Jorge Meléndez Preciado
Hace tiempo que los patos le tiran a las escopetas. Algo lógico en un mundo donde el liberalismo está convertido en la concentración monopólica; en el cual los jóvenes no tienen futuro ni acaso pasado; en el que los derechos humanos son la base de la civilización en el siglo XX, y en el XXI son letra muerta en Estados Unidos, y donde los oligopolios de los medios de difusión, lejos de presentarse como tales, insisten que defienden la libertad de información, expresión y hasta ¡comunicación! Una muestra palpable de ello lo vivimos en las últimas semanas, cuando el Poder Legislativo –particularmente los senadores– dio a conocer su iniciativa de reforma política, en la cual destacaba la imposibilidad de que los partidos compraran tiempo en las televisoras –ni siquiera por medio de terceros–, la propaganda electoral se hiciera a través de los tiempos oficiales y se evitara en las justas comiciales los descalificativos, entre otras medidas. Ante ello, la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión (CIRT) lanzó varios desplegados para oponerse a las propuestas, alegando que vulneran las libertades más elementales de todos los ciudadanos y defendiendo, inusitadamente, a los pequeños radiodifusores que reciben, es cierto, importantes beneficios de las batallas electorales. Aunque, no hay que olvidarlo, esas mismas radios minoritarias hoy alabadas como ejemplo de laboriosidad y sacrificio, fueron dejadas de lado al aprobarse lo que bien se llamó Ley Televisa. Para que no hubiera duda de sus intenciones, los conductores de los informativos nocturnos del duopolio televisivo, Joaquín López Dóriga y Javier Alatorre, al unísono, leyeron sendos comunicados donde los dueños de sus empresas señalaban las malévolas intenciones de los legisladores acerca de las libertades mexicanas. Claro, todo ello sin el menor derecho de réplica, algo que se establece en las leyes mexicanas, cuando menos desde hace seis años. Como no estuvo satisfecho con los resultados, al día siguiente la CIRT insistió en varios periódicos, por medio de inserciones, de que casi llega el fin del mundo.
Planteó, también, algunas críticas serias a los partidos políticos, quienes insisten en embolarse dineros a como de lugar, no abrir las puertas a las candidaturas ciudadanas, evitar la reelección de los legisladores y, oh maravilla, inhibir que los jóvenes con futuro pudieran hacer una carrera política exitosa. Es decir, una ensalada que dejara realmente satisfechos a muchos y preocupados a otros. Un sólo ejemplo, Televisa se lanzó contra Jorge Castañeda en cuanto el que deseaba ser aspirante independiente a la Presidencia de la República, dejó de pagar sus anuncios en televisión. Actualmente sigue la controversia, a pesar de que el ex secretario de Relaciones Exteriores tiene padrinos muy fuertes en México y Estados Unidos. Podríamos continuar acerca de lo falso de la argumentación de los radiodifusores, pero no tiene mayor relevancia por ahora. El ejemplo sirva para darnos cuenta hasta dónde los ahora cruzados por la democracia son más engañabobos que Madame Zazú y Walter Mercado juntos. Como veían que sus esfuerzos no daban los frutos requeridos (espantar a todo México), finalmente optaron por aparecerse en una sesión de trabajo de la Cámara de Senadores, casi todos en bola, para reclamar cuestiones realmente inconcebibles. Una muestra: Patricia Chapoy inquirió que si por no estar afiliada a un partido político ella no podría ser candidata a la Presidencia de la República. Lo cual no sólo fue de mal gusto sino parte de la desmesura, ya que antes había preguntado, aparentemente de forma correcta, si por decir que un político como Enrique Peña Nieto –el que más gasta en televisión de los gobernadores, 740 millones este año únicamente en Televisa– era guapo sería censurada.
