Mito # 1: Actualmente hay 12 millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos.
No hay datos exactos. Nadie sabe a ciencia cierta cuántas personas indocumentadas hay en Estados Unidos. Los estimados para el año 2007 hablan de 12 millones de indocumentados. No todas aparecen trabajando. El número de personas indocumentadas en la fuerza laboral estadounidense se calcula en cerca de 7.2 millones. Esto es sólo un número estimado, pues una gran parte de los trabajadores indocumentados utiliza documentos falsos o sus patronos, simplemente, se hacen de la vista larga y no los reportan. Lo más probable es que el número de trabajadores indocumentados sea muy superior a las cifras oficiales.
Mito # 2: Se trata principalmente de hombres adultos que vienen a laborar en Estados Unidos.
Falso. Este es un mito muy peligroso. Casi la mitad (49%) de las personas indocumentadas son varones adultos. Para 2005 se calculaba que 35% eran mujeres adultas. El resto -16%- son niños y niñas. Las personas indocumentadas –igual que los demás seres humanos- están organizadas en unidades familiares. Hay 6.6 millones de familias en las que al menos el padre o la madre son indocumentados. El total de personas viviendo en estas unidades familiares asciende a 14.6 millones. Actualmente hay 3.1 millones de niños y niñas que son ciudadanos estadounidenses, pero que sus padres –por carecer de documentos- pueden ser deportados en cualquier momento.
Mito # 3: La mayor parte de los trabajadores y trabajadoras indocumentadas se emplean en la agricultura de Estados Unidos.
Falso. Los cálculos sobre el empleo de trabajadores inmigrantes en la agricultura varían. Un estudio de 2002, estimaba la población indocumentada total en 7.8 millones. De ellos, 6.5 millones estaban empleadas del siguiente modo: 5.3 millones en áreas urbanas y 1.2 millones en la agricultura. Es decir, ya para el año 2002 la fuerza de trabajo indocumentada en Estados Unidos era ante todo urbana, concentrándose en la construcción, la manufactura liviana, las ventas y los servicios. Entre 2002 y 2005, se estima que la población indocumentada total aumentó de 7 a 12 millones, y la fuerza de trabajo indocumentada de 6.5 a 7.2 millones. Esto se dio acompañando de un desplazamiento mayor del empleo agrícola al trabajo urbano. Los últimos datos indican que 31% de los trabajadores indocumentados se desempeñan en labores de servicios, 19% en la construcción y 15 % en la manufactura, instalación y reparaciones. Visto desde otra perspectiva, éstos constituyen el 24% de todos los trabajadores agrícolas en Estados Unidos, el 17% de los empleados en limpieza, el 14% en la construcción y el 12% de las personas empleadas en la preparación de comidas. Un dato particularmente importante es que los trabajadores y trabajadoras indocumentadas están exageradamente representados en lo que el gobierno de Estados Unidos clasifica como “ocupaciones específicas” de alto riesgo para la vida y la salud. Por ejemplo, son el 36% de todas las personas empleados en instalar materiales aislantes hechos de fibra de vidrio, el 29% de los instaladores de techos y paredes y el 27% de los carniceros y procesadores de carnes. Dentro de las ocupaciones ligadas a la construcción y la manufactura, estas subcategorías ocupacionales presentan mucho peligro. La agricultura estadounidense, por su parte, se encuentra altamente mecanizada. Sólo en sectores donde la cosecha y los cultivos se resisten a las máquinas –como las fresas, lechugas, tabaco, pimientos- hay una gran demanda de fuerza de trabajo indocumentada.
Mito # 4: La mayor parte de los inmigrantes indocumentados llegaron al país hace mucho tiempo.
Falso. Un estudio de 2006 estimaba que el 66% de los inmigrantes indocumentados había llegado al país después del año 2000. La mayor parte de todos, el 40%, llegó entre el año 2000 y el 2005. Sólo el 16% llegó entre 1980 y 1990, y el 18% entre 1990 y 1994.
De hecho, entre 1990 y 1995 la llegada de inmigrantes de todo tipo -legal e ilegal- se mantuvo bastante estable, en un promedio de 1.1 millones por año. Entre 1995 y el año 2000 aumentó significativamente hasta alcanzar un promedio anual de 1.5 millones en el 2000. Luego se desaceleró por tres años y repuntó a 1.2 millones en el año 2004. El número total de inmigrantes en el país asciende hoy a 35 millones; 12 millones de los cuales son indocumentados. Estos últimos continuaron llegando en grandes números entre el 2000 y el 2005.
