• El Evangelio y sus coincidencias
• Las fantasías de Arce Islas...
La amistad política existe, mi estimado, cuando los hombres coinciden en sus intereses y en las cosas humanas y divinas. Otra tempestad azota al gobierno estadunidense a escasos catorce meses de terminar su gestión y donde George W. Bush camina tambaleante sobre el peligroso filo político de la navaja.
La renuncia hace algunas semanas de su súper asesor y amigo cercano, Karl Rove, orquestador de demasiadas delicadas travesuras desde la Casa Blanca y ayer la de su abogado consentido, perdón, del procurador Alberto Gonzales, develan el tamaño de la grieta que se exhibe en la casa presidencial en estos últimos meses de controvertida gestión presidencial.
Gonzales, my friend, después de meses de exhaustiva concentración (atiborrada de procacidades) finalmente logró poner en sintonía y de acuerdo tanto a demócratas como republicanos... pero en su contra. En medio de una serie de escándalos donde el ingrediente principal consistió en la impune politización de la justicia —Evangelio del poder y la oligarquía en la realidad mexicana— Al, como le dice su amigo George, decidió que, ante el simpático calorcito emanado del Capitolio para que continúen las divertidas investigaciones alrededor del cúmulo de irregularidades, arbitrariedades y picardías en el departamento de Justicia que indudablemente cruzan entretenidos cables con los intereses de la Casa Blanca, decidió (with careful advice) pintar su raya y abandonar el barco de Bush, que hace agua rumbo a 2008, apostando que con el tiempo y al calor del accidentado camino rumbo a las elecciones presidenciales, disminuirá el interés de sus andanzas.
El timing de la renuncia, en pleno verano y cuando los legisladores siguen de vacaciones, devela la estrategia aplicada para un mayor control de daños aunque ayer Washington era un caldero de maravillosas especulaciones sobre su reemplazo (se hablaba insistentemente de Michael Chertoff a pesar de su actuación en la tragedia originada por Katrina, cuyo aniversario está a la vuelta de la esquina) que pasará, forzosamente, a la báscula legislativa —de mayoría demócrata– en tiempos preelectorales donde afloran los amenos arreglones.
La salida de good old Al, quien nunca estuvo a la altura del cargo (cualquier semejanza a la realidad mexicana es pura coincidencia) amén de deberle su meteórica carrera a su amigo George, pone los puntos sobre las íes del simulado Estado de derecho con la que se llena la boca el ranchero texano en sus discursos.
Gonzales, con su pequeñez servicial (y neuronal), se encargó de ser comparsa y cómplice de Bush & shitheads de los escándalos que tiñeron a la Casa Blanca oscilando entre su propuesta jurídica que desencadenó la tortura de prisioneros de guerra (el botón de Abu Ghraib basta y sobra), su rol en el affaire de Valerie Plame balconeada como agente de la CIA, su complicidad para que el gobierno espiara impunemente a la ciudadanía so pretexto de la guerra contra el terrorismo, sus esquizofrénicos, contradictorios y risibles testimonios, bajo juramento y ante el Congreso, sobre las razones (políticas) del despido de varios fiscales, sus entretenidas diferencias con el director del FBI, fueron sólo puntitas de un seductor iceberg de ilegalidades consentidas, avaladas, impulsadas y permitidas por el gobierno de George W. Bush, quien siempre salió a defender... lo indefendible.
Por si fuera poco la aceptación de Bush va en caída libre y recuerde, my friend, que para México cualquier ajuste desde aquella máquina tiene, por consecuencia, impredecibles movimientos... Por la Mirilla
René Arce Islas, cual lacrita amarilla ignorante y acelerada, se equivoca al endosarle a nuestras fuerzas armadas la versión de que los servicios de inteligencia militar filtraron a Reporte Índigo los datos aparecidos en el último reportaje titulado “Senador por el EPR”.
La curiosita travesura lleva jiribilla... federal... civil—y un curioso tinte doméstico– para dar un golpe mediático a varias bandas al titular de la Defensa Nacional. En fin, mi estimado, el boomerang ya viene de regreso...
