Por: Julio Pomar
En medio de la disputa entre partidos representados en el Congreso de la Unión -si se cambia el formato del acto, si hay o no hay informe, si Felipe Calderón Hinojosa se presenta y emite un mensaje o sólo lo entrega por escrito como plantea la Constitución, si los panistas capturan la tribuna como lo hicieron el 1º de diciembre pasado, si los perredistas se abstienen de cualquier acto de fuerza, etc.- casi nadie dirige la visión hacia el contenido que podría contener el informe calderoniano.
Pues, en efecto, ¿de qué va a informar a sólo 9 meses de haberse encargado de la administración pública y no haber hecho realidad, ni como acercamiento, ninguna de sus promesas de campaña? En materia de creación de empleos, se viven actualmente los peores momentos del desempleo, como hasta el no muy seguro INEGI lo dio a conocer el viernes 24, cuando situó que hay un desempleo definido de 3.95% en julio de 2007 y cuando señaló que un millón 698 mil personas está sin ocupación ni en la economía formal ni en la informal. Habida cuenta que las cifras de desempleo que el INEGI (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática) son siempre engañosas, pues considera como gente con empleo a aquellos que al año lo tienen por lapsos muy cortos, de semanas o meses (que sólo debían ser considerados como desempleados permanentes con breves paréntesis de empleo) y los agrega a los formalmente empleados de modo permanente. El “presidente del empleo”, como se auto auguró a sí mismo Calderón en campaña, se queda sólo como “presidente del supuesto empleo”. Y con ello se resta a sí mismo algo de qué informar a la nación.
En materia de seguridad, la nación entera es testigo de que muy poco se ha logrado. La aparatosa publicidad oficial sobre la persecución de los narco delincuentes y la reducción de la violencia por ellos desatada en sus luchas por el control del narco mercado, no hace crear confianza que en este aspecto se esté generando nuevas situaciones, mejores que antes, o menos lesivas al menos. La violencia entre miembros del crimen organizado no ha cesado y si en algo lo ha hecho, ha sido porque entre ellos ha llegado a haber una suerte de pacto de no-agresión, una vez que entre ellos están delimitando las respectivas zonas de influencia, rutas de su tráfico de estupefacientes y “derechos de piso” entre bandas, en todo lo cual la administración pública no tiene prácticamente nada que ver. O sea, los delincuentes están operando como si no existiera gobierno alguno.
En materia de relaciones entre el capital y el trabajo, el saldo es muy negativo. Lo dicen los acontecimientos, en primer lugar, del conflicto minero, en el que unos poderosos empresarios -poderosos por su gran capital y por su apoyo a Calderón en la campaña, a quien le están hoy cobrando las consiguientes facturas- tienen varada la relación laboral con sus trabajadores y sólo atinan, mediante un acceso irrestricto, solapado por la autoridad, a los medios televisivos, para difamar y enlodar falsamente al Sindicato y a sus dirigentes, en vez de sentarse a negociar acuerdos positivos para ese importante sector de la actividad industrial. Y en segundo término, como emblema, la decisión de una empresa aérea de truncarle el contrato colectivo a los capitanes aviadores y al personal de la empresa. Cuál “presidente del empleo” puede ser uno que con sus complicidades con la parte patronal está solapando la cancelación de las relaciones de trabajo y la destrucción, absolutamente ilegal, de la contratación colectiva. Y que, por ende, está en los hechos contribuyendo a la extinción de empleos. O cuando con la nueva Ley del ISSSTE pone en predicamento beneficios que los trabajadores del estado han conquistado a través de los años, so pretexto de la inminente quiebra del Instituto. Y algo similar en el Seguro Social.
