"Que el fraude electoral jamás se olvide"
Por: Gerardo Fernández Casanova
Voy a entrar en materia refiriéndome al cancionero popular. Acostumbrados, como estamos, a no escuchar las canciones sino sólo oír su melodía, suceden cosas graciosas que pueden servir para ilustrar ciertos comportamientos. Por ejemplo: el Lamento Borincano de Rafael Hernández, mejor conocida como El Jibarito, es un verdadero drama que describe la triste realidad del campesino, puede decirse que de toda la América Nuestra, sin embargo se rumbea y se salsea como si fuera un himno de alegría. Otro caso: Amor Eterno de Juan Gabriel, tal vez su mayor éxito, es una muy sentida oración a la muerte de su señora madre, digna de ser escuchada con respeto, pero igual se le hacen arreglos de rumba y de rock para bailar hasta el destrampe. Otra más, por cierto con opiniones divididas entre todos los demás y yo, es la que se llama Mujeres Divinas, en el que se juzga a las mujeres de traidoras y malandrinas, pero que no queda otro remedio que adorarlas, vale decir: porque no hay de otra; sin embargo, las damas, en vez de darse por ofendidas, la reclaman como una alabanza. A mí me gusta decir las canciones y los amigos me las aplauden (de la contrario, no serían amigos) confesando que nunca las habían escuchado. Creo que los del negocio de la música popular son eficaces contribuyentes al proyecto del embrutecimiento colectivo.
Lo mismo sucede con la famosa democracia a la usanza occidental cristiana (made in usa); más vale que la gente la siga por el sonsonete pero que no se meta en sus contenidos. Es preferible que el infeliciaje se atiborre de spots de propaganda gubernamental a que se informe. La televisión sirve a la perfección para el efecto de darle credibilidad al mensaje, puesto que se oye y se ve en privado. Cuando un desempleado recibe el mensaje de que se están creando miles de oportunidades de trabajo, en vez de tomarlo como una mentira, como su condición avalaría, se entusiasma porque ya pronto le va a tocar la fortuna de tener empleo o se acompleja por su mala suerte. Lo mismo sucede con quien observa a una madre agradecida por la nueva atención médica en el ISSSTE, en vez de negarlo con su propia experiencia, se lamenta por no saber cómo conseguirlo. A fin de cuentas lo que dice la televisión lo supone cierto y si, además, lo dice el supremo gobierno y lo repite machaconamente, pues cuantimás.
Ante su falta de legitimidad, el gobierno del fraude pretende adquirirla mediante la mentira mediática e invierte en ello más de lo que presupuestalmente destina para el servicio o la obra objeto de la propaganda. Cuando eventualmente me asomo a la caja idiota, me siento agraviado por la andanada de mensajes de propaganda oficial, pero más por la imposibilidad de desmentirla con el mismo instrumento y en el mismo espacio.
La Secretaría de Hacienda, máscara que encubre a la intervención administrativa del FMI sobre el gobierno federal, manda un muy ejemplificativo mensaje: “Se aprobó la reforma hacendaria en pro de los que menos tienen” y lo ilustra con imágenes de construcción de carreteras, viviendas, escuelas y hospitales; además advierte que, con tal reforma, los gobiernos de los estados y los ayuntamientos municipales dispondrán de más recursos para pavimentar calles y dotar de servicios de agua y drenaje hasta las poblaciones más retiradas del progreso, insinuando que a ellos habrá que exigirles el cumplimiento. Obviamente no dice que significará pagar más impuestos, ni que el encarecimiento de la canasta básica tiene un importante ingrediente en la famosa reforma hacendaria, ni que el desempleo se agravará. Pero los que sí saben esto último, pueden gritarlo a los cuatro vientos en ejercicio de su libertad de expresión, sólo que casi nadie los va a escuchar.
En la desinformación y en el engaño no puede existir la democracia. Calderón no sólo cometió fraude en las elecciones, lo hace cotidiana e insistentemente. Mediante la propaganda pretende (y en alguna medida logra) envolver para regalo las más traicioneras puñaladas al pueblo de México. Dice Andrés Manuel: ¿Qué sería del pelele sin la tele? Y con ello ilustra esta tremenda realidad.
Saludo con entusiasmo la iniciativa de los diputados del Frente Amplio Progresista para acotar, por la vía presupuestal y por prohibición legal, el empleo de la fórmula de la propaganda mediática para dizque informar al pueblo, incluida la que se emplea para la promoción personal de los “servidores públicos” al estilo del “gober precioso” o del carita Peña Nieto. Es inconcebible que, con recursos del erario, hasta un simple diputado se haga promoción personal con la obra pública.
En fin, parece que mediante esta fórmula van a convertir la Marcha Fúnebre en una sonora cumbancha, para acompañar a tanto muerto de hambre.
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