Mito # 5: Todos vienen de México.
Falso. Se calcula que 56% de los inmigrantes indocumentados vienen de México; 22% del resto de América Latina (particularmente América Central), 13% del continente asiático y el resto de Europa, Canadá, África y otros lugares de menor importancia numérica.
Mito # 6: Los trabajadores y trabajadoras indocumentadas vienen huyendo del desempleo en sus países.
No del todo cierto. Son motivos importantes también la búsqueda de mejores salarios y la percepción -imaginaria o real- de mejores oportunidades; aparte, claro está, de los lazos con familiares en Estados Unidos. La inmensa mayoría de los trabajadores y trabajadoras indocumentadas usan las destrezas adquiridas en sus países para obtener trabajo inicialmente en Estados Unidos. Un recogedor de lechugas en California gana hasta $9 dólares la hora. En lugares de México, como Guanajuato y Baja California el mismo trabajador se gana -trabajando para las mismas corporaciones estadounidenses- un promedio de $11 diarios. Pero al llegar a Estados Unidos lo que lo motiva es su interés de salirse de la agricultura. Se calcula que más de 10% de los trabajadores agrícolas abandonan anualmente el campo por la ciudad. La inmigración es un doble movimiento del campo a la ciudad; es decir, del campo de México al de Estados Unidos; y del campo de este último país a la gran ciudad.
Mito # 7: Los trabajadores indocumentados están atados a los sectores menos importantes de la economía estadounidense.
Falso. Los trabajadores indocumentados suplieron la mayor parte de la demanda de nueva fuerza de trabajo ligada al boom en la construcción de viviendas entre 2000 y 2006; sin ellos no se hubiera dado esta importante expansión de la economía estadounidense. Estados Unidos sufre de un problema demográfico básico: una baja tasa de crecimiento poblacional que se traduce en una bajísima tasa de crecimiento de la fuerza de trabajo. Esto, ligado al envejecimiento crónico de la fuerza laboral activa, confiere a la inmigración un papel clave para suplir la demanda de asalariados. Ahora bien. Estados Unidos es un país capitalista viejo. La inmensa mayoría de los empleos existentes -y nuevos- son en el sector de los servicios. Parte de la fuerza de trabajo en ese sector es altamente calificada. La demanda de trabajadores altamente cualificados se suple de dos maneras: la población anglosajona interior y el robo de cerebros a otros países. Una persona altamente educada no tiene problemas mayores para entrar en Estados Unidos, ya sea con una visa permanente o con una visa de trabajo temporera. De hecho, existen reglas inmigratorias especiales para las trasnacionales estadounidenses, que les permiten la libre transferencia de trabajadores altamente cualificados de cualquier parte del mundo. Se conocen como visas tipo L, de transferencia corporativa de mano de obra calificada.
El problema es que el sector de servicios crea también una gran demanda de trabajadoras y trabajadores no-cualificados (preparación de comidas, ventas al detal, transporte, limpieza, construcción, etc.). Esto es lo que explica la considerable demanda de fuerza de trabajo inmigrante indocumentada en las grandes ciudades y áreas urbanas de Estados Unidos; fenómeno que se ha recrudecido desde el año 2000. La construcción de nuevas viviendas, en particular, es el gran empleador de nuevos trabajadores indocumentados. Las estadísticas hablan por sí solas. Se calcula que entre el año 2000 y 2005, la industria de la construcción atrajo al menos 550,000 de los nuevos trabajadores indocumentados acabados de llegar al país, llegando así a un total de 1.4 millones de personas indocumentadas empleadas en esa industria en el 2005. Este patrón continúa incluso ahora en que se habla de una caída en la producción de nuevas viviendas. Entre el 2005 y el 2006, la industria de la construcción incrementó sus trabajadores hispanos acabados de llegar en 255,000 personas. La hospitalidad y el entretenimiento (hoteles, limpieza, etc.) es el segundo lugar de empleo de los indocumentados acabados de llegar: 500,000 trabajadores adicionales entre el 2000 y el 2005 para llegar a un total de 1.2 millones de trabajadores indocumentados en esa industria. Otras áreas de importancia para los trabajadores de recién llegada: servicios de negocios y profesionales, limpieza y jardinería (350,000), manufactura (340,000), ventas al por mayor y la detal (270,000), educación y servicios de salud (125,000) y agricultura (110,000). Y esto es tan sólo los inmigrantes indocumentados llegados entre 2000 y 2005. En resumen, la inmensa mayoría de trabajadores indocumentados integran las filas de los que el marxismo clásico llama trabajadores productivos, creadores de plusvalía; y no puede ser de otro modo en la producción capitalista: La producción de plusvalor, el fabricar un excedente, como insistiera Marx, es la ley absoluta de este modo de producción.