En materia de relaciones internacionales sólo ha dado un paso importante en el propósito de normalizar las relaciones profundamente heridas por su antecesor, Fox, con Cuba y con Venezuela, pero sin que hasta este momento, a sólo una semana del informe, se haya terminado de concretar ese paso. Mientras, por la otra parte, se esconden los diálogos o negociaciones entabladas con el coloso del norte y Canadá, en el marco del TLCAN, sobre la cooperación anti narcóticos, o la adhesión de México a la ASPAN (algo así como Alianza por la Seguridad y Prosperidad de América del Norte) y a sus determinaciones propaladas desde hace meses como instrumento de dominio imperial. Tampoco hay claridad alguna en lo que se refiere a la política energética nacional, especialmente en lo tocante a la intención norteamericana de adueñarse del sector petrolero mexicano, por sí o por interpósitas personas del sector privado nacional.
Lo mismo ocurre con las cuestiones fiscales, cuyo proyecto de Hacienda está siendo violentamente cuestionado tanto por empresarios como por fuerzas de izquierda, con sus argumentos propios cada parte. Y donde la nueva figura -CETU- no llega ni a rozar la desequilibrada, asimétrica relación entre quienes más ingresan dinero y menos pagan impuestos, las grandes empresas, y quienes soportan la carga impositiva, que son quienes menos ingresos perciben, las mayorías de contribuyentes cautivos.
Para qué seguir. No parece haber algo importante o novedoso que pueda informar Calderón en este primero de septiembre. Si acaso, el haber tomado providencias, al parecer ordenadas, para la protección civil en casos de desastre, como ocurrió en el caso del ciclón Dean, que si no se llevó por delante muchas vidas, aunque sí sucedió, dejó arrasadas vastísimas superficies de labor y viviendas en el campo en aquellos sitios por los cuales se paseó el meteoro en estos últimos días.
Lo que prefiere Calderón, según lo ha dicho, es debatir con los partidos con motivo de su informe. Pero en este planteamiento se esconde la mano tramposa de quien quiere una legitimidad que no conquistó en el proceso electoral, ya que una tercera parte de los electores la siguen objetando como una elección trucada, en la que se recurrió al fraude diversas maneras. A Calderón parece bastarle que los opositores le digan “presidente” o hasta “presidente constitucional” para entonces mostrar cómo hasta sus acérrimos críticos han doblado ya las manos y aceptado que él es lo que dice ser. Como si se tratara de “tomarse la foto” con él.
En medio de la disputa entre partidos representados en el Congreso de la Unión -si se cambia el formato del acto, si hay o no hay informe, si Felipe Calderón Hinojosa se presenta y emite un mensaje o sólo lo entrega por escrito como plantea la Constitución, si los panistas capturan la tribuna como lo hicieron el 1º de diciembre pasado, si los perredistas se abstienen de cualquier acto de fuerza, etc.- casi nadie dirige la visión hacia el contenido que podría contener el informe calderoniano.
Pues, en efecto, ¿de qué va a informar a sólo 9 meses de haberse encargado de la administración pública y no haber hecho realidad, ni como acercamiento, ninguna de sus promesas de campaña? En materia de creación de empleos, se viven actualmente los peores momentos del desempleo, como hasta el no muy seguro INEGI lo dio a conocer el viernes 24, cuando situó que hay un desempleo definido de 3.95% en julio de 2007 y cuando señaló que un millón 698 mil personas está sin ocupación ni en la economía formal ni en la informal. Habida cuenta que las cifras de desempleo que el INEGI (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática) son siempre engañosas, pues considera como gente con empleo a aquellos que al año lo tienen por lapsos muy cortos, de semanas o meses (que sólo debían ser considerados como desempleados permanentes con breves paréntesis de empleo) y los agrega a los formalmente empleados de modo permanente. El “presidente del empleo”, como se auto auguró a sí mismo Calderón en campaña, se queda sólo como “presidente del supuesto empleo”. Y con ello se resta a sí mismo algo de qué informar a la nación.
En materia de seguridad, la nación entera es testigo de que muy poco se ha logrado. La aparatosa publicidad oficial sobre la persecución de los narco delincuentes y la reducción de la violencia por ellos desatada en sus luchas por el control del narco mercado, no hace crear confianza que en este aspecto se esté generando nuevas situaciones, mejores que antes, o menos lesivas al menos. La violencia entre miembros del crimen organizado no ha cesado y si en algo lo ha hecho, ha sido porque entre ellos ha llegado a haber una suerte de pacto de no-agresión, una vez que entre ellos están delimitando las respectivas zonas de influencia, rutas de su tráfico de estupefacientes y “derechos de piso” entre bandas, en todo lo cual la administración pública no tiene prácticamente nada que ver. O sea, los delincuentes están operando como si no existiera gobierno alguno.