Lo que manifestó su inconsciente y preferencias. Muy su gusto. Pero el que no se midió fue Pedro Ferriz de Con. A quien en una época Carlos Marín llamó: “Mi marciano favorito”, por aquello de que Pedro Ferriz Santacruz, su papá, asegura que existen los ovnis, se lanzó contra todos y sin medida, tal vez sintiéndose cancionero. Dijo que el país estaba tomado por los legisladores como antes por el presidente de la República; que la discusión fue “pueril y ridícula”; quienes han frenado al país son diputados y senadores; que lo reprimían por medio de esas leyes para que pudiera seguir trabajando y, en fin, el nuestro era peor que un régimen soviético en cuanto a medios de difusión y libertad. Cerró con broche de oro: “No entiendo que estamos haciendo aquí sin comer”. Aplausos de sus compañeros. La respuesta fue clara de Pablo Gómez, certera de María de los Ángeles Moreno y puntual de Ricardo García Cervantes. Es decir, el señor unificó los criterios de los partidos que siempre están en disputa pero ahora entienden que los empleados y socios de la telecracia responden abrupta, torpe, groseramente ante cualquier posición. Gómez resultó el más filoso. Dijo que la Constitución faculta a los representantes populares para hacer las leyes. Que las libertades se han ganado con el sacrificio de millones; incluso han caído por ello centenas de mexicanos. Que nadie trata de vulnerar ninguna libertad, ya que habrá una defensa férrea de la misma libertad. Que lo importante es evitar el dinero en la política para que no haya ni ventajas ni corrupciones desmedidas. Que existe un duopolio el cual se debe cambiar, pero eso será motivo de otra reforma. En fin, que no se vale tratar de espantar ni reclamar cuestiones inexistentes en la propuesta. Parecía que la discusión terminaba, luego que Ricardo García Cervantes dijo que desde el 13 de abril se convocó por todos los medios a los que desearan opinar acerca del proyecto, algo de lo que se quejaron los radiodifusores, pues alegaron que no los habían tomado en cuenta. Dijo: una de las maneras de que los medios ven guapo a un gobernador no importando que sea feo, es por lo que eroga de las arcas públicas para su imagen. Y remató asegurando que así como los radiodifusores, por medio de todos sus voceros, dijeron que estaban más unidos que nunca, eso sucederá con los legisladores después del encuentro, pues quedarán más convencidos que antes de hacer los cambios necesarios en este momento.
Hace tiempo que los patos le tiran a las escopetas. Algo lógico en un mundo donde el liberalismo está convertido en la concentración monopólica; en el cual los jóvenes no tienen futuro ni acaso pasado; en el que los derechos humanos son la base de la civilización en el siglo XX, y en el XXI son letra muerta en Estados Unidos, y donde los oligopolios de los medios de difusión, lejos de presentarse como tales, insisten que defienden la libertad de información, expresión y hasta ¡comunicación! Una muestra palpable de ello lo vivimos en las últimas semanas, cuando el Poder Legislativo –particularmente los senadores– dio a conocer su iniciativa de reforma política, en la cual destacaba la imposibilidad de que los partidos compraran tiempo en las televisoras –ni siquiera por medio de terceros–, la propaganda electoral se hiciera a través de los tiempos oficiales y se evitara en las justas comiciales los descalificativos, entre otras medidas. Ante ello, la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión (CIRT) lanzó varios desplegados para oponerse a las propuestas, alegando que vulneran las libertades más elementales de todos los ciudadanos y defendiendo, inusitadamente, a los pequeños radiodifusores que reciben, es cierto, importantes beneficios de las batallas electorales. Aunque, no hay que olvidarlo, esas mismas radios minoritarias hoy alabadas como ejemplo de laboriosidad y sacrificio, fueron dejadas de lado al aprobarse lo que bien se llamó Ley Televisa. Para que no hubiera duda de sus intenciones, los conductores de los informativos nocturnos del duopolio televisivo, Joaquín López Dóriga y Javier Alatorre, al unísono, leyeron sendos comunicados donde los dueños de sus empresas señalaban las malévolas intenciones de los legisladores acerca de las libertades mexicanas. Claro, todo ello sin el menor derecho de réplica, algo que se establece en las leyes mexicanas, cuando menos desde hace seis años. Como no estuvo satisfecho con los resultados, al día siguiente la CIRT insistió en varios periódicos, por medio de inserciones, de que casi llega el fin del mundo.