• Las fantasías de Arce Islas...
La amistad política existe, mi estimado, cuando los hombres coinciden en sus intereses y en las cosas humanas y divinas. Otra tempestad azota al gobierno estadunidense a escasos catorce meses de terminar su gestión y donde George W. Bush camina tambaleante sobre el peligroso filo político de la navaja.
La renuncia hace algunas semanas de su súper asesor y amigo cercano, Karl Rove, orquestador de demasiadas delicadas travesuras desde la Casa Blanca y ayer la de su abogado consentido, perdón, del procurador Alberto Gonzales, develan el tamaño de la grieta que se exhibe en la casa presidencial en estos últimos meses de controvertida gestión presidencial.
Gonzales, my friend, después de meses de exhaustiva concentración (atiborrada de procacidades) finalmente logró poner en sintonía y de acuerdo tanto a demócratas como republicanos... pero en su contra. En medio de una serie de escándalos donde el ingrediente principal consistió en la impune politización de la justicia —Evangelio del poder y la oligarquía en la realidad mexicana— Al, como le dice su amigo George, decidió que, ante el simpático calorcito emanado del Capitolio para que continúen las divertidas investigaciones alrededor del cúmulo de irregularidades, arbitrariedades y picardías en el departamento de Justicia que indudablemente cruzan entretenidos cables con los intereses de la Casa Blanca, decidió (with careful advice) pintar su raya y abandonar el barco de Bush, que hace agua rumbo a 2008, apostando que con el tiempo y al calor del accidentado camino rumbo a las elecciones presidenciales, disminuirá el interés de sus andanzas.
El timing de la renuncia, en pleno verano y cuando los legisladores siguen de vacaciones, devela la estrategia aplicada para un mayor control de daños aunque ayer Washington era un caldero de maravillosas especulaciones sobre su reemplazo (se hablaba insistentemente de Michael Chertoff a pesar de su actuación en la tragedia originada por Katrina, cuyo aniversario está a la vuelta de la esquina) que pasará, forzosamente, a la báscula legislativa —de mayoría demócrata– en tiempos preelectorales donde afloran los amenos arreglones.
La salida de good old Al, quien nunca estuvo a la altura del cargo (cualquier semejanza a la realidad mexicana es pura coincidencia) amén de deberle su meteórica carrera a su amigo George, pone los puntos sobre las íes del simulado Estado de derecho con la que se llena la boca el ranchero texano en sus discursos.
Gonzales, con su pequeñez servicial (y neuronal), se encargó de ser comparsa y cómplice de Bush & shitheads de los escándalos que tiñeron a la Casa Blanca oscilando entre su propuesta jurídica que desencadenó la tortura de prisioneros de guerra (el botón de Abu Ghraib basta y sobra), su rol en el affaire de Valerie Plame balconeada como agente de la CIA, su complicidad para que el gobierno espiara impunemente a la ciudadanía so pretexto de la guerra contra el terrorismo, sus esquizofrénicos, contradictorios y risibles testimonios, bajo juramento y ante el Congreso, sobre las razones (políticas) del despido de varios fiscales, sus entretenidas diferencias con el director del FBI, fueron sólo puntitas de un seductor iceberg de ilegalidades consentidas, avaladas, impulsadas y permitidas por el gobierno de George W. Bush, quien siempre salió a defender... lo indefendible.
Por si fuera poco la aceptación de Bush va en caída libre y recuerde, my friend, que para México cualquier ajuste desde aquella máquina tiene, por consecuencia, impredecibles movimientos... Por la Mirilla
René Arce Islas, cual lacrita amarilla ignorante y acelerada, se equivoca al endosarle a nuestras fuerzas armadas la versión de que los servicios de inteligencia militar filtraron a Reporte Índigo los datos aparecidos en el último reportaje titulado “Senador por el EPR”.
La curiosita travesura lleva jiribilla... federal... civil—y un curioso tinte doméstico– para dar un golpe mediático a varias bandas al titular de la Defensa Nacional. En fin, mi estimado, el boomerang ya viene de regreso...
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