ello, no es necesario ni obligatorio ser de izquierda en el sentido coherente del concepto. Ser de izquierda, en los hechos, exige de más, de algo mucho más importante y consistente que la simple repulsa a quien usurpó la presidencia. Y tal exigencia, no parece aparecer ni entre el “chuchismo” convalidador de la anomalía antirepublicana calderonista , ni entre el fundamentalismo obradorista que supone la existencia de un “gobierno legítimo” ante el indubitablemente ilegítimo . En rigor, ambos son ilegítimos: uno por exceso (el fraudulento) y otro por defecto (autodenominándose lo que no es). El terreno de la izquierda, por eso, está en otro lado y afincándose en otras prácticas cualitativamente distintas, desde fuera a la clase política profesional y por carriles extraparlamentarios. Una verdadera izquierda hoy, no puede sino ser contrainstitucional , pues como lo postulara Luisa Michel , en la Comuna de París: “es preciso que la verdad ascienda desde los tugurios, pues desde lo alto no se precipita sino mentira”.
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