Angélica vivía con su pareja desde hace un año pero decidió acudir en auxilio de su madre cuando ésta le pidió asilo en su casa porque su esposo Manuel, padrastro de la muchacha, la golpeaba. La mujer ya había puesto varias quejas en el Consejo Estatal de la Familia, pero no había encontrado eco.
La joven de 17 años y ocho meses de embarazo ayudaba a su progenitora a colocar sus pertenencias en una camioneta de un vecino que los llevaría a un pequeño pueblo de Jalisco, alejado de la zona metropolitana, con el objeto de huir del marido, pero la vida les tenía preparado otro destino.
Manuel llegó a la vivienda y, a gritos, amenazó a Angélica y a su madre. Acto seguido disparó a la joven; entró a la casa e hizo lo mismo con su pareja y los dos hijos de tres y cinco años. La abuela de Angélica también fue alcanzada por las balas de este hombre golpeador de 37 años, quien al percatarse que los vecinos habían llamado a la policía se suicidó.
La joven moribunda fue llevada al hospital, donde la sometieron a una intervención quirúrgica y lograron salvar a la bebé, pero ella murió. Los vecinos cuentan que Manuel golpeaba a su esposa y a los pequeños, a los cuales amenazaba con matar si lo dejaban, promesa que finalmente cumplió.
Este hecho sacó a la luz pública el poco apoyo que reciben las mujeres cuando denuncian maltrato de sus parejas, señala Judith Rojas, titular de la Comisión de Equidad y Género de la Cámara de Diputados en Jalisco.
A juicio de la parlamentaria, los responsables de estos alarmantes actos de violencia intrafamiliar son los gobernantes, legisladores, magistrados y ministerios públicos, ya que no han existido propuestas contundentes para abatir este fenómeno que sitúa a Jalisco en el segundo lugar a nivel nacional de actos violentos de ese tipo.
Consideró que una de las soluciones para erradicar la violencia es que el Consejo Estatal para la prevención de la Violencia cuente con autonomía jurídica y financiera para dar seguimiento a las denuncias que se presentan.
La legisladora reconoció que la infraestructura para brindar orientación a las mujeres que sufren de maltrato físico, emocional y psicológico es deficiente, y admitió que muchos de quienes laboran en áreas de atención a la violencia son personas sin la adecuada preparación.
Por su parte, el director del Centro de Evaluación e Investigación Psicológica de la Universidad de Guadalajara, Francisco Gutiérrez, aseveró que en Jalisco la violencia y los suicidios se incrementaron de manera alarmante y denunció que, pese a existir una docena de instituciones que atienden la salud mental, no han logrado erradicar la violencia intrafamiliar.
De acuerdo con los últimos datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), cada día fallecen en el país 30 mujeres víctimas de la violencia, lo que se traduce en la quinta causa de muerte en ese sector de la población.
El 22 por ciento de estos decesos se producen en el hogar, a manos de la pareja o esposo, y la mayoría ya había denunciado agresiones pero no recibió protección por parte de parte de las autoridades. Otro dato del INEGI señala que el 47 por ciento de las mujeres mayores de 15 años que viven en pareja son víctimas de la violencia emocional, económica, física o sexual de parte del hombre.
Lo más grave es que esos castigos del marido son aceptados socialmente porque ella “no se porta bien”. En el imaginario social “portarse mal” se traduce en que ella salga con sus amigas, hable por teléfono cuando el esposo esté en casa, o no tenga la comida a tiempo, porque aunque salga a trabajar, es una obligación que le corresponde.
La violencia intrafamiliar, que anteriormente se consideraba privativa de personas de bajo nivel social y cultural, está presente en todos los estratos y tiene que ver con la creencia de que la mujer y los hijos son propiedad privada. Por lo tanto, se puede abusar de ellos y corregir si no “obedecen” o no se ajustan a las reglas marcadas en el hogar, que a veces tampoco son tan claras.
