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27 agosto 2007

Seguridad y prosperidad ¿Para quién?

Por: Gerardo Fernández Casanova

“Que el fraude electoral jamás se olvide”

Concluyó la cumbre de los mandatarios de América del Norte dejando una enorme cauda de dudas y sospechas respecto de la ahí tratado. Aplico mi candidez al conceder el beneficio de la duda a un proceso caracterizado por la opacidad y por el afán de mantenerse al margen de la intervención de los pueblos de los tres países involucrados, incluso de sus respectivos congresos. Parafraseando a Monsiváis, procedo a alimentar mis sospechas:

1.- La reunión de mandatarios se da en el marco de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN) entelequia creada para dar continuidad y profundidad al Tratado de Libre Comercio (TLC) imbuidos los participantes en la bondad y el éxito del referido tratado. Tremendo engaño. Nada que sea serio y benéfico puede construirse sobre tal mito. La mayoría de los mexicanos ha caído o se mantiene en la pobreza; el gran aumento de las exportaciones no ha generado empleo, incluso el muy castigado de las maquiladoras no ha compensado los empleos perdidos por el desmantelamiento de la planta productiva industrial y agropecuaria; las importaciones rebasan considerablemente a las exportaciones, incluidas las petroleras cuando estaban en auge. El sedicente representante de México hace oídos sordos al clamor que exige la renegociación, por lo menos en lo relativo al sector agropecuario, en tanto que levanta la ceja para comprometer el esfuerzo nacional para aumentar la competitividad.

2.- La seguridad regional constituye el centro de la agenda para el régimen de Washington en su guerra contra el terrorismo (muy suya por cierto). La alianza involucra a México en calidad de beligerante, en abandono de su tradicional condición pacifista y su correspondiente seguridad, para quedar sujeto al dominio del Comando del Norte del ejército yanqui. De manera gratuita adelantamos el pecho para ser blanco de los ataques terroristas destinados al imperio.

3.- Para aderezar el trago amargo, se incluye el tema de la prosperidad con un ejemplar diseño de democracia participativa: el instrumento de consulta de la ASPAN es el Consejo para la Competitividad de América del Norte (CCAN) formado por los diez más prominentes líderes empresariales de cada país, de cuya prosperidad da cuenta la revista Forbes y los campeonatos de Carlos Slim. Treinta privilegiados opinando (ordenando, mejor dicho) las acciones requeridas para hacer más prósperos sus privilegios.

3.- Para seguir alimentando el sospechosismo, puedo suponer que en el esquema descrito no tiene cabida la posibilidad de que los electores mexicanos se vayan por la libre para elegir a un presidente que sea minimamente patriota y les eche a perder el festín. El peje se convertiría en un chivo en cristalería. El fin de mantener la prosperidad de los privilegiados justifica el medio del fraude para garantizarlo; más aún cuando el propio Bush es hijo de la misma madre.

4.- Mientras esto sucede en el poderoso norte, en el sur avanza el proceso de la integración emancipadora. En Venezuela se consolida el proceso bolivariano con rumbo al su socialismo del siglo XXI; el Presidente Chávez postula un conjunto de reformas constitucionales con tal finalidad, incluyendo reformas profundas al esquema de su seguridad, ese sí amenazado por el terrorismo de peor calaña comandado por Bush. El rechazo al dominio financiero del FMI se concreta en la constitución del Banco del Sur y en la recuperación de sus bancos centrales para operar como instrumento del desarrollo independiente y soberano. Se pacta un Acuerdo de Seguridad Energética entre Argentina, Uruguay, Bolivia y Venezuela, en términos de solidaridad y ajeno a la maldita competitividad.

5.- Insisto: el sur de América comienza en el río Bravo. Nuestra inserción en el esquema norteamericano va a contrapelo de la realidad histórica y de los intereses nacionales. La lucha sigue.

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