Mito # 8: Los trabajadores indocumentados compiten directamente con la fuerza de trabajo legal.
No del todo cierto. Aunque los trabajadores indocumentados aparecen estadísticamente empleados en una variedad de ocupaciones (servicios, construcción, agricultura, limpieza, preparación de comidas, etc.), la realidad es que éstos no siempre compiten directamente con la fuerza laboral legalizada. Y es que, por lo general, los trabajadores indocumentados están altamente concentrados en subcategorías ocupacionales que requieren de poca calificación y son altamente peligrosas: instalación de materiales aislantes que contienen fibras de vidrio, poner techos elevados, procesamiento de carnes, etc. En parte eso se debe a la estratificación racial del mercado de trabajo estadounidense. En el año 2006, los hispanos aportaron casi el 40% del incremento en población en edad de trabajo en Estados Unidos (personas de 16 años y más). Aunque representan tan sólo el 13.6% del empleo total, los hispanos vinieron a ocupar el 36.7% de todos los empleos nuevos. Los hispanos acabados de llegar fueron los principales responsables de este crecimiento absoluto en la fuerza trabajadora estadounidense. Pero hasta aquí llegan las buenas noticias: 81% de los nuevos empleos para inmigrantes hispanos fueron en ocupaciones requiriendo poca educación. A manera de contraste, el 64% de los nuevos trabajados ocupados por anglosajones nacidos en el país requerían al menos un bachillerato. El mercado de trabajo en Estados Unidos está tan rígidamente demarcado por la cuestión racial que el empleo de indocumentados está hasta cierto punto desconectado del resto de la fuerza laboral, aunque se trate, en términos generales, de la misma categoría ocupacional, la misma ciudad o el mismo sector industrial. Aun así, el impacto estructural de los trabajadores inmigrantes indocumentados es el de una reserva industrial de trabajo que frena el aumento general de los salarios para toda la clase trabajadora, indocumentada o legal.
Mito # 9: Los trabajadores indocumentados sufren una tasa de desempleo mayor que la población general.
Falso en parte. Todo depende del sexo de los inmigrantes indocumentados. Los trabajadores indocumentados varones tienen la tasa más alta de participación laboral en Estados Unidos, mucho más elevada que cualquier trabajador legal, incluyendo los anglosajones. Son el grupo de personas más buscadas por los patronos. En particular los varones indocumentados jóvenes están en gran demanda. No ocurre así, sin embargo, con las trabajadoras inmigrantes indocumentadas. Estas tienen la tasa de participación laboral más baja. Las mujeres indocumentadas son el sector más negativamente impactado por el desempleo.
Mito # 10: La elevada demanda de fuerza de trabajo indocumentada provoca un alza en los salarios de los propios trabajadores indocumentados.
Falso. Lo opuesto es cierto. De hecho, los datos demuestran que entre 2002 y 2005, el movimiento de los salarios de los trabajadores indocumentados registró una anomalía extraordinaria: con la rápida caída de la tasa de desempleo, cayeron también los salarios. En el año 2004, en particular, los salarios de los trabajadores y trabajadoras indocumentados en Estados Unidos cayeron en un 2.6%. Ello se debe a la segmentación legal y racial del mercado de trabajo en Estados Unidos. Los puestos de trabajo que generalmente consiguen los trabajadores indocumentados, son aquellos que los trabajadores legales evitan por razones de peligrosidad y enfermedades ambientales (empañetar, montar paneles de cemento seco, trabajar con vidrio seco, poner techos, procesar carnes en las grandes plantas, etc.). Además –y esto es muy importante- la Corte Suprema de Estados Unidos determinó en el año 2002 que los trabajadores indocumentados no tienen derecho a buscar la protección de las leyes federales cuando los cesantean por tratar de organizar uniones. El caso se conoce como Hoffman v. NLRB (533 US 137). Normalmente, un trabajador legal no puede ser cesanteado por tratar de sindicalizarse. Con esta decisión –excluyendo a los trabajadores indocumentados de las agencias federales que brindan protección a la clase obrera-, el tribunal supremo del país abrió el camino para el empleo masivo de trabajadores indocumentados en la industria y los servicios, sin temor a que ello provocara una oleada de reclamos de organización sindical. Muchos jueces