Cada vez más la violencia intrafamiliar está con mayor fuerza presente en los hogares. Las víctimas son principalmente las mujeres, aunque los niños y niñas y las personas de la tercera edad también son un grupo vulnerable. En lo que va de este año, en Jalisco se han presentado nueve casos de padres que mataron a sus hijos y una cifra similar de hijos que asesinaron a sus padres.
Uno de los casos que llamó más la atención ocurrió en una zona residencial de la ciudad de Guadalajara, donde un anciano de 80 años, que convalecía de un infarto, y su esposa de 78 que lo cuidaba, fueron asesinados por el hijo menor. Al interrogarlo, refirió que de niño y joven había recibido golpes, malos tratos y humillaciones de parte de su padre, mientras que la madre, según sus declaraciones, nunca lo defendió.
Otro fue el de la anciana de 80 años, violada y asesinada por sus hijos que se encontraban bajo el influjo de alcohol y drogas; ellos señalaron que su madre les negó dinero para seguir bebiendo por lo que la sometieron para que aprendiera. También refirieron haber sido maltratados por sus padres, que los humillaban constantemente.
La violencia de los padres y madres hacía los hijos, ya sea física o verbal es algo cotidiano. La hora de llevar a los hijos a la escuela por la mañana se convierte en una guerra constante y los chiquillos son despertados en medio de gritos e insultos porque se les hace tarde.
Los tirones de pelo o golpes en la cara, porque no se dejan peinar, es algo común y los padres y madres no lo consideran una manifestación de violencia, sino una forma de educar.
De acuerdo al doctor Arturo Abdalá, coordinador de la Clínica de Atención Integral del Niño Maltratado, en México, al menos el 10 por ciento de los menores son víctimas de abuso sexual, maltrato físico o psicológico, por parte de algún familiar cercano.
A su clínica llegan a diario niños con lesiones, como dislocación de brazo, retinas desprendidas y quemaduras en el cuerpo. Acuden a urgencias no por ser víctimas de maltrato, sino por las consecuencias del mismo, y siempre con historias inventadas, como que el pequeño cayó de la cuna o cama y se golpeó con algún mueble. Al revisarlos se encuentran las huellas de maltrato crónico.
En el Hospital Civil de Guadalajara son atendidos niños y niñas con heridas, quemaduras o secuelas de alguna enfermedad de transmisión sexual, que les fue contagiada por el padre, el abuelo, el hermano mayor o el padrastro. Las madres no denuncian por temor al abandono por parte del marido; no parecen tener conciencia del daño que les están haciendo a los menores.
En las áreas urbanas, la principal maltratadora de los hijos es la madre, que a su vez es maltratada por su pareja; mientras que en las zonas rurales es el padre quien dicta todas las reglas y por supuesto los castigos –incluido el físico- contra la mujer e hijos.
Tras los recientes acontecimientos de violencia intrafamiliar, el gobierno federal acaba de anunciar una partida extra para programas de prevención de violencia desde la Secretaría de Salud, aunque en opinión de expertos en salud mental, la prevención debería incluir modificación en la educación desde el jardín infantil, donde niños y niñas reciban el mismo trato.
A juicio de esos especialistas, los cambios deben extenderse al hogar, para evitar así que se continúe privilegiando a los varones en contra de las niñas, a las cuales desde pequeñas se les obliga a realizar labores hogareñas, e incluso a atender al padre y hermanos por ser “las mujercitas del hogar”, mientras que los hermanos salen a la calle a jugar.
Ese trato diferenciado las coloca en situación de vulnerabilidad, al grado que incluso en el noviazgo permiten maltrato de parte de sus parejas. Un sondeo del Instituto de la Juventud y el Instituto de las Mujeres, indica que nueve de cada 10 mujeres de 12 a 29 años han vivido situaciones de violencia en sus noviazgos, pero sólo la mitad de ese total está consciente de ella, la otra mitad la considera normal y como una “muestra de amor de su pareja”.
Fuente SEMlac
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