Por Fogón Andino.
Los Mapuches en el sur de nuestro país, durante los 90, fueron uno de los primeros movimientos que emergieron, para el resto de la sociedad, denunciando la venta indiscriminada de las tierras y la entrega de los recursos petroleros a manos privadas. En medio de la década menemista lograban, en conjunto con las distintas comunidades, ver reconocidos sus derechos básicos como pueblos en la reformada constitución nacional.
Al mismo tiempo, con la profundización del modelo neoliberal, instaurado desde la dictadura, devino la desocupación estructural, la entrega de las empresas estratégicas a manos privadas, el ajuste como política de estado, y que miles de argentinos se quedaran en la calle. Llegan las primeras puebladas, como la de Cutral-Co en 1996, considerada el inicio del movimiento piquetero.
Distintos movimientos fueron formándose; las demandas, los reclamos y los cortes se multiplicaban.
La lucha por la tierra tiene una profunda raíz en la cosmovisión de los pueblos originarios, es la tierra la dueña de los hombres. Toma diferentes valores y significados según culturas existan.
Para los pueblos originarios, la lucha por la tierra tiene una significación desde lo simbólico, es el espacio que posibilita el desarrollo de la cultura comunitaria tanto en el presente como en el futuro pues incluye todos los recursos naturales y espirituales, "TIERRA MADRE DE LA VIDA".
Para los movimientos urbanos la lucha por la tierra, si bien no tiene una significación desde lo simbólico que pueda asemejarse a la de los movimientos indígenas, tiene raíces muy similares. Ya que la exclusión, la desocupación, llevó a aumentar los cordones de pobreza que rodean las grandes ciudades, la falta de políticas públicas, de salud, de educación, que fueron uno de los motivos de la generación de los movimientos de desocupados, que tanto asustan a las clases medias y altas con su metodología de cortes de ruta. La imposibilidad de contar y acceder a una vivienda digna, generan hoy fuertes luchas con ocupación de tierras, en donde la consigna es ocupar, resistir, construir.
Algo que sí une ambos reclamos, es una característica poco feliz pero que se da en las luchas de resistencia: la represión que no sólo es patrimonio de las organizaciones piqueteras sino que por igual se reprime a los pueblos originarios.
El estado no admite que el pueblo reclame sus derechos. La ocupación de tierras urbanas y la lucha por la propiedad comunitaria de las tierras tocan en sus raíces los intereses económicos de este sistema. Históricamente se reprimió y aún en la actualidad, con un gobierno que dice ser el de los derechos humanos, los presos políticos, las persecuciones y los palos son repartidos por igual a estudiantes, maestros, desocupados, trabajadores y movimientos indígenas, mientras que las resistencias van creciendo y encontrándose por caminos comunes.
Por FOGÓN ANDINO
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