Planteó, también, algunas críticas serias a los partidos políticos, quienes insisten en embolarse dineros a como de lugar, no abrir las puertas a las candidaturas ciudadanas, evitar la reelección de los legisladores y, oh maravilla, inhibir que los jóvenes con futuro pudieran hacer una carrera política exitosa. Es decir, una ensalada que dejara realmente satisfechos a muchos y preocupados a otros. Un sólo ejemplo, Televisa se lanzó contra Jorge Castañeda en cuanto el que deseaba ser aspirante independiente a la Presidencia de la República, dejó de pagar sus anuncios en televisión. Actualmente sigue la controversia, a pesar de que el ex secretario de Relaciones Exteriores tiene padrinos muy fuertes en México y Estados Unidos. Podríamos continuar acerca de lo falso de la argumentación de los radiodifusores, pero no tiene mayor relevancia por ahora. El ejemplo sirva para darnos cuenta hasta dónde los ahora cruzados por la democracia son más engañabobos que Madame Zazú y Walter Mercado juntos. Como veían que sus esfuerzos no daban los frutos requeridos (espantar a todo México), finalmente optaron por aparecerse en una sesión de trabajo de la Cámara de Senadores, casi todos en bola, para reclamar cuestiones realmente inconcebibles. Una muestra: Patricia Chapoy inquirió que si por no estar afiliada a un partido político ella no podría ser candidata a la Presidencia de la República. Lo cual no sólo fue de mal gusto sino parte de la desmesura, ya que antes había preguntado, aparentemente de forma correcta, si por decir que un político como Enrique Peña Nieto –el que más gasta en televisión de los gobernadores, 740 millones este año únicamente en Televisa– era guapo sería censurada.
Lo que manifestó su inconsciente y preferencias. Muy su gusto. Pero el que no se midió fue Pedro Ferriz de Con. A quien en una época Carlos Marín llamó: “Mi marciano favorito”, por aquello de que Pedro Ferriz Santacruz, su papá, asegura que existen los ovnis, se lanzó contra todos y sin medida, tal vez sintiéndose cancionero. Dijo que el país estaba tomado por los legisladores como antes por el presidente de la República; que la discusión fue “pueril y ridícula”; quienes han frenado al país son diputados y senadores; que lo reprimían por medio de esas leyes para que pudiera seguir trabajando y, en fin, el nuestro era peor que un régimen soviético en cuanto a medios de difusión y libertad. Cerró con broche de oro: “No entiendo que estamos haciendo aquí sin comer”. Aplausos de sus compañeros. La respuesta fue clara de Pablo Gómez, certera de María de los Ángeles Moreno y puntual de Ricardo García Cervantes. Es decir, el señor unificó los criterios de los partidos que siempre están en disputa pero ahora entienden que los empleados y socios de la telecracia responden abrupta, torpe, groseramente ante cualquier posición. Gómez resultó el más filoso. Dijo que la Constitución faculta a los representantes populares para hacer las leyes. Que las libertades se han ganado con el sacrificio de millones; incluso han caído por ello centenas de mexicanos. Que nadie trata de vulnerar ninguna libertad, ya que habrá una defensa férrea de la misma libertad. Que lo importante es evitar el dinero en la política para que no haya ni ventajas ni corrupciones desmedidas. Que existe un duopolio el cual se debe cambiar, pero eso será motivo de otra reforma. En fin, que no se vale tratar de espantar ni reclamar cuestiones inexistentes en la propuesta. Parecía que la discusión terminaba, luego que Ricardo García Cervantes dijo que desde el 13 de abril se convocó por todos los medios a los que desearan opinar acerca del proyecto, algo de lo que se quejaron los radiodifusores, pues alegaron que no los habían tomado en cuenta. Dijo: una de las maneras de que los medios ven guapo a un gobernador no importando que sea feo, es por lo que eroga de las arcas públicas para su imagen. Y remató asegurando que así como los radiodifusores, por medio de todos sus voceros, dijeron que estaban más unidos que nunca, eso sucederá con los legisladores después del encuentro, pues quedarán más convencidos que antes de hacer los cambios necesarios en este momento.
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