federales de Estados Unidos interpretaron esta decisión también como una negación de derechos compensatorios a los trabajadores indocumentados que sufren accidentes en el trabajo; lo que se conoce como reclamos de compensación por accidentes laborales. La decisión en Hoffman coincide, pues, con el inicio del boom expansivo en la construcción de la primara mitad de esta década y creó el marco legal para un régimen especialmente opresivo de explotación de los trabajadores indocumentados en la manufactura, la construcción y los servicios. La ley general de la acumulación capitalista –o sea, la producción de una sobrepoblación relativa sobrante conforme avanza la reproducción ampliada del capital- se ve aquí modificada por la fragmentación legal y racial del mercado de trabajo. Al seccionarse legalmente el mercado de trabajo, gracias a una de especie de Apartheid laboral moderno, la demanda creciente de fuerza de trabajo en los sectores de rápida expansión –como la construcción- no se traduce en un alza general de los ingresos de los trabajadores. La porción de la clase trabajadora que precisamente tiene la tasa de participación laboral más elevada –y que está sujeta a la demanda más intensa- queda privada por ley de organizarse sindicalmente, so pena de perder un trabajo ya de por sí mal pagado. Esto es crucial, pues en los sectores de la economía en que se destacan los trabajadores indocumentados el empleo de tecnología que podría sustituir a la mano de obra es muy limitado. Ahí están como ejemplos, los cultivos de fresas, lechugas, el tabaco de sombra, el recogido de pimientos y otras labores agrícolas. Importantes facetas de las labores en la agricultura de frutas y vegetales no pueden ser mecanizadas. Los mismos capitalistas dueños de granjas lo dicen: Hasta ahora nadie ha inventado una máquina que distinga entre una lechuga buena y una mala. Pero lo mismo ocurre en la construcción y en el procesamiento de comidas. Hay facetas en que la mano de obra es absolutamente indispensable, al menos sobre la base de la tecnología actual y la naturaleza sofisticada del consumo de ciertos productos.
Cada modo de producción histórico, como dijera Marx, tiene su ley de población particular, históricamente válida. Esto no quita, sin embargo, que el Estado pueda intervenir para amortiguar los efectos negativos sobre la acumulación del capital. El resultado es que el movimiento general de los salarios en importantes renglones de la economía deja de estar regulado exclusivamente por la expansión y contracción del ejército industrial de reserva. En Estados Unidos ese proceso siempre está marcado por leyes draconianas y racistas en contra de la población obrera inmigrante, que constituye el sector económico de vanguardia en lo que toca a producción de riqueza y plusvalía. Por eso la lucha a favor de los trabajadores indocumentados es clave para el desarrollo de una alternativa revolucionaria en Estados Unidos.
Referencias:
1. KAHN, Carrie. Reportaje: Cinco por ciento de la fuerza laboral son inmigrantes indocumentados. NPR, 27 de Agosto de 2007.
2. HAKIMZADEH, Shirin. ¿Quiénes son los inmigrantes? Una visión estadística de la población nacida en el exterior para mediados de la década. 17 de octubre de 2006.
3. KOCHNAR, Rakesh. Censo de inmigrantes mexicanos. PEW Hispanic Center. 6 de diciembre de 2005.
4. LINDSAY, Lowell B. & Suro, Roberto. Cuántos indocumentados: Los números tras la conversaciones migratorias entre México y Estados Unidos. PEW Hispanic Center. 21 de marzo de 2002.
5. PASSEL, Jeffrey S. Inmigrantes indocumentados: Números y características. PEW Hispanic Center. 14 de junio de 2005.
6. PASSEL, Jeffrey S. & Suro, Roberto. Aumento, clímax y caída: Tendencias en la inmigración en Estados Unidos: 1992-2004. 27 de septiembre de 2005.
7. PASSEL, Jeffrey S. Tamaño y características de la población inmigrante indocumentada en Estados Unidos. 7 de marzo de 2006.
8. PEW Hispanic Center. La condición de fuerza laboral de los trabajadores indocumentados acabados de llegar. 13 de abril de 2006.
9. PEW Hispanic Center. Expansión de trabajos en la construcción para los hispanos a pesar de la caída en el mercado de viviendas. 7 de marzo de 2007.
10. PRESTON, Julia. Faltos de fuerza de trabajo, los granjeros de Estados Unidos mueven sus operaciones a México. New York Times, 5 de septiembre de 2007.
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