En materia de relaciones entre el capital y el trabajo, el saldo es muy negativo. Lo dicen los acontecimientos, en primer lugar, del conflicto minero, en el que unos poderosos empresarios -poderosos por su gran capital y por su apoyo a Calderón en la campaña, a quien le están hoy cobrando las consiguientes facturas- tienen varada la relación laboral con sus trabajadores y sólo atinan, mediante un acceso irrestricto, solapado por la autoridad, a los medios televisivos, para difamar y enlodar falsamente al Sindicato y a sus dirigentes, en vez de sentarse a negociar acuerdos positivos para ese importante sector de la actividad industrial. Y en segundo término, como emblema, la decisión de una empresa aérea de truncarle el contrato colectivo a los capitanes aviadores y al personal de la empresa. Cuál “presidente del empleo” puede ser uno que con sus complicidades con la parte patronal está solapando la cancelación de las relaciones de trabajo y la destrucción, absolutamente ilegal, de la contratación colectiva. Y que, por ende, está en los hechos contribuyendo a la extinción de empleos. O cuando con la nueva Ley del ISSSTE pone en predicamento beneficios que los trabajadores del estado han conquistado a través de los años, so pretexto de la inminente quiebra del Instituto. Y algo similar en el Seguro Social.
En materia de relaciones internacionales sólo ha dado un paso importante en el propósito de normalizar las relaciones profundamente heridas por su antecesor, Fox, con Cuba y con Venezuela, pero sin que hasta este momento, a sólo una semana del informe, se haya terminado de concretar ese paso. Mientras, por la otra parte, se esconden los diálogos o negociaciones entabladas con el coloso del norte y Canadá, en el marco del TLCAN, sobre la cooperación anti narcóticos, o la adhesión de México a la ASPAN (algo así como Alianza por la Seguridad y Prosperidad de América del Norte) y a sus determinaciones propaladas desde hace meses como instrumento de dominio imperial. Tampoco hay claridad alguna en lo que se refiere a la política energética nacional, especialmente en lo tocante a la intención norteamericana de adueñarse del sector petrolero mexicano, por sí o por interpósitas personas del sector privado nacional.
Lo mismo ocurre con las cuestiones fiscales, cuyo proyecto de Hacienda está siendo violentamente cuestionado tanto por empresarios como por fuerzas de izquierda, con sus argumentos propios cada parte. Y donde la nueva figura -CETU- no llega ni a rozar la desequilibrada, asimétrica relación entre quienes más ingresan dinero y menos pagan impuestos, las grandes empresas, y quienes soportan la carga impositiva, que son quienes menos ingresos perciben, las mayorías de contribuyentes cautivos.
Para qué seguir. No parece haber algo importante o novedoso que pueda informar Calderón en este primero de septiembre. Si acaso, el haber tomado providencias, al parecer ordenadas, para la protección civil en casos de desastre, como ocurrió en el caso del ciclón Dean, que si no se llevó por delante muchas vidas, aunque sí sucedió, dejó arrasadas vastísimas superficies de labor y viviendas en el campo en aquellos sitios por los cuales se paseó el meteoro en estos últimos días.
Lo que prefiere Calderón, según lo ha dicho, es debatir con los partidos con motivo de su informe. Pero en este planteamiento se esconde la mano tramposa de quien quiere una legitimidad que no conquistó en el proceso electoral, ya que una tercera parte de los electores la siguen objetando como una elección trucada, en la que se recurrió al fraude diversas maneras. A Calderón parece bastarle que los opositores le digan “presidente” o hasta “presidente constitucional” para entonces mostrar cómo hasta sus acérrimos críticos han doblado ya las manos y aceptado que él es lo que dice ser. Como si se tratara de “tomarse la foto” con él.
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